Ante la ley de paridad: hoy sólo hay un 10% de intendentas y 20% de gobernadoras
¿Cómo hacer para aprovechar la oportunidad política y hacer que los cambios sean efectivos? La autora analiza la situación de los cargos ejecutivos y legislativos, y advierte sobre algunos riesgos del cambio.
¿Es la paridad un capricho de una minoría activa para perpetuarse en el poder? ¿O un ardid de esposas y queridas para llegar a los cargos? ¿Estamos frente a una medida que consagrará el liderazgo femenino cambiando para siempre todo el sistema político? ¿O es irrelevante porque el tema no le interesa a “la calle”?
Así aparece en estos días el debate en torno a la ley de paridad, a propósito de su aprobación en la provincia de Buenos Aires: exaltado y atravesado por prejuicios, desdibujando el sentido de lo que está en discusión, es decir, las condiciones de acceso a los cargos de poder político –puntualmente legislativos– entre hombres y mujeres. Ni más –porque este debate no hace, en principio, al acceso de las mujeres a todos los espacios de poder en la sociedad–, ni menos, porque es preciso reconocer que aunque se avanzó queda un largo camino para alcanzar la paridad efectiva.
A 25 años de aprobada la Ley 24.012 –cuando Argentina se transformó en el primer país del mundo en exigirles a sus partidos una cuota mínima de 30% de mujeres en las listas a cargos electivos nacionales–, los datos nos permiten ver con mayor claridad dónde estamos parados.
La paridad no es un capricho. La ley de cupo permitió que las mujeres pasaran de ocupar el 4,3% de las bancas en la Cámara de Diputados de la Nación al inicio de la recuperación democrática, al 38,5% de nuestros días. Pero este avance, sin duda significativo, se ha transformado en un techo: los datos del Directorio Legislativo 2016 muestran que en 20 de las 24 legislaturas provinciales las mujeres no superan el 40% de las bancas (26% en Buenos Aires, 21% en Santa Cruz y 20% en Santa Fe, por tomar algunas de las más rezagadas). Y este panorama resulta relevante porque como señala el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), las legislaturas provinciales constituyen el principal espacio por el que ingresan las mujeres a la política para proyectar sus carreras.
Fuera de los legislativos encontramos mayores dificultades: Cippec, Directorio Legislativo y la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación advierten que las mujeres representen el 50% de la fuerza de trabajo de la Administración Pública Nacional (sin contar fuerzas de seguridad y defensa) pero el 22% de los altos cargos políticos (ministerios, secretarías y subsecretarías); también el 60% del personal administrativo y el 34% de los jueces en la Justicia Nacional y Federal. Pero la brecha es todavía mayor en los poderes ejecutivos a nivel subnacional: las mujeres alcanzan apenas el 10% de las 2.222 intendencias y el 20% de las 24 gobernaciones.
La oposición cuota-mérito es un prejuicio. Pedirles a las mujeres el muestrario completo de las virtudes políticas para ampliar su representación es, cuanto menos, exagerado. La idoneidad, la honestidad y la responsabilidad por las de- cisiones que se adoptan son exigibles a toda la dirigencia política, más allá del género. Creer que los cupos atraen –casi exclusivamente– a mujeres cuyo único mérito es tener una relación con un hombre es un prejuicio: no hay evidencia científica que lo sostenga. Por el contrario, estudios sobre las trayectorias de las legisladoras nacionales (Borner, Marxy Caminotti) muestran que éstas provienen de la militancia partidaria y de cargos legislativos y/o ejecutivos del nivel nacional o provincial. Pero además, como detalla el Directorio Legislativo (2016), las legisladoras nacionales y provinciales tienen las mismas o mayores credenciales educativas: en el Congreso Nacional el 76% de las diputadas cuenta con título universitario contra 72% de los varones y el 90% de las senadoras frente al 69% de sus pares. Datos no muy alejados de los que se registran en el resto de nuestra sociedad:
La oposición cuota-mérito es un prejuicio. Pedirles a las mujeres el muestrario completo de virtudes es, cuanto menos, exagerado