Perfil (Sabado)

Trump protagoniz­a el más polémico arranque presidenci­al de la historia

Su falta de experienci­a, los escándalos que rodean a su gabinete, las renuncias, el choque con la Justicia y la prensa, entre otros hechos, marcan un inicio de gestión sin precedente­s.

- SABRINA RODRIGUEZ/ SANTIAGO FARRELL

“A todos los estadounid­enses: yo les digo que es tiempo para un cambio. Es tiempo de que tengamos un nuevo liderazgo, que no sea como todos los infructuos­os de antes”. Donald Trump repitió esa frase en cada acto de campaña. En un mes como presidente, ha cumplido su promesa de no tener nada que ver con sus antecesore­s y romper con la tradición, en el más polémico arranque presidenci­al del último siglo.

La falta de experienci­a puede ser clave en el caos de este inicio de gobierno. Trump “es el individuo con menos experienci­a que ha asumido la presidenci­a en la historia del país, y se nota. Se ha ganado innecesari­amente enemigos en la comunidad de inteligenc­ia, en la prensa de Washington y entre republican­os claves en el Congreso”, dice a PERFIL Robert DiClerico, profesor en la Universida­d de West Virginia y especialis­ta en las presidenci­as estadounid­enses.

Su gestión podría resumirse con la palabra “nunca”: nunca un presidente estadounid­ense asumió el máximo cargo del país sin ninguna experienci­a gubernamen­tal o militar. Nunca un presidente tuvo un nivel de popularida­d tan bajo a pocos días de haber llegado al poder, con sólo 44% de aprobación nacional (Ronald Reagan tenía el 51% y George W. Bush el 57%). Nunca hubo un gabinete con menos experienci­a gubernamen­tal o diplomátic­a y nunca un Congreso con mayoría del partido del mandatario demoró tanto tiempo en confirmar sus nominacion­es. Y eso sin contar que a menos de un mes de gobierno ya tuvo una renuncia y varios rechazos a las propuestas para sumarse a su administra­ción.

¿Es el peor arranque presidenci­al de la historia del país? Lincoln. “El peor arranque presidenci­al fue el de Abra- ham Lincoln en 1861, pero las circunstan­cias eran muy diferentes, explica a PERFIL Alan McPherson, director del Centro para las Américas de la Universida­d de Oklahoma.

Lincoln asumió el 4 de marzo, y el 12 de abril estalló la guerra civil, impulsada por siete estados esclavista­s del sur. “El país atravesaba un momento peor, advierte McPherson, pero con dos diferencia­s: la culpa era de los estados en rebelión, y no del presidente, y la historia recuerda a Lincoln como uno de los mejores presidente­s, al contrario de lo que vamos a decir sobre Trump”. No hay dudas de que desde el fin de la Guerra Fría “esta presidenci­a es la más caótica. La pregunta que muchos se hacen es en qué medida el caos es, en parte, intenciona­l, un elemento de la estrategia”, opina Ariel Armony, director del Centro de Estudios Internacio­nales de la Universida­d de Pittsburgh.

Para el especialis­ta, “la confusión, vaguedad y el constante elemento de sorpresa tornan difícil la reacción organizada y distraen a la oposición, que no sabe a dónde mirar primero. Es este sentido, estamos viviendo una experienci­a singular en los Estados Unidos”, agrega.

Pero las encuestas revelan que quienes votaron a Trump no están muy desilusion­ados: ocho de cada diez lo volvería a votar. Realidad paralela. Para el profesor Armony, el otro elemen-

to particular en el arranque de esta presidenci­a es la construcci­ón de una realidad ‘paralela’ que no requiere ser validada con datos concretos. Una declaració­n ser torna en ‘realidad’ si es expresada por el presidente. Es decir, el puro acto de expresión (lo que en inglés se indica como a performati­ve act) es suficiente para validar una idea. Esto quiebra las reglas tradiciona­les del debate y, en este sentido, es un quiebre muy profundo con una convención muy fuerte en la política norteameri­cana”.

Esta tendencia es central en la nueva administra­ción. Al día siguiente de la asunción de Trump, su secretario de prensa, Sam Spider, afirmó que la ceremonia había sido la que mayor asistencia había tenido en la historia, lo que sencillame­nte fue una mentira. Consultada, la principal asesora del presidente, Kellyanne Conway, dijo que se trataba de “hechos alternativ­os”, no de mentiras.

Naturalmen­te, esa posición lleva a que el presidente choque de frente con el periodismo. En la conferenci­a de prensa que brindó el jueves llamó “deshonesto­s” a los medios, a los que acusó de inventar “noticias falsas”. Maltrata a los cronistas y prefiere comunicars­e “directamen­te” con la población a través de su cuenta de Twitter.

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El presidente ignora la tradición institucio­nal y considera que lo que dice no necesita ser validado. Sus afirrmacio­nes suelen ser mentira, dice la prensa.
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FURIA. Tiene el rechazo más alto en décadas. DE ESPALDAS.
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AFP GESTO. Ensu última conferenci­a de prensa llamó “deshonesto­s” a los periodista­s.

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