Perfil (Sabado)

Déjà vu (parte I)

Qué significa que el Presidente tenga que explicar eventuales actos de corrupción de sus allegados.

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Un déjà vu indeseable deambuló en la primera conferenci­a de 2017 de Mauricio Macri: el Presidente debió dedicar 50% del encuentro a separarse, él y sus funcionari­os, de eventuales hechos de corrupción, de historias negras y sospechosa­s. Casi de la Iglesia su mensaje: reclamó un acto de fe más que presentar pruebas.

Quizá sea demasiado frondoso el inventario para un primer año de gobierno. De la nebulosa de los Panamá Papers y de lo que sus propios hombres de la administra­ción han escrito sobre las sociedades en el exterior, a las ambiciones de su primo A ngelo Calcaterra, quien juraba vender pertenenci­as y bártulos a los chinos, irse del país y, ahora, por arte del birlibirlo­que, le autorizaro­n un banco (Interfinan­zas), el primer tramo de la autopista ribereña y ejecuta con la tunelera el soterramie­nto del Sarmiento. Ni hablar de las últimas licitacion­es en energía nuclear logradas por el hermano de la vida del man- datario, Nicolás Caputo. Como en otros tiempos, nadie de la competenci­a privada protesta, el club funciona como antes con Báez o López; siempre habrá entrada para los socios obedientes.

En esta saga de hechos bajo sospecha, con fotografía­s del lugar y el momento equivocado­s, hasta apareció comprometi­do el jefe de Inteligenc­ia, Gustavo Arribas, otro íntimo de Macri, por efectuar depósitos en Suiza (uno reconocido, otros rechazados por alguna investigac­ión bancaria) cedidos por operadores de Odebrecht, esa multinacio­nal de venal desmesura cuyo jefe Marcelo delata a todos sus compinches en Brasil y el mundo para bajar la condena de 18 años de prisión que le aplicó la Justicia. Diferencia­s. Como dice el gobierno de Cambiemos, no todos son iguales; es incomparab­le la orgía inmoral del kirchneris­mo. Pero hoy palpita y se multiplica un déjà vu amargo, lamentable. Como una repetición en espiral. Ha fallado, también, una ex- plicación razonable sobre los episodios (ya ocurrió con los Panamá Papers) a pesar de disponer anticipada­mente de la informació­n. Sorprende esa precarieda­d técnica, ese pecado en la comunicaci­ón que estimula la intriga.

Se advirtió ahora en el propio Macri cuando, inicialmen­te, se desligó de Arribas (dijo que tendrá que aclarar la imputación por los depósitos en Suiza) hasta dos días más tarde, en que asumió que las delaciones brasileñas no afectaban a su colaborado­r, tampoco a su gobierno. Debe de estar convencido de lo que afirma, de la no existencia de delito expresada por sus abogados y por la tranquilid­ad de que esos hechos non sanctos no afectan su popularida­d en las encuestas: a nadie parecen inquietarl­e estos fenómenos turbios, como tampoco importó hallar los fondos de Santa Cruz en el principio de Néstor Kirchner presidente. Talvez el ingeniero en jefe se inspire en su propia experienci­a: puede conducir a una sociedad como supo persuadir a un abogado, Fabián Rodríguez Simón, convertirl­oa su causa y nominarlo como su protector jurídico, justo a quien en los años 90 escribió un crítico libro sobre las compañías offshore tipo Panamá Papers (llamado La crisis bancaria y la operatoria off shore), el tráfico de dinero negro y la evasión impositiva, particular­izando en esos movimiento­s al grupo Macri, entonces participan­te de una debacle bancaria por el efecto Tequila, que en la Argentina empezó el banco Extrader y que derivó en quebrantos , cesación de pagos y hasta actos de violencia explícita nunca esclarecid­os. Altri tempi. El Cambiemos Rodríguez Simón debe de haber influido (no olvidar que impulsaba designar miembros de la Corte Suprema sin pasar por el Congreso) en la nueva imagen, más ejecutiva, a la que aspira Macri en su anunciada decisión de imponer decretos de necesidad y urgencia ante retrasos parlamenta­rios y la enojosa oposición que “le ata las manos” como han afirmado todos los gobiernos anteriores. Otra cara del Presidente, menos benévola, más distante del gurú meditador que ejerció en su primer año. Necesidade­s electorale­s, obvio. Infulas. En su esfuerzo, como si fuera igual, consume la misma energía para impedir el ingreso de delincuent­es de otros países o para firmar la modificaci­ón de la ley de seguro del trabajo (ART), norma que obtuvo media sanción del Senado con cierto mal olor en el recinto, que se extendió a la demorada lupa de Diputados. Si bien la reforma trata de despejar inequidade­s, otros intereses la confunden, sobre to-

En la defensa de su transparen­cia, Macri reclamó un acto de fe en vez de presentar pruebas En la reforma de riesgos del trabajo también hay intereses que la confunden

do empresario­s diplomados en Usain Bolt para pasar de cristinist­as a macristas. Algunos más veloces que los que fueron a Davos acompañand­o a la delegación oficial.

La imagen de firmeza presidenci­al coincidió en olvidarse de anunciar que, 24 horas después, pasaría a otros hechos expulsando del gobierno a Carlos Melconian, quien lo acompaña en sus proyectos desde la gestión municipal. Rara pérdida de memoria, peor apego a la fidelidad, aunque el economista ya había sido condenado tres veces en el último año y medio. Por lo menos.

Entrar en semejante derrotero tiene su jugo. Razón por la que se hará blanco en esas historias recientes y didácticas en la edición de mañana de PERFIL.

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NI EN EL BANCO... Carlos Melconian DIBUJO: PABLO TEMES
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