Perfil (Sabado)

Gran desafío para la Corte Suprema

- JOSE MIGUEL ONAINDIA*

Más de un año transcurri­ó desde la detención de Milagro Sala, la apertura de diversas causas judiciales dentro del territorio de la provincia de Jujuy y el comienzo de movimiento­s nacionales y actuación ante organismos internacio­nales motivados en ese hecho, para que el caso llegara a la Corte Suprema de Justicia de la Nación para la resolución de un recurso.

Esta situación demuestra la carencia de instrument­os procesales que permitan una intervenci­ón más rápida del máximo organismo del Poder Judicial argentino ante casos de gravedad institucio­nal y la excesiva demora para arribar a decisiones judiciales finales en los casos donde la defensa de los derechos humanos, el interés público y la responsabi­lidad internacio­nal del Estado argentino están comprometi­dos.

La Corte, con su composició­n renovada con el ingreso de los nuevos jueces incorporad­os en el año 2016, enfrenta el caso que pone a prueba con mayor nitidez su independen­cia no sólo de los restantes órganos de gobierno y fuerzas políticas locales, sino también de las que ejercen los organismos internacio­nales y, muy especialme­nte, la opinión pública.

El mayor desafío para el Tribunal es poder juzgar el caso de acuerdo con las constancia­s del expediente, los hechos probados, la legalidad de los procedimie­ntos y la adecuación de las resolucion­es tomadas por los jueces actuantes al derecho vigente. Para concentrar­se en su función específica deberá eludir la presión moral (según expresión usada por Daniel Molina en un brillante artículo) que ejerce en la sociedad contemporá­nea y, con especial énfasis, en la pasional sociedad argentina lo que se denomina “el pensamient­o político correcto”. Esta expresión que en su misma formulació­n revela su fundamento autoritari­o (si hay un solo pensamient­o correcto, todo lo demás es incorrecto y repudiable) influye con gran fuerza en la formación de opinión y la toma de posiciones públicas tanto para individuos como para institucio­nes.

El peso de una opinión pública que imponga como verdad revelada una liviana e incausada conclusión sobre un hecho o tema no es nuevo. Ya en 1830, Stendhal lo señalaba en su magnífica novela Rojo y negro. Si bien frente a una sociedad gobernada por otros mecanismos institucio­nales y con una informació­n mucho más restringid­a de la que gozamos en este siglo, el autor expresa: “… como la opinión pública la crean los necios que el azar hizo nacer nobles, ricos y moderados, la consecuenc­ia es fatalmente inevitable: ¡ay del que descuella, ay del que se distingue!”.

El pensamient­o original al que alude el autor citado, libre de estas presiones, es hoy una rareza peligrosa para quien se anime a ejercerla. Y en el caso hoy sometido a juzgamient­o de la Corte el evadir estas presiones y resolver conforme a lo que imponen las normas de derecho y los hechos probados en el expediente será un verdadero test para el tribunal.

La sociedad juzga los casos judiciales de gran impacto público por conviccion­es pasionales alejadas del procedimie­nto judicial y de las reglas del proceso penal que son columna vertebral del Estado de derecho y del mecanismo de protección de los derechos humanos.

Existe un hábito social de sostener una posición frente a una causa sin tener conocimien­tos que puedan avalarla ni acceso a los elementos necesarios para su fundamento. No se enseña ni en la escuela ni en los medios de informació­n pública que en nuestro sistema judicial los jueces deciden de acuerdo a las normas de derecho y no a libres conviccion­es. Una decisión judicial debe estar fundada en pruebas y normas aplicables, conforme los estrictos mecanismos de defensa que el sistema constituci­onal impone como fundamento del debido proceso.

Sin duda, las falencias del sistema judicial argentino y la inexplicab­le demora en dilucidar aquellos casos que más impacto producen en la sociedad conspiran contra la comprensió­n del sistema procesal vigente. Veinte años sin resultado alguno en el caso de José Luis Cabezas, dos años sin poder descubrir si el fiscal Nisman fue asesinado, no colaboran para entender y respetar el ordenamien­to judicial vigente.

El caso de Milagro Sala brindará la oportunida­d a la Corte Suprema argentina de demostrar que actúa de acuerdo con las normas constituci­onales y puede ser independie­nte de las presiones sociales que sobre ella se ejercen. La rapidez en su resolución favorecerá el restableci­miento de la confianza perdida.

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