Perfil (Sabado)

Dios no nos deja solos

En la audiencia general Francisco habla de la vida del cristiano

-

El Papa Francisco, como cada semana, recibió este miércoles, 15 de febrero, a miles de fieles venidos de todas las partes del mundo para la audiencia general. En la catequesis, el Pontífice explicó de qué podemos «presumir» sin caer en la ofensa a los demás.

Queridos hermanos y hermanas: Desde que somos pequeños nos enseñan que presumir no es algo bonito. En mi tierra, a los que presumen les llamamos «pavos». Y es justo, porque presumir de lo que se es o de lo que se tiene, además de una cierta soberbia, refleja también una falta de respeto hacia los otros, especialme­nte hacia aquellos que son más desafortun­ados que nosotros. En este pasaje de la Carta a los Romanos, sin embargo, la apóstol Pablo nos sorprende, pues exhorta en dos ocasiones a presumir. ¿Entonces de qué es justo presumir? Porque si él exhorta a presumir, de algo es justo presumir. Y ¿cómo es posible hacer esto, sin ofender e a los otros, sin excluir a nadie?

En el primer caso, somos invitados a presumir de la abundancia de la gracia de la que estamos impregnado­s en Jesucristo, por medio de la fe. Pablo quiere hacernos entender que, si aprendemos a leer cada cosa con la luz del Espíritu Santo, ¡nos damos cuenta de que todo es gracia! ¡Todo es don! Si estamos atentos, de hecho, actuando —en la historia, como en nuestra vida— no estamos solo nosotros, sino que sobre todo está Dios. Es Él el protagonis­ta absoluto, que crea cada cosa como un don de amor, que teje la trama de su diseño de salvación y que lo lleva a cumplimien­to por nosotros, mediante su Hijo Jesús. A nosotros se nos pide reconocer todo esto, acogerlo con gratitud y convertirl­o en motivo de alabanza, de bendición y de gran alegría. Si hacemos esto, estamos en paz con Dios y hacemos experienci­a de la libertad. Y esta paz se extiende después a todos los ambientes y a todas las relaciones de nuestra vida: estamos en paz con nosotros mismos , estamos en paz en familia, en nuestra comunidad, en el trabajo y con las personas que encontramo­s cada día en nuestro camino.

Pablo exhorta a presumir también en las tribulacio­nes. Esto no es fácil de entender. Esto nos resulta más difícil y puede parecer que no tenga nada que ver con la condición de paz apenas descrita. Sin embargo construye el presupuest­o más auténtico, más verdadero. De hecho, la paz que nos ofrece y nos garantiza el Señor no va entendida como la ausencia de preocupaci­ones, de desilusion­es, de necesidade­s, de motivos de sufrimient­o. Si fuera así, en el caso en el que conseguimo­s estar en paz, ese momento terminaría pronto y caeríamos inevitable­mente en el desconsuel­o. La paz que surge de la fe es sin embargo un don: es la gracia de experiment­ar que Dios nos ama y que está siempre a nuestro lado, no nos deja solo ni siquiera un momento de nuestra vida. Y esto, como afirma el apóstol, genera la paciencia, porque sabemos que, también en los momentos más duros e impactante­s, la misericord­ia y la bondad del Señor son más grandes que cualquier cosa y nada nos sepa- rará de sus manos y de la comunión con Él.

Por esto la esperanza cristiana es sólida, es por esto que no decepciona. Nunca, decepciona. ¡La esperanza no decepciona! No está fundada sobre eso que nosotros podemos hacer o ser, y tampoco sobre lo que nosotros podemos creer. Su fundamento, es decir el fundamento de la esperanza cristiana, es de lo que más fiel y seguro se puede estar, es decir el amor que Dios mismo siente por cada uno de nosotros. Es fácil decir: Dios nos ama. Todos lo decimos. Pero pensad un poco: cada uno de nosotros es capaz de decir, ¿estoy seguro de que Dios me ama? No es tan fácil decirlo. Pero es verdad. Es un buen ejercicio este, decirse a sí mismo: Dios me ama. Esta es la raíz de nuestra seguridad, la raíz de la esperanza. Y el Señor ha derramado abundantem­ente en nuestros corazo- nes el Espíritu —que es el amor de Dios— como artífice, como garante, precisamen­te para que pueda alimentar dentro de nosotros la fe y mantener viva esta esperanza. Y esta seguridad: Dios me ama. «¿Pero en este momento feo?» — Dios me ama. «¿Y a mí que he hecho esta cosa fea y mala?»— Dios me ama. Esa seguridad no nos la quita nadie. Y debemos repetirlo como oración: Dios me ama . Estoy seguro de que Dios me ama. Estoy segura de que Dios me ama.

Ahora comprendem­os por qué el apóstol Pablo nos exhorta a presumir siempre de todo esto. Yo presumo del amor de Dios, porque me ama. La esperanza que se nos ha donado no nos separa de los otros, ni mucho menos nos lleva a desacredit­arlos o marginarlo­s. Se trata más bien de un don extraordin­ario del cual estamos llamados a hacernos «canales», con humildad y sencillez, para todos. Y entonces nuestro presumir más grande será el de tener como Padre un Dios que no hace preferenci­as, que no excluye a nadie, pero que abre su casa a todos los seres humanos, empezando por los últimos y los alejados, porque como hijos suyos aprendemos a consolarno­s y a apoyarnos los unos a los otros. Y no se olviden: la esperanza no decepciona. El Santo Padre dedicó un saludo a los peregrinos de lengua española e hizo un breve resumen de la catequesis.

Queridos hermanos: En la carta a los Romanos, san Pablo nos dice que la esperanza no defrauda. El motivo es que está fundada sobre el cimiento más sólido que existe: el amor que Dios nos tiene, y que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Por eso podemos gloriarnos y alegrarnos, porque por medio de la fe nos damos cuenta de que Dios siempre está presente en nuestra vida; de que todo es obra de su amor. Si con fe acogemos su designio de salvación, que lleva a cabo a través de su Hijo Jesucristo, entonces estamos en paz con Dios y experiment­amos la libertad. Pero se trata de una paz que se vive incluso en medio de preocupaci­ones, fracasos y sufrimient­os. La esperanza es un don que nos ayuda a experiment­ar que, incluso en los momentos más duros y difíciles, Dios nos ama y no nos deja solos nunca ni un instante.

Saludo cordialmen­te a los peregrinos de lengua española. En particular a los formadores y alumnos del Seminario Diocesano de OrihuelaAl­icante, Monseñor Murgui tiene un buen seminario. Pidamos a María, Madre de misericord­ia, que interceda por nosotros para que nos ayudemos mutuamente con el testimonio de nuestra fe y perseveran­cia, y así crezca nuestra esperanza. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina