Apuesta por la familia, sin solemnidad ni didactismos
Es un buen síntoma que ocho empresarios teatrales hayan decidido estrenar una obra nacional luego de un concurso. El dramaturgo ganador, Carlos La Casa, tiene experiencia primero como actor y desde 2015 como autor: He visto un aparato (cuatro postales telefónicas), Regreso y caída de Margarita Fox o Traspaso por irradiación, donde evidenciaba su interés por el pasado nacional. En el caso de Todas las rayuelas el tema de la historia argentina ha marcado a su protagonista, ya que es un exiliado que retorna desde España en búsqueda de su hija. Pero no es sólo el argumento, sino que su escritura evidencia seriedad al abordar un tema tan sensible y encuentra la habilidad para entrecruzarlo con uno de nuestros grandes novelistas a quien le rinde homenaje: Julio Cortázar. El hecho de que en un escenario comercial se nombre a los célebres personajes cortazarianos es un mérito tan grande como haber trasladado toda esta ficción para que cobrara vida. El director, Andrés Bazzalo, quien además conoce en profundidad las estructuras dramáticas, armó otra rayuela sobre el espacio, sumó imágenes en un video para darle más espectaculari- dad a un texto casi intimista. Cuidó al extremo la estética visual proponiendo un marcado despojamiento escenográfico de la mano de Alejandro Mateo, subrayó secuencias a través de la iluminación de Leandra Rodríguez y plasmó imágenes extras con la ayuda de proyecciones. Ocupó todo el escenario, usó los vértices y no sólo el centro, entregándole al público la posibilidad de vivir cierto clima cinematográfico.
El vínculo entre padre e hija, más un matrimonio en crisis en paralelo, arma un juego de sentimientos donde es fundamental el nivel interpretativo. Y aquí también la dirección sumó nombres de enorme trayectoria en otros espacios más independientes. El protagonismo está sobre los hombros de Hugo Arana, quien le da a este “cascarrabias” una ternura que trasciende y rompe la cuarta pared. Algunos problemas con su voz se dejan de lado por la intensidad y la pasión que vuelca en sus vínculos y la credibilidad que construye. Transita con seguridad tanto el humor como el drama. A su lado consigue un efecto infrecuente: sus compañeros de elenco crecen con su cercanía.
No importa si se conoce la novela Rayuela de Julio Cortázar, después del espectáculo estarán impulsados a leerla. Además de provocar la lectura, Todas las rayuelas ayuda no sólo a vencer olvidos, sino que apuesta por la familia, sin solemnidad y sin didactismo. No es poco en estos tiempos de cólera.