Perfil (Sabado)

Cazadores, en guardia, dicen que son los más grandes ambientali­stas

Tras la difusión de las fotos de Garfunkel y Vannucci en Africa, cazadores y dueños de cotos de caza explican su pasión por esta práctica. En el país llegan a pedir hasta US$ 25 mil por un ciervo.

- GABRIELLA BOTELLO / CLARA FERNANDEZ ESCUDERO

Insisten en que son “los más conservaci­onistas de todos”, que su afición responde a “la esencia primitiva del hombre” y admiten que lo que sienten es contradict­orio: la adrenalina y el placer de conseguir a la presa perseguida no les opaca la pena porque el animal muera. Los cazadores argentinos invierten miles de dólares en su pasatiempo y aseguran que su amor por la naturaleza es tal que por eso los “trofeos” –como se denomina a las cabezas embalsamad­as de los animales cazados– les proporcion­an una felicidad infinita.

Las fotos de Matías Garfunkel y Victoria Vannucci posando con leones, cocodrilos y otros animales salvajes en Africa reavivaron la polémica por los sentimient­os encontrado­s que despierta la práctica de la caza deportiva. Esta semana, vía Twitter, Garfunkel pidió “perdón por haber herido los sentimient­os de todo aquel que respeta la vida animal. Aprendí. Hoy tengo otros valores y no lo volvería a hacer”. Su mujer, que lloró en televisión desde Miami, se defendió: “Esas fotos son un horror. Hoy las miro y me dan vergüenza”.

Y aunque los cazadores consultado­s por PERFIL aseguran que la actividad no les despierta culpa, sí condenan la “falta de ética deportiva” de posar con actitudes arrogantes sobre los cuerpos de los animales. “El respeto por el animal abatido es no salir sonriendo ni subirse a caballo del animal como hizo Garfunkel. Ahí no hay espíritu de cazador”, condena enérgico Luis Festa, cazador y periodista especializ­ado de la revista Weekend. Instinto. A pesar de los reparos de los ambientali­stas, quienes se dedican a la práctica de la caza aseguran que lo hacen porque aman a los animales. “Suena como una paradoja, pero es la manera de poseer al animal: no se puede tener un ciervo vivo en el patio de la casa. El 90% de los cazadores embalsama a su presa: quiere verlo, admira su belleza y su potencia”, asegura Miguel Acevedo, dueño de un coto de caza en Puan, provincia de Buenos Aires. Y redobla la apuesta, que refrendan sus colegas: “El buen cazador es el más animalista de todos. Si no fuera por la caza mayor, que ha permitido tener animales salvajes en los cotos y estancias, hay especies que ya habrían desapareci­do”, explica, y detalla que algunas especies de ciervos y jabalíes se crían en los cotos con un cuidado y dedicación extremas: “Terminan viviendo mejor que las vacas que van al matadero”, grafica.

La explicació­n antropológ­i-

“Apretar el gatillo da un placer indescript­ible, pero ver al animal muerto da pena.”

ca también aparece: “Cazar es satisfacer un instinto primitivo, conectarse con lo ancestral. Algunos tenemos ese gen más vivo que otros. Y es a la vez una gran contradicc­ión: apretar el gatillo da un placer indescrip- tible, pero ver el animal muerto da pena”, se sincera Festa. “Es cierto que el cazador deportivo no caza para salvar la fauna, pero sí hacemos lo que está a nuestro alcance para colaborar. El rifle es sanitario, previene plagas”, agrega Carlos Reballe, que se define como “cazador y conservaci­onista”. Dicen que tampoco tiran a hembras preñadas ni a ejemplares jóvenes. Coinciden en que sólo se busca aquel animal “defectuoso, viejo

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LA FOTO. Para los fanáticos, el momento de retratarse junto a la presa es casi tan importante como el del tiro al blanco. Y también aseguran que pueden irse sin apretar el gatillo.

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