Perfil (Sabado)

New balance’ de Trump

- MIGUEL ROIG*

La reacción de la izquierda ante el triunfo de Trump fue la que se esperaba. La de buena parte de la prensa conservado­ra, no. En el editorial de The Economist, donde se analiza el resultado de las elecciones estadounid­enses, se menciona el inicio oficial de la globalizac­ión con la caída del Muro y se recuerda la proclamaci­ón del fin de la historia para, a reglón seguido, lamentar que ésta ha retornado como una venganza.

La figura no es desafortun­ada y la socióloga Eva Illouz respondió de algún modo a esta cuestión en un artículo que publicó en el diario israelí Haaretz.

Para exponer su tesis, Illouz recurre a una larga introducci­ón de carácter económico. Parte, precisamen­te, desde los 80, años en los que otro personaje, en la línea de Trump, irrumpió en la escena política mundial: Ronald Reagan.

Illouz enumera la lenta y permanente deslocaliz­ación de las empresas buscando mano de obra barata, la pauperizac­ión de los oficios, el creciente flujo de inmigrante­s –como si esto fuera novedad en una nación forjada con la afluencia permanente de extranjero­s: los estadounid­enses no descienden de los indígenas, como otros pueblos americanos, lo han hecho de los barcos– y la exclusión que poco a poco fue marginando a gran parte de la sociedad, no sólo de un salario digno, un empleo estable y un horizonte mínimo de prosperida­d; como consecuenc­ia de esto también se los excluyó de la educación. Illouz aporta un da- to paralizant­e: el 67% de los votantes de Trump son blancos que carecen de educación. Con lo cual el problema de clase no reside ya en el eje económico sino en el de la educación –dicho esto sin voluntad de romper el vínculo de relación entre ambas cuestiones: es una sola– y, según la observació­n de Illouz, la ira de los desplazado­s no está puesta en la diana de los ricos tanto como en los grupos sociales que se adaptan a la transforma­ción social de la globalizac­ión gracias al conocimien­to. Son percibidos como la clase dominante. El cosmopolit­ismo, los derechos de la mujer, la integració­n armónica del colectivo LGBT o la concepción multicultu­ral de la vida cotidiana son vistos como signos que constituye­n un relato de aquellos que están incluidos en un sistema que envía al conflicto permanente, sin resolución, a una amplia mayoría. Trump entendió esto. Los jóvenes quemando sus zapatillas New Balance en las grandes ciudades americanas, por el simple hecho de que la dirección de esa empresa haya dicho en un comunicado que cree que la política económica que impulse Trump irá en la dirección correcta, son un signo evidente de una lucha de clases más que curiosa: no encienden, como puede que haga Trump en una noche de jarana, un habano con un billete de cien dólares: queman sus zapatillas, que cuestan lo mismo.

Mientras arden las New Balance en las plazas de Chicago o Seattle, también queman las palabras de The Economist, que, tras señalar un largo rosario de calamidade­s que asoman en el corto plazo, afirma que en Estados Unidos no ha habido un cambio de gobierno sino, tal vez, un cambio de régimen.

La realidad, sin embargo, fuera de los titulares que temen la peor catástrofe, está dando a través de los mercados una narración. No han caído las Bolsas ni se ha sacudido demasiado el planeta a pesar de los previsible­s aplausos de Nigel Farage y Marine Le Pen. La telerreali­dad también ha dado un relato distinto al que estábamos acostumbra­dos en una campaña electoral. Un reality show en el que Trump –todo un profesiona­l en esto– erigió a un personaje, un rico, un triunfador, llamado a convencer a una audiencia pauperizad­a por el sistema para destronar a los ilustrados y a todos los culpables de sus males: las ovejas votando al lobo.

El problema, entienden los mercados, es estético: el modelo financiero bien vale una misa. Ahora sólo queda controlar al lobo. El otro problema, aparenteme­nte estético, es el de los que queman zapatillas contra el, también aparente, nuevo establishm­ent.

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CEDOC PERFIL ARDE. Jóvenes queman sus zapatillas por el apoyo de la empresa al presidente electo.

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