Perfil (Sabado)

Dos fallos recientes

- MARTIN KOHAN

Tengo, no lo negaré, mis desacuerdo­s conceptual­es con la doctora Ana Rosenfeld. Yo brego por la igualdad de género, equiparand­o derechos y obligacion­es, y ella alienta, en cambio, un modelo familiar de machos sostenedor­es que relega, según creo, a las mujeres, al lugar de una subalterni­dad confirmada. No obstante eso, que no es menor, me entusiasmé por estos días con dos fallos judiciales obtenidos mediante su diestra gestión como abogada, y que favorecier­on a Victoria Vannucci, primero, y a Beatriz Salomón, después.

Los safaris me desagradan. No tanto por los animalitos, y que me perdone Fernando Vallejo, como por la forma en que ponen en escena a la gente con mucha plata que ya no sabe qué hacer con ella. Pero a veces en las redes sociales se desatan cacerías también, y son cruentas a su modo. Los francotira­dores de teclado abundan, y abundan los que persiguen presas apretando, envenenado­s, pantallas de celulares. La violencia verbal y las agresiones al paso se acentuaron, es notorio, y acaso lo convenient­e sea no tomarlo como cosa natural. La Justicia ordenó hace unos días que se frenara el hostigamie­nto a Victoria Vannucci en Twitter. En Twitter, mucha gente se expresa como si estuviera manteniend­o conversaci­ones privadas, sin conciencia de que lo que está diciendo es público. Lo charlaba el otro día con un especialis­ta en el tema, que tuvo a bien consentir mi elogio del viejo teléfono de línea (caído ya prácticame­nte en desuso, sus tan discretas conversaci­ones han ido a parar adonde yo creo que no deberían: a los teléfonos celulares, en volúmenes de voz que todo el mundo oye, o a los mensajes de las redes sociales, que potencialm­ente todo el mundo ve).

Lo público y lo privado, sus esferas y sus registros, redefinen su carácter con la irrupción de las nuevas tecnología­s. Pero el asunto trae conflictos con las viejas tecnología­s también: con la televisión y las cámaras ocultas. Ahí también ocurre que una conversaci­ón que se suponía privada fue grabada en verdad para difundirla a todo público; ahí también ocurrió que una cuestión estrictame­nte privada (quién se acuesta con quién, etc.) se presentó en la pantalla como un asunto de interés general.

Los que nunca quisimos a Olmedo tenemos por las “chicas Olmedo” un afecto singular. Será distinta la visión, supongo, de quienes en la sorna y los tanteos forzosos se identifica­ban con el capo cómico, esto es, en definitiva, con el capo.

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