Perfil (Sabado)

Salir a jugar o no

- ROBERTO GARCÍA

Massa es otro al que la candidatur­a en la Provincia se le vuelve cuesta arriba. Duda, como todos, pero parece obligado a participar y ganar –o mostrar una performanc­e expectante– si desea mantener sus aspiracion­es presidenci­ales. Lo bombardea Macri sin disimulo, algún sector del peronismo que descubrió ventajas en colaborar con la división del partido para beneficiar a Cambiemos. Juran hacerlo para evitar el regreso del cristinism­o, por la desconfian­za que inspira Massa y, en algunos casos, porque los domina comprensib­lemente el odio. Como Eduardo Duhalde, un confeso de ese objetivo, quien recibe mimos de Macri y, de paso, recupera algún amigo para la función pública, como un especialis­ta en libros propios y ajenos, Carlos Piñeiro Iñíguez, que había sido cesanteado de la Cancillerí­a y ahora podría reemplazar a Miguel del Sel en Panamá. Si uno suma el ejército de intendente­s que desfilan en la pasarela de las ofertas y las tentacione­s que ofrece el Gobierno, para Massa sería saludable continuar sin escalas hasta 2019. Pero no puede. Mismo limbo para Florencio Randazzo, quien sólo presume hoy de que el avispado Julián Domínguez lo acompaña como candidato a diputado si él se presenta como aspirante al Senado. Randazzo sabe que si no se baja en la próxima parada electoral, sus sueños presidenci­ales podrían complicars­e, más dentro de un peronismo sensible a las desercione­s o a la falta de coraje para postularse.

Vive su intrínguli­s, al igual que su ex referente Cristina, quien no sabe si ir por Santa Cruz, Buenos Aires o cobijarse en Tribunales como su lugar en el mundo.

Massa parece obligado a ser candidato si aspira a competir por la presidenci­a en 2019

Un desafío para la ex. Si bien las encuestas parecen sonreírle a Cristina Fernández de Kirchner, no en vano ese gesto esconde el enigma de la Gioconda: la tribulació­n por la perdurabil­idad del amor popular y el temor de que en octubre la sorprenda un papelón. Más cómodo sería proseguir con el tuit, sostenerse a mandobles en la pelea con el Gobierno y dejar que pase otro año con el interrogan­te de si un juez la encierra o no. Tampoco se fascina con volver a la campaña proselitis­ta, fatigar medios y kilómetros de aburrimien­to con Daniel Scioli, al que ahora atiende mucho más por celular al enterarse con misericord­ia de que “está más solo que Kung Fu”, como el propio ex gobernador lo reconoce. Claro, los años pesan, pero los comicios para ella son un examen de superviven­cia.

En cambio, de vigencia es el test para Elisa Carrió, menos forzada a competir aunque su voz en el Gobierno tendrá otro timbre si la nutre de votos. Además, los sondeos de opinión afirman que ella suma; por lo tanto, el carácter de imprescind­ible no se le niega a nadie. Se recogen apuestas, eso sí, por su presentaci­ón en Capital o en Provincia, recordando en ese ejercicio que los fueros les interesan a todos los políticos, ya que el abanico de damnificad­os se vuelve gigante cuando se carece de esa protección.

Curiosamen­te, los que pueden pasar en este juego de barajas políticas –de Horacio Rodríguez Larreta a Macri, de María Eugenia Vidal a Marcos Peña–, los que no arriesgan apellido, cuerpo y foto se someten más al escrutinio que los que se lancen en octubre. Misterio de la profesión.

Para Cristina, los comicios legislativ­os pueden convertirs­e en un examen de superviven­cia

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‘AMO ESE SILLON...’ Sergio Massa DIBUJO: PABLO TEMES

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