Perfil (Sabado)

El oficialism­o desecha por ahora un plan B

Fueron desoídos los consejos de Monzó, la voz disonante que pide sumar peronistas.

- ANDRES FIDANZA

Las sugerencia­s rupturista­s de Emilio Monzó tendrán que esperar. Hace poco más de un año, el macrismo desoyó el consejo de analistas, consultore­s, editoriali­stas, punteros y sindicalis­tas, y llegó a la presidenci­a sin la necesidad de acordar con el peronismo. Una fuerza moderna de centrodere­cha como el PRO ganó sin estar atada (y condiciona­da) a una alianza con el PJ. Ahora, con un año de gobierno y desgaste encima, algunas voces propias sugieren que es momento de modificar la estrategia y rumbear hacia el peronismo con el caballo algo cansado.

Esa posibilida­d parecía colarse por la ventana del retiro espiritual macrista, al punto de volverse un tema formal o de pasillo, dentro del encuentro encabezado por Mauricio Macri en Chapadmala­l.

Pero los gobiernos no cambian tan fácilmente. Mucho menos después de haber terminado, sin mayor ayuda que la de un radicalism­o debilitado, con el mito de la invencibil­idad del peronismo.

El macrismo (como antes el kirchneris­mo) tiene un ADN, un orgullo, una ideología y un público propio al que no pretende traicionar. Y Monzó, tras haber hecho pública su queja a través de los medios, ayer optó por no reflotarla durante su exposición en el quincho de la residencia costera. Directaman­te no repitió su comentario.

Pese a esos planteos de tono PRO-peronista, en Cambiemos domina el plan duranbarbi­sta. Esa estrategia sugiere concentrar­se en el juego propio y hablar exclusivam­ente el lenguaje de los despolitiz­ados.

Así, si el gobierno no está dispuesto a ampliar su marco de alianzas, existen muchas menos chances de que habilite una discusión sobre un cambio de rumbo en la economía. “Es gratis la demagogia de decir ‘quiero bajar todo cuando no gobierno’”, afirmó ayer el ministro de Hacienda Alfonso Prat- Gay. Fue un comentario con saña dedicado a Sergio Massa, en un anticipo de la campaña electoral que vendrá.

Sin brotes verdes ni luces al final del túnel, el gobierno vive de cierta inercia social antikirchn­erista, sumado al handicap de la confianza. Ante la falta de grandes resultados, la política se volvió una cuestión de fe. Y si las opciones son creer o reventar, aún son mayoría social los que prefieren creer. El gobierno percibe y aprovecha ese clima favorable. El retiro espiritual sirvió para confirmar que, por ahora, el macrismo desecha los planes B.

Se vive de una cierta inercia social antikirchn­erista y a la confianza

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CEDOC PERFIL ALFAJORES. El presidente y Vidal visitaron la planta de Havanna.

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