Perfil (Sabado)

/ A 11MIL METROS En busca de calidad, las aerolíneas dirigen sus esfuerzos a la oferta de vinos. Compran cosechas a 15 años, construyen bodegas propias y abren esas experienci­as a los pasajeros de clase turista.

- MONICA MARTIN

Se cansó de pagar extras en el vuelo? ¿De que le cobren comidas, bebidas, cepillo de dientes o incluso el asiento del pasillo? Decididas a impresiona­r, varias aerolíneas compiten ahora por convertir el vuelo en una experienci­a de lujo. A tal punto que antes de llegar al aeropuerto (dé por hecho que si viaja en business o primera, alguna lo irá a buscar hasta la puerta de su casa) podrá elegir el tipo de comida y la película que verá en vuelo, entre otros extras. El mercado es chico, la demanda grande y las empresas de aeronavega­ción se esfuerzan en perfeccion­ar el servicio haciendo blanco en el paladar. Es el caso de Emirates, la compañía aérea del Sheikh Ahmed bin Saeed Al Maktoum, decidida a pelear el primer puesto entre las aerolíneas asiáticas. Parece que ya no alcanza con que los chocolates, los dátiles y el café árabe estén presentes en cada travesía, o que el expreso huela a azafrán y cardamomo. Mucho menos que, con la excusa de estirar las piernas, hayan montado un bar en un rincón de la cabina para probar nueve variedades de cocktails o ese ron plateado que enardecía el espíritu aventurero de Hemingway, disponible­s para todos los pasajeros, incluso para quienes menos hayan pagado por su ticket. “El 51,5% de nuestros vinos se consumen en clase económica y están incluidos en el boleto. Allí lo único que se cobra aparte es el champagne”, sostiene María Laura Botini, tripulante de cabina, quien no sólo da cuenta de números sino que, cuando habla de “balance de aromas”, deja boquiabier­tos a todos con sus conocimien­tos sobre el universo enológico. “El 57% del vino que se sirve a bordo proviene de Francia, ya que Bordeaux es nuestro caballito de batalla. Luego le siguen productos únicos de once países como Italia, Portugal, Nueva Zelanda”, especifica sin renunciar a la sonrisa enmarcada por el hijab fashion que usa el personal femenino de la empresa. ¿Y de postre? Palabras mayores: un château d’Yquem, dulce y longevo (¡puede guardarse un siglo!), que se elabora solamente en 216 ha de Hungría y que en Buenos Aires puede comprarse a tan sólo $ 33 mil (si es cosecha 1967). “Un vino no es una cuestión menor en la empresa. Los compramos directamen­te a través de nuestros sommeliers. Es una estrategia a largo plazo. Comprar botellas a granel es lo que hacen las otras aerolíneas, nosotros construimo­s un vínculo con los viñedos desde la cosecha. Y todas las acciones se piensan a diez años. Nuestra bodega de Burgundy, en Francia, almacena 1,2 millón de botellas que recién estarán listas para consumo en 2021”, se vanagloria Fernando Joselevich, gerente general de Emirates para Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay y Uruguay. Y agrega luego que sólo en vinos argentinos en los últimos años se invirtiero­n US$ 4 millones.

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FOTOS EMIRATES AIRLINES PUNTILLOSO­S. En el avión, el vino se guarda en una bodega que reproduce el clima de los Alpes.
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LUJO. ¿Pollo o pasta? No, lo mejor, local y más fresco. Esta es la nueva tendencia que elaboran las aerolíneas que ofrecen servicio diferencia­do.

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