Perfil (Sabado)

Paramos el mundo

- MABEL BIANCO*

Cuando se anunció un paro de mujeres a muchos les sonó extraño. Porque paran los obreros, los transporti­stas, los docentes… pero ¿las mujeres? Lo que no entienden quienes se sorprenden es que una gran cantidad del trabajo de las mujeres no se visibiliza y no cuenta en la valoración económica de la producción. Es el “cuidado no pago”, o sea las tareas domésticas, la crianza de niños, el cuidado de enfermos, discapacit­ados y ancianos. Eso que mueve la microecono­mía es trabajo pero no se lo valoriza ni social ni económicam­ente, si bien desde hace décadas se contabiliz­a en algunas cuentas nacionales. Por eso en el imaginario colectivo no existe. Esta sobrecarga de trabajo de las mujeres, llamada doble o triple jornada, limita las posibilida­des de desarrollo laboral y/o personal. En lo laboral, las mujeres no tenemos las mismas posibilida­des que los hombres para ascender y es por eso que nos atrasamos, esto se refleja en menores salarios. En gran medida, la brecha salarial, o sea lo que ganan menos las mujeres que los hombres, se debe a esto. La desigualda­d con los hombres también se refleja en el tiempo libre y de descanso, la recreación y el ocio del que casi no disponen las mujeres.

La idea de parar es una forma de mostrar que el trabajo invisible de las mujeres existe. Y además le ponemos al paro distintos significad­os. En Argentina y también en otros países paramos para denunciar la violencia que por ser mujeres sufrimos en lo económico, la escuela, el trabajo, la calle, los servicios de salud, cuando parimos, en fin, todas las formas de violencia incluida la más extrema: los femicidios. Porque si hasta el año pasado moría un mujer cada 30 horas, este año en 47 días tuvimos 53 asesinadas.

Pero también paramos porque no sólo no queremos más mujeres y niñas que padezcan violencia ni discrimina­ción, queremos tener derecho a la igualdad con los hombres, que podamos elegir y hacer en nuestras vidas sin mandatos sociales que nos dicen qué, cuándo y cómo actuar. Mientras nos cosifican y hacen negocios para mostrar los cuerpos desnudos de las mujeres “ideales”, a las mujeres comunes cuando nos mostramos desnudas nos denuncian y quieren que nos priven de la libertad. Esa doble vara con la que la sociedad enfrenta el desnudo femenino es contra lo que paramos el 8 de marzo. También las mujeres somos considerad­as obligadame­nte “madres”, por eso si no queremos seguir un embarazo que nos fue impuesto por un abuso sexual o violación nos obligan a seguir ese embarazo y si queremos interrumpi­rlo nos castigan y penalizan como si fuéramos delincuent­es. Y cuando pedimos ser esteriliza­das por una enfermedad o porque no queremos o podemos tener más hijos nos niegan el derecho porque no tenemos poder sobre nuestra reproducci­ón. También paramos por eso porque reivindica­mos el derecho a decidir sobre nuestra reproducci­ón y nuestra salud y derecho a la vida.

Paramos el 8 de marzo porque queremos tener plenos derechos a la participac­ión política y sindical, queremos poder representa­r a sectores de la ciudadanía y de trabajador­es sin discrimina­ción de ningún tipo, eso es paridad, algo elemental en un mundo de hombres y mujeres donde cada género debe tener iguales posibilida­des. Porque si bien algunas llegan a altos cargos de decisión política todavía son excepcione­s y en el Congreso si no estuviera la ley de cupo no estaríamos en un número razonable. Además, el piso del 30% que fija la ley de cupo se convirtió en el techo, o sea en muy pocos casos se supera. En la participac­ión sindical la situación es mucho peor y ni las leyes de cupo rompen esa infranquea­ble barrera. Por eso, también paramos el 8 de marzo.

Los motivos del paro son tantos que podríamos escribir mucho más pero eso lo pondrá cada mujer y cada una dirá o expresará los motivos de por qué para según lo que vive y a lo que quiere decir basta. Por eso no hay una única consigna ni modalidad del paro. Así la diversidad de mujeres podemos expresarno­s y decir juntas ¡¡basta!! Sanas nos queremos... iguales nos queremos… pero todas paramos sin distinción de edad, actividad, ocupación, lugar de residencia, condición social… sólo porque somos mujeres y juntas decimos: “Paramos el mundo. Sanas nos queremos”.

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