Renovarse desde la tradición
Más de 2500 ediciones en español del diario de la Santa Sede
Es muy revelador el hecho de que el beato Pablo VI creara la edición de L’Osservatore Romano en lengua española en 1969 después de su peregrinación a Bogotá y que desde entonces dos mil quinientas ediciones semanales a lo largo de 48 años, hayan visto la luz. Pablo VI fue el primer Papa que llevó la Iglesia al mundo, a todo el mundo, definiéndose y firmándose «Viator Christi». Y fue el primer Papa en dirigir su mirada con intensidad hacia una América Latina que hoy alberga a más de cuatrocientos veinticinco millones de católicos que representan casi el cuarenta por ciento de la población católica mundial. Desde aquel 1 de enero de 1969, esta edición trabaja para que el continente pueda tener, de fuente directa, la información del Papa y de la Santa Sede, pensando también en cada potencial lector en lengua española. Una lengua que es patrimonio común, que no sólo se ha mantenido viva sino que ha crecido a lo largo de los siglos y que hoy es mucho más americana que europea. Una lengua en movimiento, que cambia mientras camina, que en lugar de cerrarse sobre sí misma se expande cada día, haciéndose más rica en la medida en que asume distintas identidades pues une a gentes de orígenes, y costumbres diversas. Es la lengua de Cervantes, de Santa Teresa, de Borges, de García Márquez, de San Juan de la Cruz, de Lope de Vega, de Vargas Llosa, de Julio Cortázar. Pero también de quien emigra desde lejos para acampar a orillas del río Suchiate esperando que llegue la noche para cruzar a nado, a lo largo de su marcha incierta hacia el otro río, el río Bravo. También es la lengua de algunos hispanos cuyas familias tenían tierras en el suroeste antes de que fuera parte de Estados Unidos, donde los primeros ecos de las palabras allí pronunciadas sonaron en español antes que en inglés, (a estos «hispanos» les gusta bromear y decir que no cruzaron la frontera, sino que la frontera cruzó por encima de ellos). Es la lengua de quien resiste a la pobreza, de quien su- fre la violencia del narcotraficante y de quien es descartado por las reglas del mercado que rigen la economía actual. Es el idioma de aquellos inmigrantes a quien el Papa Francisco en septiembre del 2015 saludó «con especial afecto» durante su viaje apostólico a Estados Unidos en la audiencia del
Constitution Hall y a los cuales repitió tres veces que «no se avergüencen nunca» de «sus tradiciones», de «aquello que es parte esencial de ustedes». Cruzar territorios, llegar a cualquier rincón, incorporar nuevos lenguajes, modernizar las plataformas de enunciación, tal vez, nunca como ahora la información vaticana está sujeta a un cambio de perspectiva que nos permite descubrir el sufrimiento de las personas más que sus tropiezos. Confiamos en responder con nuestra publicación a una exigencia de información real en estos años de renovación de la vida eclesial en los que las esperanzas son muchas, aunque las dificultades y los problemas no son pocos. Es por ello que resulta tan necesario conocer las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y del Santo Padre en sus textos integrales. Al Papa se le entiende muy bien, es un gran comunicador. Pero hay que distinguir la forma elegida para sus palabras y su contexto: no es lo mismo una homilía que un discurso, una intervención espontánea, una catequesis en la audiencia general o una carta apostólica. Es nuestra responsabilidad como comunicadores hacer del género periodístico una herramienta útil para acercar y no entorpecer, esas intervenciones del Papa a la gente. Se requiere precisión, ponderación, equilibrio. Y fidelidad a la esencia de las palabras del Papa, por ejemplo en titulares, introducciones, síntesis y claves interpretativas. Gracias a esa distancia respecto a las ideologías identitarias y étnico-religiosas que alimentan los conflictos, el Papa Francisco puede indicar y denunciar sin rodeos los factores estructurales que representan la raíz de muchas crisis: la pobreza, la explotación, el tráfico de armas, la trata de personas.
Además de la sencillez y la cercanía que son valores evangélicos y modelos pastorales, Francisco nos indica cómo vivir nuestra responsabilidad en este tiempo que nos toca vivir. Renovarse desde la tradición, es el permanente desafío de un periódico que con sus 2500 ediciones siempre ha caminado al ritmo marcado por la historia.
Francisco nos indica cómo llevar adelante nuestra responsabilidad en este tiempo que nos toca vivir