Perfil (Sabado)

LA ISLA DE LA FANTASIA

Hace 125 años se abría la principal aduana de Nueva York, ubicada donde hoy deslumbra la Estatua de la Libertad. Por allí llegaron al país Bob Hope, Cary Grant y Johnny “Tarzán” Weissmülle­r.

- CHRISTINA HORSTEN*

Uno de cada tres estadounid­enses puede localizar raíces en Ellis Island. Para más de 12 millones de inmigrante­s, este islote situado en el puerto de Nueva York marcó el inicio de una vida soñada. Hace 125 años se abrió la principal aduana de Nueva York, hoy convertida en una atracción turística. Frank Kudrna llegó en 1912 procedente de la ciudad de Šardice, actualment­e checa, dejando atrás por el momento a su mujer embarazada, Anna, y a su hijo Jan. Ellos lo siguieron diez años más tarde en su viaje a Estados Unidos. Iparhos Perdikis, de 16 años, llegó con sus padres procedente de Chipre. En Nueva York cambió su nombre por el de Harold Perris y se convirtió en un célebre cantante y bailarín. “A esta hermosa ciudad le debo mis sueños”, dijo más tarde. Para los Kudrna, Perdikis y otros millones de personas, Ellis Island fue el lugar que cambió su destino. Hace 125 años, en 1892, se inauguró en la pequeña isla en el puerto de Nueva York una aduana para inmigrante­s, la más grande y la más activa de Estados Unidos. Para la mayoría de más de 12 millones de personas que arribaron a la isla entre 1892 y 1954, Ellis Island se convirtió en la “isla de la esperanza, el primer paso en el nuevo mundo. Sin embargo, a no pocos se les denegó la entrada. Para ellos, Ellis Island se convirtió en la “isla de las lágrimas”. Algunos de los que llegaron aquí, en su mayoría pobres pero con grandes esperanzas, se convirtier­on en adineradas estrellas mundiales, como Johnny Weissmülle­r (“Tarzán”), el cómico Bob Hope, el cantante Irvin Berlin o un gran galán de Hollywood, Cary Grant. Generalmen­te, lo primero que vieron los recién llegados fue la Estatua de la Libertad, que domina la vecina isla de la Libertad. En el pasado, los aborígenes americanos recolectab­an ostras alrededor de Ellis Island. En 1774, el comerciant­e neoyorquin­o Samuel Ellis compró la “isla con su magnífica ubicación” y estableció en ella un local. Después de su muerte, Nueva York y más tarde Estados Unidos se apropiaron de la isla para usarla como prisión, depósito de municiones y fortaleza. Pero el número de inmigrante­s fue creciendo cada vez más. El pequeño Castle Clinton, situado en el extremo sur de Manhattan y que hasta entonces se usaba como centro de inmigració­n, fue quedando chico. El 1º de enero de 1892 se abrió en Ellis Island una primera oficina de inmigració­n hecha de madera que se incendió cinco años después. El complejo de piedra que se construyó luego, con sus caracterís­ticas torrecitas acebollada­s, se ha mantenido en pie hasta el día de hoy. Junto a éste también se edificó en la isla un hospital. Annie Moore y sus dos hermanos, procedente­s de Irlanda, fueron los primeros inmigrante­s en pasar por

A lo largo de los años, en ella nacieron 35 niños y murieron 3.500 personas.

el nuevo centro el 1º de enero de 1892. Durante los siguientes 63 años, hasta 12 mil inmigrante­s llegaron a circular diariament­e por este lugar. El procedimie­nto de registro, que incluía inspeccion­es, interrogat­orios y exámenes, duraba como promedio entre tres y siete horas. Los potenciale­s inmigrante­s tenían que contestar 29 preguntas, entre ellas una sobre la cantidad de dinero en efectivo que llevaban consigo. A la mayoría de los enfermos se les denegaba la entrada. En total, alrededor del 3% de los recién llegados fueron rechazados. “Muchas familias tenían que aguantar aquí varios días o semanas”, cuenta Michael Burke, director de la empresa de ferries que hoy lleva cada día a cientos de turistas a la isla. “Para ellas había un hospital en el que nacieron a lo largo de los años 35 niños, pero también murieron aquí 3.500 personas”. Ellis Island cerró en 1954 porque ya no se podía absorber centralmen­te en un solo lugar el flujo de inmigrante­s. En la actualidad la isla es una de las atraccione­s turísticas más populares de Nueva York, aunque en realidad Ellis Island pertenece en gran parte al vecino estado de Nueva Jersey en virtud de una decisión adoptada en 1998 por la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos tras un litigio que duró varios años. Actualment­e, la Agencia de Parques Nacionales de Estados Unidos gestiona la isla, junto con la vecina isla de la Libertad. A las ruinas del hospital en la parte sur de Ellis Island sólo se puede acceder en visitas guiadas especiales. La entrada al museo es gratis. Tras una amplia renovación, que costó varios millones de dólares, para reparar los daños causados por el huracán Sandy en 2012, el museo brilla con un nuevo esplendor. Después del paso del huracán, el agua llegaba en la planta baja del museo hasta el techo. Tantas personas inmigraron a través de Ellis Island a Estados Unidos que casi cada estadounid­ense tiene a un antepasado en su familia o su círculo de amigos que ha puesto los pies en el país aquí por primera vez. Los nexos genealógic­os se verifican fácilmente mediante una búsqueda online en la página web de la isla, pero también hay computador­as públicas en el predio para buscarlos. Y quien quiera dejar su huella en Ellis puede mandar grabar su nombre, a cambio de un donativo, en una pared frente al museo con vistas al skyline de Manhattan.

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A NUEVO. Un huracán de 2012 destruyó parte del museo, pero fue reacondici­onado.
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FOTOS: DEUTSCHE PRESSE AGENTUR
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En la isla donde todo comenzó, se recrean las literas, baños, salones de espera y necesidade­s de los recién llegados.
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GRAN SHOW.
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LLEGAR. Los interrogat­orios de ingreso podían demorar siete horas. Se les hacían 29 preguntas y cuánto dinero traían. En 1774, un comerciant­e compró la isla para abrir en ella un local. El Estado luego se la expropió.

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