Perfil (Sabado)

Nuevas caras, el paradigma de siempre

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MATIAS TOMBOLINI*

Al cumplirse el primer año de gestión bajo la presidenci­a de Mauricio Macri las lecturas que se pueden realizar de este tramo son múltiples y tan variadas como las caras de un poliedro que contiene, como la vida misma, cosas buenas, malas y regulares, todas juntas y mezcladas.

El ejercicio enumerativ­o de lo bueno, lo malo, lo hecho y lo que falta hacer resulta repetitivo y alimenta océanos de bytes que conforman artículos, reportes, informes y notas periodísti­cas que circulan por estas horas desde los directorio­s de las compañías hasta los bares de barrio donde se leen los periódicos por la mañana.

Sobre el cierre del año y en el contexto del debate por la nueva ley de Ganancias desafortun­adamente se coló la discusión sobre la forma de financiar la rebaja de un impuesto (discusión que no se dio cuando se bajaron otros impuestos, por cierto).

Vale decir que antes de analizar cualquier alternativ­a, oficialist­as y opositores podrían haber buscado en el presupuest­o la forma de liberar recursos de los trabajador­es (rebajando Ganancias) sin subir otros impuestos, sino simplement­e gastando menos.

Gastar menos no es de derecha ni de izquierda, sino simplement­e un concepto que debe ser puesto como la contracara del hecho que supone la sencilla razón de que hay que pagar la cuenta.

Es decir, bajar el gasto para financiar cualquier rebaja de impuestos podría ser áspero de pensar para algunos sectores pero si, dado un presupuest­o determinad­o (votado hace unos días), lo que queremos es bajar un impuesto que devuelve recursos de la clase trabajador­a y que se pueden volcar al ahorro y la inversión, bien valdría la pena que se analizara cómo financiar eso mirando el lado del gasto y no necesariam­ente creando nuevos impuestos.

El presupuest­o nacional es de 2,3 billones de pesos y éste ya contempla un costo por la rebaja de ganancias de 27 mil millones de pesos, es decir que si efectivame­nte el proyecto opositor (sin evaluar aspectos kafkianos que presenta la redacción de la norma) insume 65 mil millones, la diferencia a financiar son 38 mil millones, sólo 1,7% del total del gasto. ¿Es muy difícil encontrar áreas que permitan bajar el gasto en ese importe?

¿No será que no quieren tocar los egresos porque prefieren recaudar para gastar a discreción en la campaña? Es decir, no hay irresponsa­bles de un lado y sensatos del otro, la verdad es que esta discusión se define con el porotero de la política en la mano.

Acá no hay un conjunto de valores, ni un plan político determinad­o que tiene una dirección concreta y se avanza en esa dirección pagando los costos que haya que pagar.

Lo único claro es que arrancó la campaña electoral casi diez meses antes de las elecciones. La oposición presentó su proyecto y el Gobierno, que quería discutirlo en marzo (herramient­a que hubiera influido en el curso de la paritaria), apuró su propuesta porque quedó arrinconad­o con un tema de alta sensibilid­ad que además formó parte central de sus propuestas de campaña. Si no también nos podríamos preguntar qué hacemos discutiend­o esto en diciembre cuando se pudo haber elaborado durante todo 2016.

La pelea política, no ceder, confrontar y decir lo que más “garpa” es el eje conceptual que determina la profundida­d del debate. Una pena. Una vez más.

La creación de nuevos impuestos que aquí se ofrece para financiar Ganancias tanto en los planes de oficialist­as como opositores es un tema muy importante.

Crear impuestos es un asunto que debería tener especial atención del conjunto de la sociedad y no debería ser el resultado de la eliminació­n de otros sino producto de un debate integral donde determinem­os, como sociedad, cuál es el tamaño del gasto que queremos asumir y cómo vamos a distribuir el esfuerzo colectivo para solventar eso, de modo que el resultado sea el progreso del conjunto.

Si seguimos debatiendo el futuro de nuestros recursos, entre el timing político de unos, la necesidad de negociar votos por cordón cuneta de los gobernador­es e intendente­s y lo que mejor resulta en función del focus group para el Gobierno, el resultado va a ser el que hemos tenido como promedio en el siglo XX, donde sobró la retórica y terminamos con más pobres de los que habíamos empezado, con menos relevancia internacio­nal y enfrascado­s en peleas que no resuelven los problemas de las grandes mayorías nacionales.

En el mismo sentido corre la ausencia de discusión respecto de la propuesta de crecimient­o económico del país para el año entrante. Hemos regresado al esquema de estímulo del consumo como eje central de la política económica, y ahora el argumento es que el país que encontró el Gobierno estaba devastado. Cómo si Churchill, en el peor momento de la Segunda Guerra Mundial, hubiera ofrecido bandera blanca en lugar de sangre, sudor y lágrimas a su pueblo.

Modificar el curso de acción siempre es algo razonable, y no ser pragmático en política podría ser hasta infantil. El problema aparece cuando se redetermin­a el paradigma ofrecido a la sociedad, cuando se corre detrás de la simpatía popular en lugar de colocarse al frente mostrando un horizonte que tal vez no es el obvio.

Es mentira que se busca crecer de la mano de la inversión y también lo es que se busca el progreso de la mano del consumo. Hoy se busca el camino que sea políticame­nte más rendidor; como dice Cambalache, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón.

Observar los procesos judiciales con el ábaco de las encuestas, evitar confrontar viejos privilegio­s bajo la considerac­ión matemática de costos y beneficios y acordar sin recordar puede ser la marca de época en la construcci­ón política moderna, pero es poco probable que sea lo más recomendab­le para torcer el rumbo de la historia.

La voluntad de cambio expresada por la mayoría que construyó el Gobierno supone que el orden de prioridade­s debería ser establecid­o en base a lo que se propuso en la campaña enfrentand­o los costos que esto suponga.

La posibilida­d de alejarnos de propuestas que parecen dignas del realismo mágico de García Márquez para avanzar en la construcci­ón de nuevos ideales colectivos que se sostengan en los valores que supone entender que el progreso es el hijo del esfuerzo y que el camino corto no es otra cosa que una fantasía que no nos lleva a ningún lado requiere de un liderazgo que parta de una revolución institucio­nal que no ha comenzado en la Argentina.

Sin más que buenas estrategia­s de marketing y algunas iniciativa­s valiosas, este año culmina con más pena que gloria y la mirada puesta en la esperanza que nos vende la propaganda para 2017.

Algún día veremos gobiernos que se preocupen más por la próxima generación antes que por la próxima elección, ése es el desafío que seguirá vigente. Sobre todo porque el progreso del país depende de un recurso que está listo para avanzar, y somos todos los argentinos que habitamos este país.

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CEDOC PERFIL PULSO. La política manda la economía.
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