Un Oscar, un derrumbe y un amor
Asghar Farhadi acaba de ganar el Oscar a la Mejor Película Extranjera con El viajante. Es la segunda estatuilla que gana. El primero lo obtuvo gracias a La separación en 2012. Aquí todo comienza con un literal derrumbe: el hogar de Emad (Shahab Hosseini) y Rana (Taraneh Alidoosti) se mueve. Está a punto de colapsar. Lo que podría ser un comienzo grueso de comparaciones en- tre estructuras que sostienen a la pareja deviene un punto de partida para la especialidad de Farhadi: aprovechar cambios en la vida cotidiana en mundos que se le hacen familiares (aquí Teherán) y desde ese lugar, realista en extremo, generar una serie de situaciones que por pequeñas empiezan a ganar potencia narrativa gracias al nervio de Farhadi. Algunos ven en su cine algo político, en extremo, desde donde esos incidentes minúsculos (al menos en términos del drama de Hollywood) dejan entrever el día a día de esa sociedad. Pero la principal virtud, vale insistir, es cómo genera tensión y sabe crear una historia con detalles pequeños, aprovechando ciudades y nervios de la vida moderna.
Aquí, por ejemplo, elementos como aquello que dejó atrás la anterior dueña del departamento donde ahora viven Emad y Rana, la obra de Arthur Miller en la que ambos trabajan o incluso su forma de tratar a los vecinos van generando una serie de tensiones que finalmente explotan con un incidente mayor.
Fa rhadi f unciona mejor cuando sabe dejar en claro la fuerza lúdica de una alteración del cotidiano y cómo esos eventos suelen funcionar más radiactivamente que como caso aislado. Entiendo que somos variantes, en permanente movimiento, y quizás eso sea demasiado para la civilización, cualquiera sea.