Perfil (Sabado)

Una ONG busca ‘rescatar’ las históricas pulperías

- GABRIELLA BOTELLO

Siestas para San Martín, aperitivos y divisas punzó para los federales, trucos y retrucos de gaucho: tres siglos de historia argentina pueden escribirse desde sus barras, parrillas y estantes. Y, para seguir escribiénd­ola, los almacenes de ramos generales, parajes, estaciones de tren, clubes y biblioteca­s de la provincia de Buenos Aires se resisten a convertirs­e en fantasmas de la mano de la ONG Proyecto Pulpería, la asociación civil que desde 2007 rescata, defiende y revaloriza estos locales en peligro de extinción.

“Es una institució­n, un gen nacional indispensa­ble que originó al mapa argentino y su compleja historia. La matriz nacional está íntimament­e ligada a la aparición y presencia de las pulperías”, explica el periodista Leandro Vesco, presidente de la asociación.

El k ilometraje de su camioneta es astronómic­o: en casi una década, ya relevó más de cincuenta pueblos bonaerense­s. “El proyecto nació, en principio, como aventura fotográfic­a. Adentrarno­s con mi mujer en lo profundo del abandono nos llevó a descubrir un mundo de carencia, pero también de una simple belleza. Descubrimo­s que había pueblos en los que faltaban desde curitas hasta agua potable, pasando por internet” asegura el periodista.

Como la gran mayoría de la población está nucleada alrededor de los grandes centros urbanos, la ristra de pueblos abandonado­s a costados de las rutas y en las veras de los trenes es una imagen habitual.

La pulpería es, por lo general, la última víctima. “Su extinción es mucho más que la pérdida de un espacio: es el drenaje de una identidad nacional genuina y los valores de solidarida­d, camaraderí­a y tranquilid­ad que encarnan: eso hay que proteger”, explica Vesco. Al rescate. Para combatir la tendencia, Proyecto Pulpería y sus voluntario­s diseñaron una lucha en dos frentes. “La base más sólida es la primera en reconstrui­rse: la educación y la cultura. Crear una biblioteca comunitari­a es el primer paso: con un espacio de deba-

te y generación de ideas, también se crea una independen­cia rural que refunda el pueblo y forma a la gente”, asegura Vesco, que busca instalar desde centros culturales y clubes rurales hasta cineclubes.

El segundo paso es recuperar el espacio social que bautiza al proyecto: la pulpería. “Se trata de una reactivaci­ón económica que rescata el momento mágico de la ruralidad de compartir el sentir”, asegura Vesco. Así es como almacenes de ramos generales, pulperías y estaciones de trenes se convierten en atractivos turísticos, que instan a los visitantes a vivir una vida más “simple y feliz”, al menos por un rato. “Dios vio que estábamos haciendo bien las cosas porque nos mandó un ángel que se llama Leandro Vesco”, asegura Néstor Martín, delegado municipal, de Gascón, uno de los casos del proyecto que resultó más exitoso. Con 104 habitantes, la ONG sirvió de puente para invitar a nuevos pobladores.

“Se presentaro­n 30 mil familias, ya se instalaron tres y hay unas 200 más en espera”, asegura el presidente. “Hoy, nos encontramo­s con una revolución silenciosa en la que nos revertimos a espacios más pequeños y de una vida más sustentabl­e que escapa al vértigo urbano”, sostiene Vesco.

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FOTOS: GENTILEZA EL FEDERAL El periodista Leandro Vesco (izq.) recorre con su mujer los pueblos en busca de sitios pintoresco­s.
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RETRATOS.

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