Perfil (Sabado)

UN PUNTITO EN EL CARIBE

Con sólo seis semáforos en toda la isla, el pequeño territorio británico de ultramar despegó apenas hace 20 años y todavía es un paraíso tranquilo. Hay restós epícureos, playas incomparab­les y un mundo chic que se disfruta con los pies descalzos.

- BAZ DRIESINGER*

Anguila no tiene derecho a ser fabulosa. La isla caribeña, un territorio británico de ultramar localizado a poco más de 11 kilómetros al norte de St. Maarten/St. Martin, es un punto en el radar; simples 90 km2 con tan sólo seis semáforos. Es seca y plana, y su paisaje turístico despegó apenas hace aproximada­mente 20 años. Después de todo, hasta la década de 1960 gran parte de la isla carecía de electricid­ad y servicio telefónico. No obstante, la fantástica Anguila alberga algunos de los mejores centros vacacional­es de la región, restaurant­es epicúreos y asombrosas playas. Tiene casas de campo arquitectó­nicamente impactante­s como las de Altamer, nombradas en honor a joyas exóticas. Y es un imán para celebridad­es como Kevin Bacon y Jimmy Buffett, una especie de San Bartolomé británico. No obstante, carece de pretension­es; el estilo de Anguila es una paradoja perfecta: chic tranquilo, elegancia descalza. No hay barcos cruceros, casinos ni hoteles rascacielo­s, pero existe un próspero paisaje musical local encabezado por notables cantautore­s prometedor­es como Omari Banks y Ruel Richardson, presentado­s durante el Moonsplash, el festival anual de reggae de la isla. Y el factor fabuloso crece con cada temporada: el develado de hoteles de lujo incluye al Malliouhan­a, reinaugura­do a finales del año pasado luego de una renovación de tres años, junto con Zemi Beach Resort and Spa, un opulento resort de 115 habitacion­es, y el Reef by Cuisin Art, un hotel boutique alimentado por un campo solar de 1,6 hectáreas.

Día 1. Vaya al punto

Anguila tiene 33 playas tan magníficas que no parecen reales. ¿Es posible que el agua sea así de azul y que la arena se parezca tanto a una alfombra de terciopelo blanco? Agarre su toalla de una vez y diríjase a la más altamente valorada de todas: Shoal Bay East, una franja de 3,2 km coronada por “el punto”, donde la playa hace una curva en el centro. CuisinArt Golf Resort and Spa es famoso, por supuesto, por su cocina; el chef ejecutivo Jasper Schneider ahora ofrece clases de cocina usando hierbas aromáticas y cultivos hidropónic­os de la propiedad de 2 mil m2.

El palaciego Venus Spa, con su singular y extenso menú, también es un gran atractivo (el masaje Warmed Seashell cuesta US$ 14, por 50 minutos). Cuando Viceroy Anguila abrió las puertas en 2009, parecía un trozo de South Beach en el Caribe. Puede deleitarse con un ocaso mágico junto a la piscina infinita que se extiende hasta el mar en el Sunset Lounge del hotel, que brinda una seductora colección de rones añejos y puros cubanos. Como una de las primeras propiedade­s de lujo que abrió en la isla en 1988, Cap Juluca, con sus arcos blancos greco-moriscos contra el telón de fondo del azul del mar, bien podría ser la cara del turismo de Anguila. Su restaurant­e Spice fue reconfigur­ado como salón marroquí y ofrece un menú mediterrán­eo con vieiras a la sartén y cangrejo anguileño (la cena para dos promedia los US$ 140, sin bebida). Para algo de vida nocturna en la provincian­a Anguila, anote Sandy Ground o Pumphouse, una vieja fábrica de sal convertida en pub y centro de música en vivo; Johnno’s Beach Stop es una institució­n por sus sesiones dominicale­s de jazz.

Día 2. Mar taíno

Contrariam­ente a lo que decían los viejos libros de texto, el Caribe no fue “descubiert­o”; los indígenas americanos prosperaro­n ahí durante siglos. Rinda honor a los nativos viendo petroglifo­s taínos dentro de las cuevas subterráne­as de la isla de piedra caliza y coral. Los guías locales hablan de odontologí­a amerindia con hierba del venado y se dice que el Parque Nacional Cueva Fuente fue un sitio sagrado de peregrinac­ión taína. También podría visitar el encantador Museo de Colección Patrimonia­l, en El Valle, la capital de la isla (US$ 5). En Anguila no dedique todo su día a una sola playa. Meads Bay es una opción popular, no sólo por su

De los nativos quedan petroglifo­s taínos en cuevas subterráne­as

inmaculada belleza, sino por los encantador­es hoteles situados ahí, incluyendo el boutique Frangipani Beach Resort. El almuerzo en el Straw Hat Restaurant (US$ 20 por persona) ofrece favoritos locales como ceviche de huachinang­o. Y al final de la comida llega un lujo estelar: sillas de playa, perfectas para pasar la tarde descansand­o. Los atardecere­s son un acontecimi­ento teatral en Anguila y merecen un paseo (en Sea Pro Charters, US$ 350 hasta cuatro personas). Pare para hacer snorkel en Little Bay y contemplar las nubes rosadas sobre el cerúleo mar. Entre las experienci­as para cenar más eminentes de la isla se encuentra Veya (US$ 150 para dos). La comida dista mucho de ser casual: carpaccio de caracola con ensalada de chayote asiático, pechuga de pato macerada en vainilla con salsa de bayas y guayaba, y picantes puros de camarón marroquíes. Todas las semanas los comensales son deleitados con repertorio­s de reggae acústico de Omari Banks, el talentoso hijo del icono anguileno Bankie Banx, el músico detrás de Moonsplash; suena a algo como una cruza entre Bob Marley y Bob Dylan.

Día 3. Paseo mañanero

Quizás sea un cliché romántico; pasear a caballo sobre una playa prístina conforme el sol saluda el cielo de la mañana. ¿Pero, y qué? Haga que su fantasía se vuelva realidad reservando un paseo con Seaside Stables (US$ 75 el paseo grupal de una hora). Vaya a Isla Harbour, un pueblo de pescadores situado en la punta de Anguila, también conocida como cayo Scilly. Párese en el muelle y salude con la mano. Una pequeña embarcació­n llegará para llevarlo a un idílico mediodía dominical. En esta isla frente a una isla hará cuatro cosas dichosas: nadar en aguas tranquilas poco profundas; escuchar música reggae en vivo; comer langosta asada, pescado, cangrejo o pollo, y beber un ponche letal de ron. La charla con los dueños, Sandra y Eudoxie Wallace, están matizadas con las coloridas historias de “en aquellos días, cuando Anguila...”. Son tan atrevidas como el propio Eudoxie. ¿Esperaría algo menos de un hombre cuyo apodo es Precioso?

Isla Harbour es un pueblo de pescadores en la punta de Anguila

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FOTOS: THE NEW YORK TIMES / TRAVEL SNORKEL. En Little Bay, uno de los siete parques marinos que rodean la isla.
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SOBERBIAS. Shoal Bay East está entre las playas más promociona­das, pero hay muchas más.
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FOTOS: THE NEW YORK TIMES / TRAVEL
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FOTO SHUTTERSTO­CK LOS MUST. (Sup.) El restaurant­e Straw Hat del Frangipang­i Resort ofrece almuerzos con productos locales como ceviche de huachinang­o. (Der.) La piscina infinita del Hotel Viceroy, magnífica en el ocaso.
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