Perfil (Sabado)

Tragedias anunciadas

- DANIEL GUEBEL

La caja negra dirá lo suyo, y también los papeles firmados en el aeropuerto de salida, donde se constatará la cantidad de combustibl­e cargada y el peso que llevaba el avión. Algunos dirán que a fin de cuentas el avión es el medio de transporte más seguro del mundo y que esas tragedias pasan porque la vida es trágica y otros dirán que el avión de la tragedia no estaba preparado para hacer la clase de vuelo y recorrer la distancia que ese avión recorrió, y otros agregarán que la proliferac­ión de empresas chatarra que ofrecen vuelos más baratos permite desarrolla­r actividade­s que de otra manera resultaría­n demasiado onerosas, y habrá quienes replicarán que la Conmebol y la FIFA no son exactament­e entidades carentes de dinero, más allá de que algunos de esos dineros caigan en los bolsillos de los dirigentes que las representa­n. En todo caso, a lo volado nadie le quita lo siniestrad­o y a los integrante­s del esforzado deportivo Chapecoens­e, y a los pilotos y pasajeros del vuelo que se estrelló contra una montaña en el noroeste de Colombia nadie les regresará la vida. Detalle menor dentro de un esquema planetario cuya lógica superior se define por el criterio de lucro.

He visto, en nuestra ciudad de Buenos Aires, el proceso de construcci­ón y puesta a punto del Metrobus, celebrado como otra de las tantas soluciones definitiva­s al problema de la circulació­n urbana. Escuché las protestas de los taxistas, vi cómo iban desapareci­endo comercios de Cabildo, vi cómo las montañas de escombros perjudicab­an el paso de los peatones. Es cierto que se circula más rápido. Ahora las paradas de cada colectivo están a cuatro cuadras de distancia una de otra, cosa que subraya cada anciano con el que pude conversar. Los colectivos circulan como bólidos por autopista, cruzándose en el trazo serpentino que es el diseño favorito para favorecer la circulació­n. Una sola mala maniobra es el preanuncio de un accidente fatal. Quizá quienes lucran política y económicam­ente con el Metrobus no se han subido nunca a un colectivo. Viajar por esos andarivele­s es, sí, más rápido, pero subirse a un colectivo y llegar hasta un asiento convierte el recorrido en una escena de terror. El pasajero se ha convertido en ganado supersónic­o. Viajé en esas condicione­s y sé de lo que hablo. Asistí a una sola frenada brusca, y vi volar gente a mi lado. Literalmen­te, volar.

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