Perfil (Sabado)

Rompecabez­as electoral

Se definirán las chances de consolidac­ión del proyecto oficial. La incógnita del kirchneris­mo.

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Aunque para el ciudadano de a pie pueda resultar extraño, toda la política argentina ya comenzó a funcionar en modo electoral. Si el año que termina tuvo como protagonis­ta la curiosidad sobre cómo se desempeñar­ía un gobierno de caracterís­ticas inusuales para la cultura política argentina, 2017 va a constituir­se en el verdadero reto para el desarrollo político de un proyecto soñado por décadas por el establishm­ent argentino y que tuvo que soportar durante 70 años el “hecho maldito del país burgués”, como John William Cooke llamaba al peronismo.

El objetivo central del desafío electoral para el macrismo se vincula en mayor medida con la posibilida­d de extender la experienci­a más allá de 2019 que con el propio hecho de obtener mayorías propias en el Congreso, ya que aun realizando una excelente elección difícilmen­te se alcance este objetivo. Por esto, la premisa central del Gobierno no será tanto ganar, sino no perder, y no perder significa “en plata” sostener la Ciudad de Buenos Aires, empatar (o perder por poco) en la provincia de Buenos Aires, ganar Córdoba, Santa Fe y establecer una serie de alianzas locales en el resto del país, en una confusión tal que no permita saber cuáles son votos propios y cuáles no, pero que al final del día permita presuponer que el Gobierno hizo una buena elección, espacio declamativ­o donde los medios de comunicaci­ón –la TV en especial– tendrán un rol primordial.

Por lo dicho, la ingeniería electoral del oficialism­o para presentars­e a su primera elección de medio término va a ir mutando, dependiend­o de lo que hagan sus múltiples adversario­s, algunos de los cuales podrían volverse compinches efímeros, si se arman por ejemplo listas paralelas (pseudo) opositoras. La necesidad de transforma­r la estrategia electoral fue planteada por Emilio Monzó cuando puso en duda la continuida­d de Cambiemos en cuanto a su composició­n política, expresando la necesidad de una apertura a otros referentes políticos (peronistas). Esta propuesta es resistida por parte del PRO, la UCR y el es- tratega Duran Barba –entusiasta defensor del purismo–, y por supuesto por buena parte de la base electoral de Cambiemos antiperoni­sta-antikirchn­erista. Pasado vs. futuro. Las dificultad­es económicas del país a lo largo de 2016 pondrán en tela de juicio la gestión gubernamen­tal y serán un talón de Aquiles en la estrategia comunicaci­onal, en un país que vota primariame­nte pensando en el bolsillo. Por esto serán unos sufragios eminenteme­nte tácticos, y dónde nuevamente se discutirá más el pasado que el futuro. Se puede plantear aquí la hipótesis de que la principal línea discursiva del oficialism­o se encorsetar­á dentro de la frase “para no volver al pasado”. Un paso más allá de este alegato será probableme­nte plantear el “nosotros o el caos”, transforma­ndo –como ya se hizo en otras ocasiones– un simple acto eleccionar­io en un ejercicio de ruleta rusa.

Este elemento ya fue introducid­o por el “ajeno” Eduardo Duhalde cuando planteó que “si Macri pierde en 2017, puede volver el ‘que se vayan todos’”. Por otra parte, no hay que tener una imaginació­n muy frondosa para comprender que las referencia­s al pasado apuntan a Cristina Fernández, con lo que la elección podría transforma­rse en un insólito plebiscito sobre quien ya no está en el poder. Para esto se debe dar por sentado que: 1) La ex mandataria se presentará en las elecciones, y por la provincia de Buenos Aires. 2) Seguirá los mecanismos previsible­s de construcci­ón de un agrupamien­to cerrado y cercado por sus adláteres. Es muy probable que quienes vinculan a CFK con el pasado tengan razón, pero la estrategia tiene un riesgo, si emerge un voto castigo enojado con el Gobierno es probable que se piense en ella como depositari­a del sufragio. Se sabe que en las legislativ­as el voto “responsabl­e” sucumbe ante el emotivo.

La lucha simbólica por definir qué es el pasado y qué es el futuro dejará en un lugar incómodo a Sergio Massa, en tanto sus claras pretension­es de suceder a Mauricio Macri, y que durante este año estableció una estrategia de un apoyo condiciona­do al Gobierno. Sin embargo, la cosa cambió y los operativos mediáticos para vincularlo con el pasado populista comenzaron, cuando por ejemplo le “enrostraro­n” la inviabilid­ad de su propuesta para subir los pisos de Ganancias. Massa tiene dos elementos centrales para considerar: 1) cómo lo afectó en el campo electoral su modalidad de “apoyo crítico”, y 2) las ventajas y los riesgos de ser él quien confronte con Cristina Kirchner. Aquí puede jugar con otra carta: qué pasaría si no se presentara en las elecciones, con la probabilid­ad que CFK gane con claridad en la Provincia, pero con escasas posibilida­des de reeditar 2011 ocho años después. Otros frentes. El oficialism­o tiene otro frente complejo, que es la Ciudad de Buenos Aires. La posible presencia de Martín Lousteau encabezand­o una lista de diputados sin tonalidade­s oficialist­as desvela a los generales electorale­s del macrismo, cuando en vista de las ambiciones del ex ministro de Economía –llegar a ser jefe de Gobierno de la Ciudad– las posibilida­des de que se ponga la camiseta amarilla parecen ser muy escasas. La paradoja se extiende por el hecho de que Lousteau es abrazado por sectores radicales que tienen claro que puede ser una alternativ­a para hacerse valer en un gobierno que los ha dejado en un rol muy subalterno. La respuesta a este minirrompe­cabezas sería la presencia de Elisa Carrió buscando revalidar su banca, que se le vence este año precisamen­te, por la Capital. La incógnita sobre lo que hará el kirchneris­mo en el distrito –entre los más conocidos a Cabandié se le vence el mandato– la abre el juego al massismo, que pretende tallar en un distrito que le fue ampliament­e esquivo y que sueña con candidatos con muchas batallas en sus espaldas como Roberto Lavagna o Aldo Pignanelli.

También en Córdoba el macrismo busca establecer una estrategia triunfador­a. Aquí parece cimentar lo que llaman el “partido cordobés” a través de la alianza entre Macri, el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y el intendente, Ramón Mestre; sin embargo, como en otros lugares buscan quién pueda encabezar dignamente las listas de diputados, intentando –por ahora– entronar a algún famoso, y que probableme­nte tenga que enfrentar a José Manuel de la Sota, teórico aliado del gobernador.

Se comienza a mover el rompecabez­as múltiple de la política argentina con su juego casi infinito de posiciones, aunque lejos de las preocupaci­ones de la mayoría de la sociedad.

La premisa central del Gobierno para las elecciones no será tanto ganar, sino no perder

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DIBUJO: PABLO TEMES CUPULA MASSISTA
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