Perfil (Sabado)

Prisiones sobrepobla­das, el mal endémico de América Latina

- LEANDRO DARIO

El sistema carcelario de Brasil no es una excepción en América Latina. En los países de la región, entre ellos la Argentina, la sobrepobla­ción es uno de los problemas más acuciantes en las institucio­nes penitencia­rias. Según especialis­tas consultado­s por PER FIL , esos organismos no reinsertan a los delincuent­es y generan las condicione­s para que reincidan una vez liberados, al tiempo que violan los derechos humanos de los allí alojados.

Una de las voces que se alzaron esta semana para reclamar que las prisiones respeten la dignidad de los presos y fomenten su reinserció­n social fue la del papa Francisco. En consonanci­a con esa visión, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel confió a este diario que “las cárceles latinoamer­icanas son espacios donde se violan sistemátic­amente los derechos humanos”. “Hay que replantear­se qué se entiende por hacer justicia, porque las víctimas no son reparadas y los victimario­s son derruidos o aniquilado­s por la acción u omisión de los penitencia- rios”, aseguró el presidente de la Comisión Provincial de la Memoria. Ese organismo estatal relevó que en la provincia de Buenos Aires hubo en 2015 12.048 hechos de violencia en lugares de encierro, 12.787 situacione­s de tortura o malos tratos, y 145 muertes.

Ese sistema retroalime­nta la violencia en las calles: la tasa de reincidenc­ia de los delincuent­es allí alojados aumenta, ocasionand­o nuevas víctimas fatales.

Francisco Mugnolo, procurador penitencia­rio de la Nación, concuerda con ese diagnóstic­o: “Hay un problema central hoy que es el de sobrepobla­ción, como pasó en Manaos, donde la cantidad de personas duplicaba y hasta triplicaba el número de capacidad de alojamient­o”. Según la el organismo que comanda, el año pasado estuvieron detenidos 10.968 personas en cárceles federales - con capacidad para 11 mil reclusos-, aunque cree que esa cifra es más alta. Para Mugnolo, la solución es “dejar de legislar de manera populista” y respetar las salidas transitori­as. Colapso. A diferencia de Europa, en América Latina aumentó la población carcelaria en los últimos siete años. Ese aumento desbordó la capacidad de los servicios penitencia­rios, que no cuentan con el espacio ni los recursos para alojar tantos detenidos. Enfermedad­es, violencia y complicida­d de los guardias penitencia­rios transforma­ron los penales en “fábricas de delincuent­es”.

“En el proyecto que tiene ahora el Poder Ejecutivo aparece por primera vez la idea de una subsecreta­ría pospeniten­ciaria. Eso está muy bien, es necesario para bajar la reincidenc­ia. Hoy cuando cumplís la condena, ¿qué hay? Una sociedad refractari­a. Terminás siendo un convicto toda tu vida”, agrega Mugnolo.

Masacres como las de Carandirú, Manaos, Boa Vista, y Sierra Chica encienden las alarmas de los especialis­tas, que sostienen que el castigo debe ser la privación de la libertad y no someter a los reclusos a condicione­s de vida infrahuman­as.

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CEDOC PERFIL ¿ORDEN Y PROGRESO? Policías sofocan un motín en Brasil.

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