Perito de Barreda analiza el perfil del triple femicida de Mendoza
Miguel Maldonado sostiene que ninguno de los dos tenía antecedentes y que ambos “creen en la inferioridad de la mujer”.
Miguel Maldonado ya no fuma, pero lo hacía en ese momento. Aceptó el ofrecimiento de Ricardo Barreda: tomó el cigarrillo y lo prendió. El humo comenzó a enturbiar la atmósfera del pequeño cuarto de una comisaría de La Plata, donde el odontólogo permanecía detenido por el cuádruple crimen de su mujer; su suegra y sus dos hijas Adriana y Cecilia.
En esa primera entrevista con el asesino, en diciembre de 1992, el médico psiquiatra que tuvo a cargo las pericias del caso aún recuerda la densa tensión que se respiraba junto al fuerte olor a tabaco. Barreda no sonreía. Le llamó la atención su acentuada frialdad: no lloraba ni suplicaba. Sólo estaba ahí, sin gesticular demasiado, excepto cuando hablaba de “ésas”, como llamaba a las víctimas. “¡Ahí sí que se transformaba! Cada vez que las nombraba se le dibujaba en el rostro una mueca de asco. Nunca de congoja o arrepentimiento. Era repulsión, llana y lisa”, recuerda Maldonado.
Veinticuatro años después, encerrado en una celda de la localidad mendocina de Godoy Cruz, Daniel Zalazar mira fijamente a la cámara que lo apunta. Está detenido, acusado de haber asesinado a puñaladas a su pareja, Claudia Lorena Arias, su tía Marta Ortiz y su abuela Silvia Díaz de Ortiz. Atacó también a los hijos de A rias, de 8 y 11 a ño s, y a una beba de 10 meses, que sería su hija. Aún resta conocer el resultado de las pericias, pero el fiscal Santiago Garay no tiene dudas de la autoría de Zalazar.
Al igual que Barreda, tras la masacre, el triple homicida se mostró “frío”. No se mostraba nervioso. “Lo noté callado, un tipo normal”, dijo un funcionario que interviene en la causa a PERFIL. Rasgos de una personalidad que descoloca a los investigadores y que para Maldonado habla de una personalidad con “rasgos psicopáticos”. El estudiante de Medicina dio ante el fiscal una coartada. Reconoció que había estado en la casa de su pareja, pero aclaró que se fue antes de la masacre. Justificó sus heridas con un presunto robo. Antes de ser apresado, el dentista intentó simu la r que su familia había perecido en un violento asalto.
Para el perito forense y médico psiquiatra, los autores de ambos femicidios fueron “individuos que, aparentemente, eran buenas personas” y que “masacraron sin piedad”. “Las heridas muestran que asesinaron con saña”. Y observa como rasgo común “la multiplicidad de víctimas mortales Cada vez que a Barreda le nombraban a sus víctimas, se le dibujaba una mueca de asco. Nunca de arrepentimiento.