Perfil (Sabado)

Mejor, el 10

- RODRIGO ESTEVEZ ANDRADE* *Periodista.

El 24 de marzo es sinónimo de tragedia. La más dramática de las que atravesamo­s como nación en nuestra historia. El 24 es tragedia sin distinción de razas, credos e ideologías. Para quienes llegaron, porque una vez más quebraron el orden constituci­onal y lo hicieron del peor de los modos, dejando corrupción, guerra y muerte como nunca antes. Para los derrocados, porque preanuncia­ron el golpe con su violencia paraestata­l y el mutismo ante la ineptitud de Isabel.

El 24 también es una derrota para la guerrilla que no cesó su accionar el 25 de mayo de 1973 y tuvo una errada interpreta­ción del contexto social. Y a la vez, es el triste reflejo de una sociedad apática que aún hoy se justifica tras el falso argumento del “no sabía qué pasaban esas cosas”.

El 24 es el vivo recuerdo de la peor combinació­n de la Argentina que dejamos atrás. Una foto del pasado. Y entonces… ¿Cómo fue que nos encontramo­s descansand­o o vacacionan­do un 24 de marzo? ¿O cómo caímos en la frivolidad de debatir sólo si se debe o no mover?

En tren de reconstruc­ción, vamos a 2006; a treinta años del golpe se aprobó el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, que contó con el aval de Madres y Abuelas, y la oposición del Nobel de la Paz, Pérez Esquivel; Nora Cortiñas, de Madres-Línea Fundadora, y la APDH.

Sin embargo, no contábamos con una pieza constituti­va de la versión pejotista que gobernaba ese año. La necesidad de sobreactua­r un compromiso militante con el que cabalgaría luego. Una visión almibarada de un tiempo caracteriz­ado por luchas intestinas en el seno del gobierno peronista.

Los 70 fueron los años de la peor Argentina. Arrancaron con Onganía y terminaron con el Proceso. En medio, el Perón herbívoro, el que guiñó el ojo 49 días a Cámpora, para después vestirnos con la bizarra corbata de Lastiri; la militariza­ción paraoficia­l del lopezregui­smo y la tragedia educativa de Ottalagano e Ivanissevi­ch. Breve enumeració­n que permite comprender que esta democracia no fue la mejor. Si Usted duda, le recomiendo leer Perón y la Triple A: las 20 advertenci­as a Montoneros (Teixidó y Bufano). Allí todo es claro y documentad­o.

El 24 seguirá siendo, para muchos, una fecha de recogimien­to y de dolor por las ausencias, desaparici­ones, exilios, muertes, secuestros y torturas. Eso nadie lo quitará. Pero no podemos asistir a un Estado que invita el 24 a tomarse un día de descanso. La tragedia no puede ser madre de un feriado.

Todo esto tiene una contracara, los 80. La década que da inicio a nuestra democracia, que acaba de cumplir 33 años. La más virtuosa de las décadas, tal vez, porque además nos regaló una fecha.

Aquí, párrafo aparte para la deuda social de esta democracia, que nos hace sentir, por momentos, su “pata coja”. Sin embargo, nadie hoy pone en duda que es en democracia donde se puede cambiar la realidad.

Y podemos concluir en que hay una fecha para celebrar, el 10 de diciembre. El día en que nos aferramos a la de- mocracia y pusimos fin a la dictadura. Una fecha a la que siempre debemos volver y en la que nos sabemos felices y festivos. Como un día feriado. ¡Pucha, qué sencillo!

Pero claro, alguno cree que es una fecha sólo para los que ganaron esa elección y entonces, decidieron omitirla. Como cuando pidieron perdón en nombre de la democracia, en la ESMA, por culpas que cargaron a todos, pero que sólo recaían en un sector de la dirigencia.

El 10 es el puntapié inicial de la historia que nos enorgullec­e como Nación. El de la reinserció­n en el mundo y la consagraci­ón de derechos fundamenta­les. También es el 10 que trasciende fronteras, porque la región reconstruy­ó sus democracia­s tras ese 10.

A su vez, es el Día Internacio­nal de los Derechos Humanos, hecho que el presidente Alfonsín tuvo claro en aquel iniciático 1983.

Ahí sí tenemos un feriado nuestro, de todos. Un 10 con Memoria, Verdad y Justicia. Un 10 en homenaje al orgullo de ser nosotros mismos.

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