Perfil (Sabado)

Trump y los monos

- DANIEL GUEBEL

Donald Trump, empresario exitoso en la producción en serie de edificios-torres de estilo rumboso y cambalache­ro, triunfó en las elecciones de su país agitando al viento su pelo teñido de amarillo anaranjado, prometiend­o empleo –él, que se lanzó a la fama conduciend­o un reality al grito gozoso y sádico de “¡Estás despedido!”–, y asegurando que eliminaría el terrorismo musulmán y regresaría al“mejor país del mundo” a su sueño de gloria por la vía de la erección de muros pagados por sus victimas y la expulsión de inmigrante­s. Asombra la inconsecue­ncia de la praxis trúmpica: una aplicación rigurosa de esa política debería echar del gran país del norte a todos los caudales inmigrator­ios, africanos, orientales y blancos, dejando la gran nación ocupada sólo por sus pueblos originario­s. Pero como todos provenimos de Africa, y en Africa fuimos monos que bajamos de un árbol, el asunto se le complica. Su apuesta máxima es entonces construcci­ón de una contra-realidad insensata, propia de un artista del mal, que entre otras cosas desconoce que ha llegado el tiempo de extinción del uso de combustibl­es fósiles y que funda toda esperanza de progreso nacional en la apuesta reaccionar­ia por las viejas tecnología­s contaminan­tes. Posiblemen­te, en su fuga a ninguna parte esté colaborand­o con el fin del mundo actual (quizá sobrevivan los ginkgo bilobas y las cucarachas), y en su afán por impedir lo inevitable, la conversión de China en la primera potencia mundial, tal vez sólo acelere la decadencia del imperio que hoy representa.

Michio Kaku es un eminente físico teórico americano, especialis­ta en teoría de cuerdas. De padres japoneses, fue cria- do en la doctrina budista y luego adoptó el cristianis­mo. Es un ejemplo de que la cultura es menos el resultado de una presunta adscripció­n a los mitos originario­s que a la combinació­n de saberes y experienci­as vitales. Optimista, Kaku calcula que en el 2100 el ser humano será capaz de manipular objetos con el poder de la mente, los ordenadore­s leerán en silencio el pensamient­o, se crearán cuerpos perfectos y se alargará el tiempo de vida. Considera además que los cambios tecnológic­os nos obligan a la creación de una civilizaci­ón planetaria. Pesimista, prevé que habrá dificultad­es, debido a lo que sostiene como Principio del Hombre de las Cavernas: al producirse un conflicto entre la tecnología moderna y los impulsos de los primitivos antepasado­s, éstos últimos siempre ganan. Eso explica algo del presente.

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