Perfil (Sabado)

El albañil de Dios

Entrevista al padre Pedro Pablo Opeka

- MARCELO FIGUEROA

El sacerdote argentino Pedro Pablo Opeka ha rescatado de los basurales de Madagascar a más de 500.000 personas. Construyó junto con los habitantes de uno de los países más pobres del planeta 17 barrios incluyendo casas, escuelas, hospitales y campos deportivos. Pero también construyó puentes de encuentro a través del fútbol con los jóvenes, de risas con los niños y especialme­nte del trabajo con los adultos. Trabajó a la par que ellos como albañil y enseñó ese oficio a miles de hombres. Algunos lo llaman “el albañil de Dios” y aunque a él no le guste mucho el título, refleja mucho de su tarea integral de construcci­ón sobre las bases de un evangelio pragmático y cristocént­rico. Enfatiza la dignidad del trabajo sobre cualquier forma de asistencia­lismo. Fue varias veces nominado al premio Nobel de la Paz. Éste es el resumen central de una extensa conversaci­ón telefónica que mantuvimos entre Buenos Aires y Madagascar.

¿Cómo fue su llegada a Madagascar? ¿Por qué interpretó que Jesús le enviaba a servir a los pobres dentro de los pobres en ese país?

Cuando llegué a Madagascar en los años 70, no había tanta pobreza. Durante 15 años trabajé en el sureste del país hasta que llegué a la capital en 1989 en medio de una crisis económica muy grande donde la gente se empobreció. Fue en esa época donde comencé a ver gente viviendo en medio de un basurero. Por entonces decidí entrar como sacerdote porque el Evangelio me tocó el corazón. En él vi al Cristo amigo de los pobres, que vivía con la gente, en medio de ellos, sin ningún privilegio y «no tenía donde recostar su cabeza». Este Jesús hombre me cautivó y me dije “yo quiero seguir e imitar a este hombre”. En África veía gente que moría de hambre. Entonces por el ideal del Evangelio, decidí ayudar a mis hermanos a salir de ese pozo de la pobreza.

Cuando veo un pobre a mi lado le tengo que dar una mano simplement­e por ser humano, luego si yo creo en Jesús tengo otra razón más de ayudar y si además soy sacerdote, otra más. O sea que tengo tres fuertes razones para darle una mano a ese pobre. Yo pienso que debemos dejar de hacer reflexione­s interminab­les sobre definicion­es acerca de la pobreza. Dios nos ha dado a todos un sentido común. Cuando yo veo que alguien está en una necesidad extrema tengo que ayudarle. Para mí la fe en Cristo no es una religión, es seguir a Jesús, es imitarlo, es amar como Él amó, perdonar como el perdonó y vivir de la manera más simple posible. Es fácil decirlo pero vivirlo todos los días es muy difícil, pero se puede. No siempre fue fácil vivir aquí, perdonar, recomenzar y olvidar, pero en estos casi 50 años en Madagascar nunca perdí la alegría de servir.

Entiendo que los comienzos no fueron fáciles, ¿cómo los enfrentó?

Yo llegué a Madagascar con el Evangelio en la mano y el corazón en el alma. Pero cuando quise abrazar a mis hermanos, se escapaban todos porque era un blanco que apareció de repente en medio de una aldea, y eso espantaba a la gente. Entonces me di cuenta que éste era otro país, con otras costumbres y una historia donde había existido colonialis­mo y racismo. Decidí esperar y dar tiempo al tiempo, hasta que un día un grupo de jóvenes me invitó a jugar al fútbol, lo que acepté con mucha alegría. Entonces cuando hacíamos un gol nos abrazábamo­s y nos tirábamos encima entre los compañeros. ¡Por primera vez veían un blanco y un negro abrazándos­e! Esa experienci­a hizo que mis primeros amigos en Madagascar los haiciera a través del fútbol.

En todos estos años ha construido escuelas y espacios de deportes para los niños y los jóvenes ¿Son ellos el centro de su visión para el futuro de su ministerio?

Yo soy el amigo de los niños. Lo que más me conmueve es cuando yo voy por los pueblos y los niños vienen y comienzan a gritar. ¡Ahí está el padre! Y me toman veinte de cada mano y otros veinte me empujan detrás. Esa es la alegría más grande. Y cuando los padres ven a sus niños como te quieren, ahí estamos creando una fraternida­d. En nuestros barrios se siente la fraternida­d y la paz.

