A -22º C, PERO CON JACUZZI
Quien se atreva a salir de casa con -22º C puede vivir una experiencia única en Laponia, al norte de Suecia. Por ejemplo, pasar una noche en un iglú. En una lengua de tierra al sur del círculo polar, está situado Atjeplog, un poblado cubierto de nieve. El magnífico paisaje invernal de esta diminuta localidad desolada es el escenario perfecto para excursiones en motonieve, recorridos en trineos de perros y pernocte en un iglú. La temperatura en el hotel iglú de Atjeplog se sitúa alrededor de 0º C. “Esto se debe al efecto aislante de la nieve”, explica el gerente, Daniel Knab. En la recepción huele a vino caliente con especias. Los bancos en el salón están revestidos con piel de reno y las paredes heladas están bañadas por una cálida luz de color lila. “Todo lo que hay aquí hay que construirlo de nuevo cada año”, dice Knab. En 900 m2, Knab y su equipo construyen a partir de noviembre un paisaje de diez iglús para dormir, con un bar y varias salas comunes. A dos horas y media en coche hacia el Noreste se encuentra Jokkmokk, considerada el centro de la cultura de los sami en el norte de Suecia. Aquí, hace 400 años, este pueblo aborigen del norte de Europa comenzó a comerciar pieles de reno y carne. El mercado de invierno sigue existiendo y tres días en febrero son el momento culminante del año ya que son los únicos en que se vende piel de reno. Hay también salchichas de alce y jerseys de lana. En uno de los puestos hay un letrero de neón que dice “Kaffeost”, un café acompañado de trocitos de queso sin sabor. Es como tomar café con nata. En su casita de madera, Eva Gunnare, una mujer de Estocolmo que vive desde hace casi treinta años en el norte de Suecia, consiente a los turistas con tentempiés, tés y zumos elaborados a base de plantas autóctonas. A pesar del frío, en el hotel iglú se ha reunido un grupo de ingenieros para una fiesta con música de moda. A unos metros, detrás de una puerta, se abre un mundo bien diferente. Hay tres jacuzzis al aire libre. Antes de acostarse sobre pieles de reno en el iglú, uno puede descongelar en la bañera los dedos de los pies y relajarse mirando las estrellas en el agua caliente, que tiene –¡al fin!– una temperatura de 40 grados.