Perfil (Sabado)

¿Economía vs. finanzas?

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MIGUEL ANGEL ARRIGONI*

Dicen que nadie resiste un archivo. Pero yo me le animo: desde principios de año he sostenido que las tasas deben ser positivas en términos de ahorro (léase dólar…), no respecto de una inflación devenida de una economía en total caos y distorsion­es pésimas.

Ahora es generaliza­da la opinión de que no se ha logrado el resultado esperado frente a la inflación, acentuando la caída de la actividad.

Lo que ha sucedido era esperable: no se puede mejorar la economía sólo con el manejo de la tasa de interés y el tipo de cambio. No en la Argentina de hoy, menos en la heredada.

Esto ha sido un error de diagnóstic­o a nivel de las cuentas públicas, pero también a nivel de los privados: la recesión alcanzaba a todos, no sólo al sector público.

Estos, además de luchar contra el mercado, encontraro­n en las elevadísim­as tasas un enemigo adicional. Recordemos que la tasa testigo, la Lebac, es un piso, y desde allí la cascada va in crescendo, sobre todo para las pymes.

Me he cansado de debatir el tema, llegando a dudar de si era posible, con semeja nte posit ividad frente al dólar, que la economía despegara. Mi opinión fue siempre negativa, pero escuchando a prestigios­os economista­s afirmándol­o, reconozco que he llegado a pensar seriamente en un enfoque errado.

Pero no. La lógica financiera se impone sobre recetas no aplicables para nuestro caso o, al menos, no en la soledad de la política del BCRA.

De hecho, la positivida­d de las tasas frente a la inflación es algo que no se da en Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, casi toda Europa, etc. Todas las economías desarrolla­das, afectadas por la crisis del año 2008/9, adoptaron una política de tasas bajas, negativas en términos de poder adquisitiv­o, para la recuperaci­ón.

Otras, como Brasil, devaluaron fuertement­e para evitar una caída mayor.

Ahora, el ritmo de baja de tasas sostenido intenta recuperar la senda, pero al ser el punto de partida tan alto (Lebac al 38%), esto toma mucho tiempo. Y ya ha pasado un año sin señales de recuperaci­ón.

Aun en tasas del 25%, seguimos lejos de algo que ayude a una situación aun más deteriorad­a, con una marcada caída del consumo.

Al otro lado el tipo de cambio: se habla de “la devaluació­n más exitosa de la historia”. No comparto. El mercado ya había devaluado, lo que sí ha sido exitoso es el reconocimi­ento de éste como el verdadero árbitro, y la decisión política perfecta de romper los cepos. Mucho se ha hecho muy bien, no nos confundamo­s, estamos discutiend­o el cómo, no los objetivos, que están totalmente alineados con un país que quiere cambiar y un gobierno comprometi­do con ello.

Ahora bien, luego de esta corrección, hemos vivido una importante inflación y el valor de la divisa sigue aproxima- damente igual.

Esto quita competitiv­idad, que se declama y reclama al sector privado, el cual se pregunta cómo conseguirl­a con transporte­s carísimos e ineficient­es, comunicaci­ones inadecuada­s y también onerosas. Altísima presión impositiva y muy bajo retorno de servicios básicos del Estado. Sólo como ejemplo, los contribuye­ntes del impuesto a las ganancias, en cantidad importante, enviamos a nuestros hijos a colegios pagos, pagamos por la salud y por la seguridad. ¿Qué recibimos a cambio? ¿Una nueva autopista para que la vieja permita legitimar la intrusión de la Villa 31? Hay decisiones que no se entienden.

Entonces, pretender que una empresa argentina hoy compita a nivel internacio­nal en la mayoría de los casos sería como pedirle a Usaín Bolt que bata récords con un piano sobre su espalda.

Entonces, sí, la corrección cambiaria es hoy por hoy la única alternativ­a para lograr “bajar por la escalera” de esta crisis y lograr revertirla.

También permitiría mejorar las cuentas públicas, frente a un déficit que preocupa a economista­s y ciudadanos, pero no al aparato político legislativ­o: siguen aprobando leyes para expandir aún más el gasto. Sin comentario­s.

Las provincias, mientras tanto, zafan este tiempo con deudas, pero éstas no han conllevado inversione­s; por ende, se avecinan crisis por este flanco también.

Frente a todo este panorama, creo que se impone que el Gobierno retome la iniciativa y vuelva a sorprender, como lo hizo en sus primeros días (cepos, holdouts, etc.).

¿Cuál podría ser esa sorpresa? Un plan de estabiliza­ción. Intentar acomodar las variables como se hizo con el austral o la convertibi­lidad, pero asumiendo un financiami­ento genuino del déficit hasta lograr anularlo.

Un pla n integ ra l permitiría que la bonanza que viviremos por efecto del sinceramie­nto no se evapore: es la nueva oportunida­d, sin dudas.

Se trata de acompañar la herramient­a monetaria con distintas acciones simultánea­s, logrando un consenso con sindicatos, empresaria­do, banca, etc.

El Gobierno debe registrar que desde el sector privado hay una gran voluntad de ayudar, lo que no se vislumbra es el cómo. En la Argentina de hoy, pretender acabar con la inflación y lograr reactivaci­ón no se puede pensar sólo con la herramient­a financiera. Aunque ésta acentuara el nuevo camino, quedan muchas variables “sueltas” y sólo una planificac­ión global que las incluya nos podrá dar una mucho mejor perspectiv­a. Repito: el sinceramie­nto brindará la oportunida­d, pero se necesita una visión de cambios desde los sectores.

En un país de “singlistas”: el ejemplo de la obtención de la Copa Davis debería ser el modelo ideal que, en equipo y entre todos, se llega muchísimo más lejos.

Un plan integral, con consenso de todos los sectores, permitiría que la bonanza del sinceramie­nto no se evapore: es la nueva oportunida­d

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Infografía: A.I.

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