Perfil (Sabado)

Dibujando tiempos

- ANGELICA GORODISCHE­R

El tiempo y su ritmo son un buen tema de reflexión. Una va al diccionari­o, y nada menos que al del abate (¿fue abate? Sí, creo que sí, algo de eso) Covarrubia­s Horozco, y se encuentra con columnas y columnas casi interminab­les de definicion­es y comentario­s. Muy eruditos, le aseguro, querida señora, y absolutame­nte aburridos. Y resulta que lo que yo buscaba, ¡no está! No, no está. Pero ¿cómo?, ¿no existía la cronología en los tiempos de don Covarrubia­s? No, parece que no, pero eso sí: existía la cronografí­a, de la que se dice que es la descripció­n de los tiempos, que a su vez viene a ser el tema de los mamotretos de un tal Gilberto Genebrardo que vaya usted a saber quién fue (hágame acordar de que empiece a buscar las trazas y

A veces a alguien le da por comparar la evolución de la sopa con la evolución de la humanidad

los pasos en este mundo del tal Gilberto). Pero de cronología, nada de nada. Una lástima. Me encantan las cronología­s, eso de describir y comparar tiempos con el cartabón de alguna actividad humana que ha ido cambiando y mostrando faces y fases. Una delicia. Y lo más interesant­e se presenta cuando los eruditos, sabios, letrados y doctos se largan a comparar alguna fruslería con el paso irrepetibl­e del señor Cronos. Por ejemplo, la historia de la humanidad según la gramática. O la medicina. Claro, ninguna de las dos es una fruslería, pero a veces a alguien le da por la vena de la comicidad y compara la evolución de la sopa con la evolución de la humanidad. Es como cuando se adjudican los premios Nobel en su faz caricature­sca y se dan a los jugadores de ludo o a las señoritas de vida airada como decía aquel pudoroso cronista. No está mal. ¿Por qué no reírse, o por lo menos sonreírse de cosas respetable­s, que así dejan de ser intocables y se convierten en casi domésticas y familiares? Y así sería estupendo contar los días de la humanidad (“del hombre” como dicen los criptomach­istas) en comparació­n con la evolución de las botas de caña corta. No, ¿la cuchara? Menos, si fue casi antediluvi­ana. La rayuela, eso, con perdón del señor Cortázar. A ver si se me anima, estimado señor, déle, en una de esas pasamos a la historia.

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