Salir a jugar o no
Massa es otro al que la candidatura en la Provincia se le vuelve cuesta arriba. Duda, como todos, pero parece obligado a participar y ganar –o mostrar una performance expectante– si desea mantener sus aspiraciones presidenciales. Lo bombardea Macri sin disimulo, algún sector del peronismo que descubrió ventajas en colaborar con la división del partido para beneficiar a Cambiemos. Juran hacerlo para evitar el regreso del cristinismo, por la desconfianza que inspira Massa y, en algunos casos, porque los domina comprensiblemente el odio. Como Eduardo Duhalde, un confeso de ese objetivo, quien recibe mimos de Macri y, de paso, recupera algún amigo para la función pública, como un especialista en libros propios y ajenos, Carlos Piñeiro Iñíguez, que había sido cesanteado de la Cancillería y ahora podría reemplazar a Miguel del Sel en Panamá. Si uno suma el ejército de intendentes que desfilan en la pasarela de las ofertas y las tentaciones que ofrece el Gobierno, para Massa sería saludable continuar sin escalas hasta 2019. Pero no puede. Mismo limbo para Florencio Randazzo, quien sólo presume hoy de que el avispado Julián Domínguez lo acompaña como candidato a diputado si él se presenta como aspirante al Senado. Randazzo sabe que si no se baja en la próxima parada electoral, sus sueños presidenciales podrían complicarse, más dentro de un peronismo sensible a las deserciones o a la falta de coraje para postularse.
Vive su intríngulis, al igual que su ex referente Cristina, quien no sabe si ir por Santa Cruz, Buenos Aires o cobijarse en Tribunales como su lugar en el mundo.
Massa parece obligado a ser candidato si aspira a competir por la presidencia en 2019
Un desafío para la ex. Si bien las encuestas parecen sonreírle a Cristina Fernández de Kirchner, no en vano ese gesto esconde el enigma de la Gioconda: la tribulación por la perdurabilidad del amor popular y el temor de que en octubre la sorprenda un papelón. Más cómodo sería proseguir con el tuit, sostenerse a mandobles en la pelea con el Gobierno y dejar que pase otro año con el interrogante de si un juez la encierra o no. Tampoco se fascina con volver a la campaña proselitista, fatigar medios y kilómetros de aburrimiento con Daniel Scioli, al que ahora atiende mucho más por celular al enterarse con misericordia de que “está más solo que Kung Fu”, como el propio ex gobernador lo reconoce. Claro, los años pesan, pero los comicios para ella son un examen de supervivencia.
En cambio, de vigencia es el test para Elisa Carrió, menos forzada a competir aunque su voz en el Gobierno tendrá otro timbre si la nutre de votos. Además, los sondeos de opinión afirman que ella suma; por lo tanto, el carácter de imprescindible no se le niega a nadie. Se recogen apuestas, eso sí, por su presentación en Capital o en Provincia, recordando en ese ejercicio que los fueros les interesan a todos los políticos, ya que el abanico de damnificados se vuelve gigante cuando se carece de esa protección.
Curiosamente, los que pueden pasar en este juego de barajas políticas –de Horacio Rodríguez Larreta a Macri, de María Eugenia Vidal a Marcos Peña–, los que no arriesgan apellido, cuerpo y foto se someten más al escrutinio que los que se lancen en octubre. Misterio de la profesión.
Para Cristina, los comicios legislativos pueden convertirse en un examen de supervivencia