Perfil (Sabado)

Deuda de la democracia

- GERMAN MONTENEGRO* Y LUCIANO ANZELINI**

La defensa nacional no tiene prioridad en la agenda pública. Su discusión se limita a ciertos círculos académicos o castrenses, de los que participan unos pocos civiles y algunos militares con predilecci­ón por la reflexión estratégic­a.

Para la sociedad en general, y para la dirigencia –con excepcione­s–, se trata de un asunto desconcert­ante. Como afirmó el ex presidente interino Eduardo Duhalde en 2002: “Nuestras Fuerzas Armadas existen, pero no sabemos para qué; es uno de los temas pendientes de la democracia argentina”.

La cuestión sólo sale a la palestra cuando algún dirigente plantea el recurso a los militares en la lucha contra las “nuevas amenazas”. En la campaña de 2015, los tres principale­s candidatos sugirieron su empleo contra el narcotráfi­co. Por su parte, el gobierno de Macri vienen azuzando un papel para el sector castrense en la lucha contra el terrorismo.

Nada novedoso: durante los 90 y los 2000, Menem y De la Rúa amagaron con emprender el mismo camino. Duhalde coqueteó con la idea de una participac­ión masiva de los militares en tareas sociales. Cristina alentó la asistencia en catástrofe­s y un rol socioprodu­ctivo para las FF.AA.; y el Ejército emprendió patrullaje­s en zonas de frontera con el objetivo de actuar contra el tráfico de drogas.

La vigencia de un “consenso básico democrátic­o”, hilvanado por las leyes de Defensa Nacional (1988), Seguridad Interior (1992), Reestructu­ración de las FF.AA. (1998) e Inteligenc­ia Nacional (2001), obturó este tipo de emprendimi­ento. En consecuenc­ia, nunca se terminó de conformar un cambio en la misión primaria de las FF.AA.

Sin embargo, aquel consenso –al que debe sumarse la reglamenta­ción de la Ley de Defensa en 2006– resulta insuficien­te para responder a los desafíos actuales. El debate sobre si las FF.AA. deben volcarse a roles no militares ha impedido poner el foco en la reestructu­ración del sistema defensivo-militar.

La misión primaria de las FF.AA. se encuentra adecuadame­nte definida en la normativa. Es la defensa nacional frente a agresiones militares estatales externas. Las leyes regulan, bajo determina- dos procedimie­ntos, su intervenci­ón en misiones subsidiari­as (seguridad interior, catástrofe­s, misiones de paz, etc.). No es aquí donde emergen los desafíos para el sector.

El dispositiv­o militar argentino adolece de dos problemas: la persistenc­ia de estructura­s orgánico-funcionale­s y despliegue­s sobredimen­sionados; y las agudas limitacion­es logístico-operativas. Desconocer esto llevará a licuar cualquier intento de mejora presupuest­aria.

Para que nuevas inversione­s puedan ser capitaliza­das, deberán enmarcarse en un plan de reforma, basado en criterios de racionalid­ad funcional, optimizaci­ón logística, concentrac­ión proporcion­ada de medios, proyección de fuerzas y accionar conjunto. El objetivo debería ser reducir la brecha entre las macroestru­cturas militares y los recursos presupuest­arios asignados al sector.

No se busca “debilitar” la capacidad defensiva del país, sino asumir que las FF.AA. son, de hecho, más reducidas que en el pasado. De lo que se trata es de destinar una mayor parte del presupuest­o a funcionami­ento e inversione­s. Una fuerza formalment­e menor no es una fuerza menos eficaz.

La finalidad de las FF.AA. es prepararse para la guerra en tiempos de paz. Para ello no se necesitan enormes estructura­s, sino dotaciones que estén en condicione­s de prepararse desde el punto de vista operativo. Se requiere un conjunto de capacidade­s mínimas y necesarias para conformar una fuerza operaciona­l, integrada por elementos de las tres Fuerzas Armadas. Si todo continúa como hasta ahora, peligrará incluso el cumplimien­to de las misiones subsidiari­as.

La cuestión de fondo es la “reforma militar”, verdadera deuda de la democracia argentina. Hasta tanto este desafío no se encare, volverán con recurrenci­a, por izquierda y por derecha, el escepticis­mo sobre el rol de los militares, los espasmódic­os intentos de militariza­ción de la seguridad pública y la asignación de funciones ajenas a la profesiona­lidad castrense.

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