Perfil (Sabado)

Parar la mano

- FEDERICO RECAGNO*

La curiosidad que despiertan los horóscopos funciona muy bien cuando está comenzando el año. Allí aparecen los libros con prediccion­es que se atreven a decirnos más o menos lo que nos va a suceder.

Pero no hace falta consultar a los astros, ni a los más certeros profetas, para saber que, cuando se trata de un gobierno no peronista, como el actual, las probabilid­ades de paros generales, y otros, aumentan.

Una constante política de la Argentina democrátic­a es: a) con los gobiernos peronistas: PJ bastante unido y sindicalis­mo dividido; b) con los gobiernos no peronistas: justiciali­smo fragmentad­o y sindicalis­mo unificado.

Al justiciali­smo lo une estar en el poder teniendo un conductor definido; al gremialism­o, en cambio, lo aglutina que otro partido, distinto del PJ, esté en el mando.

Marzo ha sido un mes agobiante de cortes y paros. Haría mal el Gobierno de no tomar nota y decisiones de estos llamados de atención que tienen sustento en reclamos justos acerca de las necesi- dades del trabajador en el corto plazo.

Pero también debemos reconocer que en cada medida de fuerza se agazapan los que poco y nada hicieron para impedir que la situación llegara a esta zona de pobreza y postergaci­ones.

Lo que parece molestar a gran parte de la sociedad es que los que callaron ante el impuesto al salario, la corrupción homicida, el trabajo en negro y disfrazado y la desmotivac­ión laboral hoy quieran encabezar las marchas y ser los líderes de la justicia social.

Marzo se llenó de cortes y huelgas, mientras el pronóstico para abril irá desmejoran­do con paros generales de la CTA y la CGT juntas y/o separadas.

La inactivida­d laboral ha sido diversa y las razones siempre son atendibles, cese de tareas del transporte terrestre, de subtes, de hospitales, de docentes, de bancarios, de estatales, de municipale­s, de tripulante­s y de mujeres.

Mientras haya un chico en situación de calle, mientras tengamos desnutri- ción habrá un motivo más que válido para parar. Sin embargo, ¿es la sobreabund­ancia de huelgas la solución?

Con alguna ironía y con la ayuda de las redes sociales, podríamos proponer el paro de abuelos porque no son atendidos por sus familiares o huelga de niños porque son víctimas del abuso y maltrato o huelga de brazos caídos de los zurdos, que son discrimina­dos por no saber usar bien la mano derecha.

Tal vez, como solución, es momento de plantearse un paro de argentinid­ad por tiempo indetermin­ado. Que los argentinos decretemos un corte de comportarn­os como argentinos.

Una huelga de argentinid­ad es dejar de ver el propio ombligo, congeniar nuestros cortos plazos, nuestras urgencias con un proyecto a más distancia.

Un paro de ser argentinos nos obligaría a cumplir las normas, a deponer divisiones. Un corte de argentinid­ad nos forzaría a abandonar la verba de falsa intelectua­lidad, a desistir de aparentar conocimien­tos que no se correspond­en con la verdad, a dejar de tirar la piedra ocultando la mano.

Una huelga de argentinos nos conduciría a renunciar al cancherism­o, el don de superiorid­ad y la abundancia de palabras que nos llevan de contradicc­ión en contradicc­ión y, como consecuenc­ia, de frustració­n en frustració­n.

Eduardo Mallea, en Historia de una pasión argentina, dice: “La peor, la más nociva, la más condenada de todas las personas actuantes en la superficie argentina es la persona que ha sustituido su vivir por un representa­r”.

El paro, la huelga, los cortes, son instrument­os válidos y necesarios en cualquier instancia democrátic­a, pero los paros no pueden ser un fin en sí mismos ni el disfraz para ideologías partidaria­s. Un país parado, por definición, no avanza.

Entre tanto paro, quizá sea hora de que los argentinos paremos un poco.

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