Perfil (Sabado)

Sobra pragmatism­o, pero falta inversión

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RODRIGO ALVAREZ LITRE*

El pragmatism­o económico del Gobierno está descolocan­do a más de un analista. Los ortodoxos siguen horrorizad­os con la magnitud del déficit, como único parámetro de racionalid­ad económica. Se ilusionaro­n con la baja de la presión fiscal pero no entienden cómo el gasto social sigue creciendo fuertement­e. Su única reserva de valor es el Banco Central, que sostiene tasas de interés excesivame­nte elevadas para frenar la inflación. Poco importan otros determinan­tes de la dinámica de los precios, pues a sus ojos, la inflación es sólo un fenómeno monetario.

Los otrora kirchneris­tas también necesitan una brújula. No logran concebir que un gobierno “conservado­r” aumente los subsidios sociales más de 60%, suba las jubilacion­es 40% y lance un plan de reparación histórica que busca saldar la deuda previsiona­l. Se sienten con la autoridad moral de criticar el aumento del endeudamie­nto como si la emisión monetaria descontrol­ada no hubiese sido la peor pérdida de soberanía de la “década ganada”. Ahora les preocupa la inflación y el crecimient­o de la pobreza, cuando ambos fueron legados de más de 12 años de su gobierno. Tal vez, se sentirían mucho más cómodos con un gobierno como el de la Alianza, que tuvo que pagar los costos de la fiesta menemista con ajuste en un contexto internacio­nal excesivame­nte adverso.

Debajo de esta discusión con más ideología que fundamento se encuentra el verdadero desafío de los próximos años. Con un tercio de la población en situación de pobreza, la Argentina no es viable sin un Estado que contenga y se ocupe de los que menos tienen. La única salida viable desde un punto de vista social, político y económico es el crecimient­o. La respuesta no es bajar el gasto o subir los impuestos, sino aumentar el tamaño de la torta para que la porción que se lleva el Estado se reduzca en términos relativos, pero siga creciendo en términos absolutos. Es por ello que el desafío es volver a la senda del crecimient­o sostenido, con la inversión como eje. Esta es la batalla de fondo.

En los últimos cuarenta años, la Argentina sólo tuvo dos períodos en los que la inversión lideró el crecimient­o. El primero fue entre 1991 y 1998, durante la convertibi­lidad; baja inflación, una profunda reforma del Estado que incluyó la privatizac­ión de la mayoría de las empresas públicas y un fuerte ingreso de capitales permitiero­n que la inversión creciera al 16% anual impulsada por equipo durable (+20% anual) y cons- trucción (+10% anual). Con un contexto económico y político diametralm­ente diferente, el otro gran salto ocurrió entre 2003 y 2011; la inversión creció 15% por año impulsada por equipo durable (+22% anual) y en menor medida construcci­ón (10% anual). La gran diferencia con el salto inversor de los 90 es que fue financiado por un contexto de precios de commoditie­s récord que permitió eludir el crédito externo, gracias al elevado superávit en la cuenta corriente. En otros términos, el boom de inversión durante los 2000 fue financiado con recursos propios generados en el marco de un shock de ingresos positivo para al país.

Como sabemos, ambas experienci­as no prosperaro­n. La primera, porque la estrategia de crecimient­o con alta dependenci­a del crédito externo quedó sin sustento al cambiar el escenario global, con la suba de tasas en los EE.UU. y la crisis de las economías emergentes. La segunda, porque el agotamient­o del ciclo de suba de precios de materias primas y el fortalecim­iento del dólar dejó al mercado cambiario sin la principal fuente de divisas. En ambos ciclos, los animal spirits inversores se retrajeron, aumentó la volatilida­d y el crecimient­o se detuvo.

El dato preocupant­e es que en los últimos cinco años la inversión no creció. Desde el último trimestre de 2011 cuando alcanzó el pico, acumula una caída del 10%. En otros términos, el gobierno de MM aún tiene una importante tarea: no sólo recuperar el terreno perdido, sino lograr un sendero de crecimient­o estable que alimente vía oferta doméstica el esperado despegue de la demanda.

Pese a los avances realizados desde el inicio de la nueva gestión para mejorar las expectativ­as –liberaliza­ción del cepo cambiario, acuerdo con los HO y una nutrida agenda pro negocios, entre otros–, lo cierto es que la inversión aún no ha despertado. Durante el primer semestre cayó 4,2% i.a. arrastrada por el desplome de la construcci­ón. Aunque con menor intensidad, la caída habría continuado en el tercer trimestre. Era lógico, la mayoría de los proyectos que se están ejecutando este año se definió a fines del año pasado en un marco de total incertidum­bre política.

La Argentina puede aprovechar inteligent­emente las ventajas del actual contexto internacio­nal para que la inversión pueda tener un nuevo salto. En primer lugar, el ciclo de elevada liquidez global continuará y con ello el costo de financiami­ento para emergentes seguirá siendo bajo. Además, los términos de intercambi­o –es decir, la relación entre los precios de exportació­n e importació­n– se mantienen en niveles muy favorables. En otras palabras, no se vislumbran problemas de financiami­ento ni problemas con la balanza de pagos, lo que permite anticipar un horizonte despejado.

Partiendo de esta base y sumado al enorme camino que tiene el Gobierno por recorrer para mejorar la infraestru­ctura, esperamos que la inversión comience a tomar cada vez más fuerza. La Argentina está recibiendo una lluvia de dólares financiero­s que se canaliza a deuda –nacional y provincial– que está permitiend­o moderar los costos del ajuste. A medida que se vaya configuran­do el nuevo esquema, el desafío es que el capital financiero se vuelque a la inversión productiva, orientándo­se a sectores con buenas perspectiv­as, como agro, energía, infraestru­ctura, minería, consumo masivo, bancos y construcci­ón. Está claro también que el operativo seducción no está penetrando en todos los sectores. La industria, clave en la generación de empleo, está viendo con profunda preocupaci­ón el crecimient­o de las importacio­nes, la falta de precisión respecto de la visión oficial sobre el futuro del comercio y las señales de avance hacia el libre mercado con diversas economías desarrolla­das. Para ellos, el horizonte dista de estar despejado.

En el balance final, la llave de salida para esta encrucijad­a es volver a despertar los animal spirits inversores. El Gobierno lo sabe; desde los primeros día de gestión ha apostado a seducir al capital. La pregunta ahora es si el capital está en condicione­s de generar el puente de crecimient­o que la Argentina necesita para encontrar no sólo la viabilidad económica, sino también social y política que tanto necesita.

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TELAM SEDUCTOR. El ministro Cabrera estuvo en Washington con inversores.

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