A PASO DE ELEFANTE
Con mercados pintorescos y esculturas heroicas, la península de Jaffna, tradicional asiento de la cultura tamil, se suma lentamente al atractivo turístico costero del resto de la isla.
Durante mucho tiempo no existía ninguna relación entre el sur turístico de Sri Lanka y el norte, escenario de un prolongado conflicto armado. Ahora, sin embargo, las autoridades de la isla del océano Indico intentan atraer a turistas a la península de Jaffna con su naturaleza virgen, sus playas intactas y sus templos multicolores. Sri Lanka (ex Ceilán) vivió una guerra civil entre 1983 y 2009. El grupo rebelde Tigres de Liberación del Eelam Tamil en el noreste de la isla luchó sin éxito contra el ejército en el sur para conquistar la independencia de la etnia tamil. Hoy, la línea ferroviaria entre las ciudades de Jaffna y Pallai atraviesa el estrecho
Paso de los Elefantes, entre la península de Jaffna y la isla principal, que en el pasado fue muy disputado por las fuerzas beligerantes. Y ahora también están llegando los turistas. El mercado de la ciudad de Jaffna rebosa de frutas, verduras, especias y langostas. En medio de estos productos hay puestos llenos de celulares y tablets, como si la gente tuviese la gran necesidad de recuperar rápidamente todo aquello de lo que estuvo privada durante mucho tiempo. Sólo 300 kilómetros separan el norte de las populares playas en la costa oeste y sur de Sri Lanka. Se está creando una infraestructura turística para conectar Jaffna con el lucrativo mundo turístico de la isla. Se están construyendo nuevos hoteles. El único hotel de cinco estrellas en Jaffna contrató durante algún tiempo al chef cingalés Kingsley Paul, que dirigía un prominente restaurante en la ciudad alemana de Colonia, para formar a cocineros locales. “Quería ayudar a mis paisanos durante el proceso de cambio”, explica Paul, quien maneja actualmente un hotel de la misma cadena en Sigiriya. Los cocineros en la fértil región norte de Sri Lanka no necesitan preocuparse por la falta de ingredientes frescos. Como paraíso natural, la península no tiene parangón. Colonias de raras especies de aves pueblan las islas situadas frente a la costa. Flamencos rosados, cigüeñas multicolores y cormoranes caminan por la laguna poco profunda a ambos lados del dique que conduce a la isla de Kayts. En la isla de Karaitivu se encuentra la hermosa playa de Casuarina, donde los cooperantes de organizaciones humanitarias tomaban un descanso durante el conflicto armado. El cementerio de los rebeldes tamiles ha sido nivelado, las minas en las zonas accesibles han sido eliminadas y muchas casas han sido reconstruidas. Aun así, la guerra ha dejado profundas huellas. Por ejemplo, en la biblioteca del año 1933, parecida a un palacio, que otra vez brilla en todo su esplendor, blanco como la nieve, pero donde se quemaron más de 100 mil libros. Lo que ha quedado intacto es el templo hindú de Nallur Kandaswamy Kovil, con sus rayas rojiblancas, el templo más importante de la provincia norte de Sri Lanka. Antes de ir al mercado a las 6 de las mañana, Paul disfruta del alba en el balcón de su casa. La niebla de la madrugada envuelve las últimas ruinas de la ciudad de Jaffna. Las 108 alabanzas a dios, “Om Shri Shivaya Namah Om”, que suenan desde el interior del templo se mezclan con el tañer de las campanas de la iglesia de San Francisco. Es difícil imaginarse que alguna vez este pacífico paraíso tropical haya sido escenario de una guerra tan cruel.