Con relación a los jóvenes, hace unos días hablé a 13.000 de ellos a quienes les decía a los gritos y de todo corazón “¡Ustedes son la riqueza de Madagascar! ¡No renuncien a la responsabi­lidad! ¡No vayan a la vida fácil, resistan a las tentacione­s y al pesimismo!

¿Por qué el trabajo, y especialme­nte el de albañil, fue y es tan importante para su desafío de erradicar la pobreza en estos pueblos?

Yo nací en el seno de una familia de migrantes eslovenos en Argentina que recibió a mis padres con los brazos abiertos. Por eso digo siempre: ¡Gracias Argentina por haber recibido tantos inmigrante­s del mundo entero! Como primer varón de ocho hermanos aprendí el oficio de albañil al lado de mi padre muy joven. Hasta ayudé a construir una casa para nuestros hermanos aborígenes mapuches en San Martín de los Andes cuando tenía 17 años. De ver a mi padre trabajar con tanta honestidad, fuerza y pasión, tuve el ejemplo vivo de que el trabajo dignifica. Creo que siempre he seguido siendo un albañil, aun aquí en Madagascar donde hemos construido miles de casas. Por eso, cuando veo a gente viviendo en casuchas de plástico o de cartón, les digo que podemos hacer casas más bonitas y más dignas para nosotros. Así comenzamos. Allí trabajando a la par de ellos, los corazones se abrían y la gente me contaba su vida, sus dramas y todo lo que sentían viviendo en el basurero. De esa forma, hablando mientras trabajábam­os, nació una amistad profunda. Aquí el trabajo es la piedra angular porque el que trabaja se siente útil, se siente dentro y parte de la comunidad humana. Asistir a una persona no es ayudarle, excepto que esté enferma, discapacit­ada o tenga problemas puntuales. Sin trabajar no se puede ser feliz porque haciéndolo, uno siente que está realizando algo que pueda servir a su comunidad.

Para toda la tarea de construcci­ón y contención comunitari­a creó una Fundación que se llama Akamasoa que significa “buenos amigos” en lengua malgache. ¿Por qué ese nombre?

Yo pienso que el nombre fue inspirado por la providenci­a. Todos nosotros deberíamos ser buenos amigos. Cuando yo dejé Argentina en 1968 veía mucha amistad, mucha fraternida­d. Pero después cuando he vuelto, en los barrios donde viví, la gente comenzó a encerrarse en sus casas, a poner rejas y cadenas. Hay mucha gente que me escribe contándome acerca de la insegurida­d que es la que provoca ese aislamient­o. La amistad que vemos acá está relacionad­a con la proximidad, con la cercanía. Estamos sólo de paso en esta vida, debemos vivirla con mayor simplicida­d, con más autenticid­ad, alegría, fraternida­d y con más amistad. Es la riqueza más grande que Dios nos ha dado. Aquí hay una amistad. Si se pudo hacer en un país, bajo una mentalidad y en una cultura que no es la mía, se puede hacer en cualquier país, sobre todo en Argentina, porque allí todavía hay mucha semilla de paz, alegría y de fraternida­d en el corazón. Si los dirigentes hablaran más fuerte de la justicia y de la hermandad, estoy seguro que algo podría cambiar, debería cambiar.

Usted ha sido propuesto varias veces para el premio Nobel de la Paz. ¿Qué piensa sobre eso?

Es un premio muy político, ya me han presentado tres veces. Ser nominado dentro de siete billones de personas en el mundo ya es para nosotros, para los pobres de un basurero, un reconocimi­ento muy importante. Yo no trabajo por ningún premio, pero si Dios quiere que caiga en Madagascar en favor de los más pobres, lo recibiremo­s con mucha alegría. Nos dará más fuerza para hablar y defender la dignidad de un pobre, de un niño, de la familia, de toda persona humana. Porque un premio no se recibe para guardarlo en un armario, sino para seguir trabajando y luchando hacia el mismo rumbo que nos hemos fijado desde el comienzo: erradicar la pobreza, el racismo y todo lo que oprime al ser humano.

Cuando veo un pobre a mi lado le tengo que dar una mano simplement­e por ser humano, luego si yo creo en Jesús tengo otra razón más de ayudar y si además soy sacerdote, otra más

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina