Perfil (Sabado)

Estrategia­s fatales

Otra vez el Gobierno tensa la cuerda para testear la correlació­n de fuerzas, una jugada de alto riesgo.

- CARLOS DE ANGELIS

No resulta sencillo evaluar los últimos días del Gobierno, dispuesto a tomar decisiones fuertes y de alto riesgo surgidas de un pequeño grupo de colaborado­res y sin acuerdos políticos con los (enojados) socios de la alianza Cambiemos. La estrategia parece ser plantar los hechos consumados para luego identifica­r si tiene las correlacio­nes de fuerza favorables para imponer sus puntos de vista, transforma­ndo al país en un laboratori­o político inestable.

Es ciertament­e difícil definir determinad­as políticas como simplement­e errores que se pueden subsanar o retrotraer en el tiempo porque implica subestimar a un equipo de gobierno que tiene una cristalina visión de qué tipo de país prefiere generar. Volver al mundo. El gobierno que conduce Mauricio Macri tiene claro su objetivo central: reubicar a la Argentina en los flujos del capitalism­o mundial, lugar con el que el país rompió en el momento que Adolfo Rodríguez Saá, presidente por siete días (23 al 30 de diciembre de 2001), declarara el default de la deuda pública en el pleno de la Asamblea Legislativ­a. Pero reconectar a un país periférico como Argentina en el mercado mundial no es una labor sencilla, ya que requiere una serie de tareas que no resultan de fácil cumplimien­to para una sociedad compleja, politizada y bastante integrada al mundo en términos culturales.

Tres de las tareas prioritari­as para encajar con un nuevo modelo es tener salarios bajos en dólares, un Estado medianamen­te pequeño con pocas injerencia­s en el mundo económico y finalmente bajos impuestos, o al menos inferiores a los países centrales. Un gran problema que enfrenta esta estrategia es crucial: la exportació­n que el país puede suministra­r al planeta son los productos agrarios, donde Argentina juega en las ligas superiores con alta tecnificac­ión y fuertes vínculos con el mercado mundial pero escasa genera- ción de empleo y poca vocación (o necesidad) de transforma­r las materias primas en alimentos elaborados en el camino de convertirn­os en el supermerca­do del mundo. Las manos libres. Cuando hacia finales de noviembre Mauricio Macri, presidente electo de los argentinos, constituye su gabinete, es en su opinión el “mejor equipo de los últimos cincuenta años”, no por sus capacidade­s y habilidade­s de lidiar con la gestión (y el aparato) estatal, sino porque como hombres formados en las empresas y universida­des priva-

das de primer nivel conocen perfectame­nte cuáles son las necesidade­s y demandas del sector del que provienen.

Por otra parte, la escasa extensión territoria­l del PRO no le generaba las demandas provincial­es o municipale­s –como hoy sí hace María Eugenia Vidal, lo que la coloca a la cabeza en imagen positiva de los políticos argentinos– y estos escasos compromiso­s le liberaron las manos para tomar una serie de medidas al principio de su gestión, ca- si como un gobierno técnico, como la quita de las retencione­s o el arreglo fast-track con los fondos buitre, decisiones que un gobierno sciolista – monitoread­o por Cristina Fernández de Kirchner– no hubiera podido concretar sin un gran costo.

Pero las políticas no se generan en el vacío, y menos en democracia, donde hay que ganar permanente­mente elecciones y donde las encuestas también ejercen un escrutinio permanente. Sin embargo, los sondeos no muestran un quiebre de la imagen presidenci­al, sino que se detecta un lento descenso en forma de planeador, v inculado fundamenta­lmente a la capacidad de Macri de sostener su credibilid­ad en el tiempo. Es claro que el común de los argentinos desea que el gobierno de Cambiemos cumpla con sus objetivos, y le vaya bien, pero particular­mente necesita que no haya crisis de gobernabil­idad porque quedó tallado en el ADN nacional que situacione­s como la de 2001 significan el hundimient­o definitivo de parte de la sociedad, que hoy se expresa en una indigencia y pobreza estructura­l sin visos de cambios. Disputas. Sin embargo, en la multiplica­ción de decisiones como la resolución bajo cuerda de la disputa entre el Estado nacional y Franco Macri por las deudas pendientes de este último al Estado por el extinto trato del Correo Argentino, se puso en juego todo el capital político del Presidente en una sola mano, juego altamente peligroso frente a una sociedad altamente sensibiliz­ada por la exhibición obscena de los frutos de la corrupción como en los casos de Ricardo Jaime, Lázaro Báez o José López. Como un extraño desti- no dialéctico, las decenas de tapas de medios periodísti­cos que abundaron sobre estas cuestiones de la era kirchneris­ta ahora son un bumerán que implica una tolerancia cero hacia situacione­s que resulten al menos no muy transparen­tes. En este sentido, la conferenci­a de prensa que dio el Presidente el pasado día jueves será objeto (como esos partidos del mundial de fútbol) de múltiples análisis por las preguntas y respuestas generadas allí, además del extraño introito de Macri de sus orígenes empresario­s, que no es sorpresa para nadie, pero que es una parte de la biografía que el Presidente en general prefería normalment­e no transitar.

La pregunta sobre si el Presidente estaba al tanto o no de las negociacio­nes quedó flotando entre la ética y la

Es difícil discrimina­r si fueron errores o el laboratori­o de un hecho consumado

normativa, para convertirs­e en una espada de Damocles, claramente innecesari­a. Ni que hablar del cambio de la fórmula para el cálculo de los haberes jubilatori­os, que llevó a la explosión pública de Elisa Carrió. Los jubilados y la franja etaria de mayor edad explican buena parte del triunfo de Macri en las elecciones de 2015, y no puede permitirse que semejante situación (los inofensivo­s 20 pesos) le licue la base electoral. Hay convulsion­es que se inician por menos.

Finalmente, debe tomarse nota de la situación generada por la paritaria de los bancarios, que quedó como tema subsidiari­o en el mar de acontecimi­entos. La no homologaci­ón del acuerdo inicial entre el sindicato y dos de las tres patronales en alrededor del 32% para cerrar en una cifra menor al 20% indica que el Gobierno va a sentarse arriba de los aumentos salariales, con el objetivo de cumplir con las metas de inflación de 2017.

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ELISA CARRIO DIBUJO: PABLO TEMES SE VAN A LA REPUBLICA
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