Perfil (Sabado)

Mexicano en el Colón.

Arturo Diemecke reemplazó a Darío Lopérfido como director artístico del Colón. Con una vasta experienci­a como director de orquesta, apuesta al desarrollo y el crecimient­o de los elencos estables de la Sinfónica, el coro y el ballet.

- AGUSTIN GALLARDO

Arturo Diemecke habla de los desafíos que tendrá al frente del teatro.

Arturo tiene seis años y está parado junto a la ventana con su violín. Al lado, su hermano y dos hermanas tocan junto a él en una tarde típicament­e calurosa de Monterrey. La gente que pasa por la calle de su casa se para a escuchar a este cuarteto de jóvenes que asombra por su precisión y ternura.

El recuerdo de la escena que evoca ahora Arturo Diemecke era parte del método que tenía su padre, Emilio, para que él y sus hermanos aprendiera­n a hacer música. “El fue mi primer maestro. Nos hacía tocar frente a la ventana para que ya tocáramos con público y no nos distrajéra­mos. Ahí nos dimos cuenta de que un concierto somos todos: la gente y los músicos”, reflexiona el mexicano que hace cuatro días asumió como director general artístico y de producción del Teatro Colón.

Con una vasta trayectori­a como director de orquesta en todo el mundo, Diemecke pisó fuerte Argentina en 2001, cuando lo nombraron director huésped de la Orquesta Filarmónic­a de Buenos Aires y, de 2007 a esta parte, se desempeñó ya como director artístico de la misma. “Es el resultado de haber pasado por todos los estadios como director de orquesta sinfónica y ballet. También de haber tocado varios instrument­os desde chico. Eso decía mi padre: ‘Si querés ser director de orquesta, tenés que conocer todos los instrument­os”, vuelve a rememorar.

En toda la historia del Colón, es la primera vez que hay un director extranjero. Diemecke no se amedrenta, dice que llegar a este lugar era un sueño para él. “En México casi todos los directores de orquesta son de afuera”, anuncia risueño con una mirada puesta en un WhatsApp estallado de mensajes de su teléfono celular. Las noticias y comentario­s que llegan de su país son muy buenos. “Ha habido una muy buena recepción”, cuenta entusiasma­do.

Sobre un escritorio reposan varias carpetas que le acaban de entregar. Son proyectos para 2018 que tendrá que mirar con detalle. “2017 ya está todo encaminado, seguirá todo igual con algunos ajustes normales”, anuncia. “Para el año próximo me voy a dedicar de lleno a la parte artística interna del teatro, a buscar el desarrollo de las agrupacion­es. Quiero que los músicos se sientan partícipes y sobre todo que reine la música, que la mú- sica sea la que nos encamine a todos, por eso estamos aquí. Sin la música este teatro es un edificio nada más”.

—En el último tiempo hubo una política de que el teatro se acerque más a la gente. ¿Va a continuar con este camino? —Eso es algo que va a pasar automática­mente al aumentar el entusiasmo y la energía interna, la calidad y los públicos hacia afuera del Colón.

—¿Qué conversó con Darío Lopérfido. ¿Le dio algún consejo?

—Darío es un tipazo, para mí siempre fue un gestor extraordin­ario que ayudó a que se consoliden los grupos con sus directores; en el caso de la Sinfónica y la Filarmónic­a, al crear una programaci­ón que se acrecentar­a hacia afuera también.

— Usted es un hombre de mundo. ¿Qué le gusta de Bue-

En México sucede que casi todos los directores de orquesta son extranjero­s.

nos Aires? ¿Sale con amigos?

—Me fascina la ciudad, ofrece cine, teatro, museos, exhibicion­es. Tengo varios rangos de amigos de la corriente de música sinfónica o de la ópera con los que me gusta juntarme. Con otro grupo que no sabe tanto también me gusta conversar y contarles. Además tengo amigos jóvenes de otras corrientes del arte y la cultura, músicos, actores, pintores, escultores.

—¿Cuál es su hobby?

—¡Ese es mi hobby, hablar de música... con diferentes grupos de personas! Vengo de una familia de maestros y para mí la música enseña: nos enseña historia, geografía; nos enseña filosofía; nos enseña religión y no religión; nos enseña esquemas y no esquemas.

— En el último tiempo se abrió el Colón para músicos de rock y otro tipo de espec- táculos, como fue el unipersona­l de Al Pacino o el de Gerard Depardieu. ¿Qué opina de esto?

—No puedo opinar porque es un tema de la dirección general, no de la artística. Los grupos externos que no pertenecen al Teatro Colón ya no son responsabi­lidad mía.

— ¿Qué opina de los dichos y las políticas que ha implementa­do Donald Trump en relación con México?

—He vivido en Estados Un idos treinta años. Es un país admirable y ofrece oportunida­des a los inmigrante­s. Lo que hace Trump es lo que yo podría decir de una orquesta sinfónica a la cual llego y le pongo un muro entre los violines primeros y los violines segundos. No se van a escuchar entre unos y otros. Lo invitaría a escuchar una orquesta así para que vea como suena.

La música nos enseña historia, geografía, filosofía y religión.

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FOTOS: MARCELO ABALLAY FELIZ. “Esto es un sueño”, dice quien fue también director de la Filarmónic­a de Buenos Aires.
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