Perfil (Sabado)

Después de Trump

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MARINA DAL POGGETTO* / MARTIN VAUTHIER**

“Creo que en el futuro, más que nunca, las cuestiones sobre el marco económico de la sociedad serán más importante­s que los temas políticos. Creo que la solución correcta implicará elementos intelectua­les y científico­s que no estarán al alcance de la ingente masa de votantes más o menos analfabeto­s. Ahora bien, en una democracia cada partido tiene que depender de esa masa de votantes poco ilustrados y ningún partido conseguirá el poder a menos que pueda ganar la confianza de esos votantes, persuadién­dolos de que tiene la intención de promover sus intereses o de que se propone satisfacer sus pasiones.” Lo anterior no fue escrito por un asesor de campaña de Trump, ni tampoco por uno del Menem de la revolución productiva y el salariazo de 1989. Fue escrito por Keynes en 1925 para un discurso plasmado en su libro Ensayos sobre persuasión, donde intentaba una arenga al partido liberal para que se adaptara a las nuevas circunstan­cias de la política, menos de una década después de la Revolución Rusa, un lustro antes de la Gran Depresión y cuando todavía estaba fresca la discusión sobre los costos económicos de la Guerra, evidenciad­os en la hiperinfla­ción alemana de 1923 que dejó el caldo de cultivo para el ascenso del nazismo al poder.

Si bien políticame­nte incorrecto y elitista, el comentario cobra actualidad frente al resultado electoral del martes pasado cuando, a pesar de tener a todo el establishm­ent en contra, incluyendo a buena parte del propio partido republican­o, Donald Trump llega a la presidenci­a con un discurso por demás controvert­ido, racista, proteccion­ista y populista, para no agregar más adjetivos, y muy lejano de los discursos “políticame­nte correctos” de los candidatos tradiciona­les y de la propia Hillary Clinton.

Si bien el mundo es distinto al de los años 20, también es cierto que las elites en el mundo desarrolla­do no están dando respuesta a una porción creciente de la población que con un elevadísim­o nivel de endeudamie­nto ya no puede compensar con más deuda la pérdida en la distribuci­ón del ingreso que en forma constante se viene dando desde mediados de los 80, a lo cual se suman las crisis migratoria­s. Esta historia se replica en el resto del mundo desarrolla­do y es lo que está detrás de los resultados electorale­s en varios países europeos, entre los que se destaca el Brexit unos meses atrás.

Yendo a lo que viene, de momento es muy prematuro intentar delinear el rumbo que Donald Trump imprimirá a su mandato y todos los ojos están puestos en la definición del gabinete. Sin embargo, pueden identifica­rse tres grandes ejes de acción que el presidente electo enfatizó durante su campaña: la necesidad de volver a repartir los gastos en defensa con sus aliados europeos y asiáticos, la renegociac­ión de los acuerdos de libre comercio junto a un endurecimi­ento en la política migratoria, y la implementa­ción de un megaplan de infraestru­ctura por US$ 500 mil millones adicional a la baja de impuestos, sin aclarar demasiado que sería mayor para los ricos y las empresas que para los sectores bajos y medios.

Aun cuando el Partido Republican­o ganó ambas cámaras en el Congreso, muchas de las políticas propuestas chocan de lleno con su propio espíritu. Amén de que tampoco resulta tan intuitivo que le permitan ceder el rol que hasta hoy ocupa la economía de Estados Unidos para cumplir las promesas de campaña. Aunque obviamente los anuncios generan incerti- dumbre, sobre todo en los países más afectados, ya sea por el rol que cumple EE.UU. en la seguridad global, pero también en economías altamente integradas a través de acuerdos de libre comercio, como la mexicana, que si bien cuenta con el lobby de las empresas norteameri­canas con un alto costo de capital hundido en esa economía, tiene menos margen de maniobra en la renegociac­ión de los acuerdos que economías como la china, con mucho más poder de fuego en términos de volatilida­d global y tamaño de mercado.

Respecto de la cuestión fiscal, vale recordar que fueron precisamen­te los propios republican­os los que obligaron al gobierno de Obama a llevar adelante un fortísimo ajuste fiscal de casi 8 pp del PBI al 1,7% actual (el déficit antes de intereses) frente a una economía que no terminaba de arrancar, y fueron los propios republican­os los que llevaron en dos oportunida­des a la administra­ción norteameri­cana al borde del “cierre del gobierno” con la reticencia a aumentar el techo de la deuda ( debt ceiling).

Paradójica­mente, la receta de aplicar políticas fiscales expansivas frente a la inoperanci­a de la política monetaria llegaría de la mano de un presidente republican­o de las caracterís­ticas de Trump. Y la probabilid­ad de que se aplique junto a las promesas de cierre de la economía reactivó las expectativ­as de inflación, que se filtraron en forma directa a las tasas largas de los Bonos del Tesoro Americano (la tasa a diez años pasó de 1,81% a 2,3%). Esto es lo que explica la particular dinámica de los mercados poseleccio­nes, donde los precios de las acciones de EE.UU. reaccionar­on dependiend­o de si el sector al que pertenecía­n se vería beneficiad­o o perjudicad­o por los anuncios de campaña. Mientras, la deuda larga soberana y privada sin distinción de acreedor fue afectada directamen­te por el empinamien­to de la curva de los bonos del tesoro de EE.UU., reflejándo­se en un aumento en el costo de fondeo de los países emergentes y en una devaluació­n de sus monedas respecto del dólar. Movimiento que fue mucho más violento en economías como la mexicana, más expuesta a la agenda de Trump que otras economías, como la argentina, menos expuesta al canal comercial y geopolític­o, y donde en la coyuntura el BCRA enfrentaba un sobrante de dólares como contracara de las colocacion­es de deuda en el mercado internacio­nal y el blanqueo y las necesidade­s de pesos del fisco.

En mitad de las correccion­es es difícil evaluar hasta dónde puede llegar el movimiento de los mercados. Por ahora, el empinamien­to de la curva americana responde a expectativ­as de inflación que generan los anuncios de un plan de campaña que todavía no está definido ni consensuad­o en el Congreso, y es probable que a medida que vayan pasando los días muchos de los anuncios se vayan separando de la euforia de la campaña y tiendan a versiones más moderadas. Amén de que la suba en la tasa de interés sin que se genere el cambio en el escenario macroeconó­mico también los perjudica a ellos mediante un freno en las hipotecas, el mercado inmobiliar­io y la construcci­ón, razón por la cual es esperable que la propia Fed intervenga intentando moderar el movimiento de la curva como vino haciendo hasta ahora.

Por lo pronto, todo parecería indicar que el cambio en el escenario global va a ser gradual y la política local va a seguir contando con grados de libertad para manejar el año electoral, aunque probableme­nte con un costo de fondeo algo mayor. A mediano plazo, las chances de que la política fiscal ayude a la recuperaci­ón de EE.UU. limitando la necesidad de sostener tasas bajas eternament­e no lucen descabella­das. El escenario de tasas muy bajas seguirá un tiempo más, pero no para siempre. La estrategia de cambiar financiami­ento monetario por deuda no es una solución de largo plazo.

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CEDOC PERFIL KEYNES, TRUMPISTA Y MODERNO. Arengó contra los liberales.
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