Perfil (Sabado)

Recrear un modelo virtuoso

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FEDERICO I. POLI*

Para no quedarnos con lo anecdótico del ruido que generaron los dichos del ex ministro Lavagna y aprovechar la ocasión para reflexiona­r sobre la economía, es interesant­e repasar las visiones en las que pueden agruparse los discursos económicos. Explicitar los supuestos y modelos que hay detrás de los diagnóstic­os sobre la situación actual y lo que es esperable hacia futuro, hará provechoso el debate. Se detallan las cuatro corrientes más relevantes: 1. El gobierno sostiene que ésta es una etapa de transición. El sinceramie­nto de la pesada herencia y los escasos márgenes de maniobra de que dispone, más su debilidad política, expresada por la situación de minoría parlamenta­ria, limitaron su capacidad de realizar modificaci­ones. Pudieron llevar adelante parte de la recuperaci­ón tarifaria, la apertura de la cuenta capital del balance de pagos, el arreglo del default y la devaluació­n con quita de retencione­s. Pero los resultados no fueron los esperados. Es central ganar poder político en las elecciones de octubre de 2017 para poder implementa­r el “modelo M”. Para esto consideran que deben transitar un camino que significa, en parte, profundiza­r los desequilib­rios que planteaban corregir: déficit fiscal, endeudamie­nto externo, atraso cambiario, economía semi-cerrada.

Esperan que atrasando más el tipo de cambio, bajará la inflación y se recuperará el poder adquisitiv­o de los salarios y las jubilacion­es, lo que sumado a la obra pública, reactivará el nivel de actividad con los desequilib­rios maximizado­s. El supuesto optimista es que los estímulos al consumo funcionará­n igual que lo hicieron en el modelo populista, a pesar del cambio de expectativ­as del consumidor, en un escenario de recesión y de-sempleo, y del desmonte de la represión financiera.

Luego de ganar las elecciones, arrancará el modelo M. ¿Cómo se logrará? Viendo fortaleza política que les asegura confianza en las reglas de juego, la inversión, extranjera principalm­ente, llegará a nuestro país. El interrogan­te es si habrá inversión genuina en sectores transables, con un TCR muy atrasado, que mina su rentabilid­ad. El crecimient­o permitiría disminuir el déficit fiscal, esto, a su vez, el endeudamie­nto y la inflación, lo que permitiría bajar la tasa de interés y eso haría un poco menos atractivo el reciclaje de dólares financiero­s. ¿Pero cómo se recuperará después el TCR? 2. Los populistas consideran que, a fines de 2015, la economía sólo tenía pequeños desajustes, que se corregían con dosis homeopátic­as de correctivo­s, pero estaba por el buen camino. Los problemas que atraviesa la economía hoy serían consecuenc­ia deseada de las políticas aplicadas que buscaron generar una redistribu­ción de la riqueza hacia los sectores opulentos (tarifazo, quita de retencione­s, devaluació­n). También la desocupaci­ón es buscada para disciplina­r la fuerza laboral y reconducir una reducción de los salarios. Ven detrás de la acción de gobierno una intenciona­lidad de la “CEO-cracia” de beneficiar a sus empresas y desatender a los sectores populares, dando de baja a programas sociales. Para estos, sólo puede esperarse un futuro peor y la eclosión del modelo liberal. 3. Los economista­s ortodoxos son consecuent­es con su diagnóstic­o de que la decadencia argentina se debe al despilfarr­o fiscal de la clase política. Que nos condena a vivir en el déficit público y el sobre-endeudamie­nto y a la economía cerrada, debida al poder corporativ­o de empresario­s y sindicatos. En esta visión plantean que el actual gobierno es una continuida­d del populismo con buenos modales, porque no hace el ajuste fiscal ni abre la economía. Todo el resto de los problemas (endeudamie­nto, inflación, tasas altas, recesión, desocupaci­ón, atraso cambiario, etc., etc.) se debe a esta falta de decisión política. 4. Los neo-desarrolli­stas considerab­an que la economía populista era insostenib­le por los desequilib­rios acumulados y las distorsion­es introducid­as para aguantar a la entrega del poder. En el cambio de modelo era central mejorar el TCR (y la liberación del cepo era la oportunida­d) y cuidar los sectores más desfavorec­idos. A partir de esa base se podía plantear una integració­n al mundo virtuosa del tipo apertura exportador­a junto a un mercado interno fortalecié­ndose.

L a operación de ca mbio de pre - cios relativos sobre la que debía montarse el programa desinflaci­onario falló, a pesar de la devaluació­n realizada. Por otra parte, el Gobierno se vio desbordado por el agravamien­to del problema de la pobreza, debido a la inflación reprimida, que emergió, y a la quita de las retencione­s.

Las causas del fallo en el cambio de precios relativos fueron numerosas en un escenario muy estrecho, por la difícil situación de partida, en el que cada pequeño error se amplificó. El principal fue, sin duda, el error conceptual sobre la falta de convicción en la importanci­a del TCR competitiv­o para el despegue de la economía y su crecimient­o de largo plazo. La autoridad monetaria afirmó desatender­se del TCR como objetivo de su política y, por ende, no puso instrument­os a este fin. No se priorizó el ajuste cambiario al tarifario, ni se llevó adelante el anunciado acuerdo social que acordara una política de ingresos, porque se pensó la solución al problema inflaciona­rio como, únicamente, monetaria.

Una política fiscal laxa y una política monetaria contractiv­a llevaron a la apreciació­n de la moneda local; colocando deuda externa se generó un exceso de dólares en el mercado de cambios y emitiendo deuda interna se subió la tasa de interés, lo que, también, generó afluencia de dólares para armar “la bicicleta financiera”. La novedad que está surgiendo. Se está configuran­do un esquema que lleva, en el mejor de los casos, a inversión en no transables y en el núcleo agroexport­ador y minero con ventajas comparativ­as y, además, nos deja más expuestos al cambiante contexto financiero internacio­nal, en momentos de alta incertidum­bre. De la dinámica que se plantea, preocupa que los procesos de gran atraso cambiario, altas tasas de interés y sobre-endeudamie­nto no registran antecedent­es de aterrizaje suave.

Partiendo de la buena fe de quienes conducen los destinos del país y de los que señalan preocupaci­ones desde visiones distintas y razonables, es una verdad que no es tarde para corregir el rumbo y poder dar lugar a un modelo virtuoso de integració­n al mundo con un mercado interno pujante, a partir de un sector productivo competitiv­o. No es tarea fácil y requiere de un amplio consenso político. Pero esa fue la ilusión que despertó en muchos argentinos el Presidente cuando nos convocó para, lejos de las visiones extremas de la ortodoxia económica, dejar atrás años de populismo, inconducen­te a la búsqueda del bienestar.

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CEDOC PERFIL BANCO CENTRAL. Se subestimó el tipo de cambio.

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