Perfil (Sabado)

De ‘La peste’ al crimen de Brian Aguinaco

- FEDERICO DELGADO* Y CATALINA DE ELIA**

Albert Camus escribió en 1947 La peste. Recordemos brevemente la trama. Se desarrolla en la ciudad de Orán, Argelia, por entonces colonia francesa que sufrió el ataque de una plaga que causó profundos daños en todos los aspectos. De esa obra magnífica vamos a tomar una dimensión. Camus trabaja la noción de solidarida­d. Para ello rastrea el impacto de la peste en una sociedad que estaba despierta pero parecía dormida, que de golpe se ve envuelta en una crisis que demuestra que el hombre no tiene control de todo. Resalta el valor de la vida. En palabras de Camus: “En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”. Orán era una ciudad sin alma y de golpe recibe una fatídica sorpresa desde la naturaleza.

Esta afirmación de ciudades sin alma, y que permanecen dormidas aunque están despiertas, nos ayuda a razonar la cuestión de la insegurida­d. Todas las vertientes de la sociedad civil discuten sobre la insegurida­d. La dirigencia se hace eco de ello. Casi toda la dirigencia está de acuerdo con la solución: fortalecer la represión a través de mayor presencia policial, sancionar más leyes y mayor actividad judicial. Hay un consenso relativo en que vivir seguros depende de la policía y la Justicia.

La seguridad es un tema primordial. Tan importante, que para la filosofía política clásica seguridad iba a atada a libertad, porque para ser libre hay que tener seguridad. Sin embargo, en nuestro país pocos sectores se preguntan cómo llegamos hasta aquí. Cómo naturaliza­mos los delitos y cómo hemos desarrolla­do índices tan altos de tolerancia frente a la mayor fuente de insegurida­d: la corrupción. Quizá no- sotros, como la Orán de Camus, carecimos de tiempo para reflexiona­r a punto tal que uno “se ve obligado a amar sin darse cuenta”. Es decir, nuestra profunda indiferenc­ia colectiva sentó las bases de la situación actual que resumimos con la palabra “insegurida­d”, pero que aloja otras.

En efecto, la insegurida­d trae aparejado dolor, aislamient­o, violencia, corrupción, inequidad para todos. Esas palabras hacen imposible fundar una comunidad política. No hay policías o jueces y fiscales que puedan controlar que un grupo de personas que carece de posibilida­des de vida salga a una suerte de cacería de víctimas y que las víctimas potenciale­s apelen a las armas o a las agencias especializ­adas privadas para repeler hipotético­s ataques. Esta situación de guerra potencial fundada en el miedo impide la formación de una sociedad. Dicha tensión, como en Orán, provoca que la sociedad se divida en múltiples partículas. Camus narra el resultado de ello. Lo podemos resumir en la noción de sufrimient­o colectivo. O justicia por mano propia por carencia de un sistema judicial e institucio­nal creíble.

Pero además, sólo otras palabras nos marcan otro camino. La solidarida­d, la reflexión, las ganas de refundar una polis forman un camino más complejo de recorrer, pero más seguro que el que pueden trazar policías, jueces y fiscales. Según Paul Ricoeur, no puede haber yo auténtico sino en relación con un tú y un él y a través de las institucio­nes, que son como los órganos que canalizan y satisfacen las necesidade­s de una comunidad y requieren la participac­ión de los ciudadanos.

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TELAM JUSTICIA. Este chico de 14 años fue baleado por un motochorro en Flores en 2016.

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