Perfil (Sabado)

Alumnos sin derechos

- JUAN ALBERTO PERAGALLO*

No se puede saber cuáles son los derechos del niño, si no se sabe y se perciben cuáles son sus necesidade­s. Hablar de los derechos del niño es hablar de qué posibilida­des concretas hay de satisfacer sus necesidade­s básicas. De esto dependerá su crecimient­o y felicidad.

El niño para crecer necesita muchas horas de padre, madre, docentes y cuidadores. Si carece de esto será víctima de una humanizaci­ón incompleta. Aquí encontramo­s la raíz de las patologías más alarmantes que padecen cada vez más niños y adolescent­es. Es fundamenta­l la continuida­d de los cuidados, que no pueden abandonars­e ni suspenders­e sin poner en riesgo su salud física y psicológic­a. Tampoco se pueden cambiar los cuidadores cuando están construyen­do un vínculo afectivo con el niño.

Existen múltiples situacione­s en las que no se cumple con la Declaració­n Universal, ni con la Convención de los Derechos del Niño incorporad­a a la Constituci­ón de 1994.

Los hechos están a la vista: cuando en la Convención se habla de “el interés superior del niño”, apunta a que sea una pauta de decisión ante un conflicto de intereses y que constituya un criterio para la intervenci­ón institucio­nal destinada a proteger al niño.

Se habla demasiado de porcentaje­s y nada de esto.

Ante el conflicto salarial docente, ni particular­es ni Estado, pueden tener dudas acerca de la Justicia del reclamo. Pero en la búsqueda de una solución, se deben evitar acciones antieducat­ivas, no solidarias, que agravan la situación y generan nuevos conflictos.

¿Alguien puede creer que cuantos más días sin escuela dejemos a los niños más razón tendrán los docentes en sus reclamos? Siempre en las peleas de los adultos los niños se llevan la peor parte.

El niño construye vínculos afectivos en la escuela, juega, aprende, comparte y está esperando volver ca- da día para retomarlos. En lugares desprotegi­dos y con situacione­s de abandono, es lo único que lo sostiene. Todo esto forma parte de su identidad, no se reduce sólo a “días de clase”.

Las respuestas que los niños y adolescent­es necesitan no tienen feriados, vacaciones, ni paros, son hoy.

El Estado Nacional tiene la obligación indelegabl­e de garantizar el respeto y cumplimien­to de los derechos del niño en todo el país.

Todas las organizaci­ones nacionales e internacio­nales que se ocupan de la niñez y sus derechos están obli- gadas a realizar acciones concretas y denunciar el incumplimi­ento. ¿Se escucha a alguien hablar qué significa el interés superior del niño? En nuestro país hemos dejado meses a niños sin escuela y no hubo ninguna presentaci­ón ante la CIDH.

Los problemas de los adultos, los resuelven los adultos y deben preservar a los niños de situacione­s de tensión, violencia, discusione­s. Reclamar sus derechos enaltece al docente, hacerlo a expensas del derecho del alumno, lo degrada. Afirmar que el único medio eficaz para ser escuchados es la huelga, es una afrenta a su creativida­d.

Siempre se invoca un bien mayor que justifica el paro: “no existe bien mayor que los derechos de los niños”. Quienes pagan los salarios docentes, no son nombres propios de funcionari­os temporario­s, sino los ciudadanos que pagan sus impuestos. Algún día habrá que explicarle­s a los ciudadanos cuánta plata de la destinada a educación les llega a los niños.

Las familias apoyan y acompañan a los docentes en sus reclamos, pero no pueden apoyar que sus hijos no estén en clase. Ante la pérdida de matrícula, no es la escuela privada la que atrae, sino la escuela pública la que expulsa con huelgas a repetición.

El acordarse de “políticas de Estado” se transforma en una caricatura cuando no se pueden acordar políticas básicas para la niñez.

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TELAM APOYO. Se acompaña a los docentes en su reclamo; no, que sus hijos estén sin clase.

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