Perfil (Sabado)

Memoria completa

- MARTIN KOHAN

De una “memoria completa”, hasta donde semejante cosa es posible, estábamos bastante más cerca, según creo, hace unos años. Memoria completa no sé, porque suena un tanto excesivo, me resulta funesiano; pero sí una memoria mejor, más honda y abarcativa, más deseosa de captar la complejida­d de los procesos sociales y políticos. Esa clase de memoria consignaba, por ejemplo, las feroces matanzas de la Patagonia Trágica de 1921, con fusilamien­tos cobardes de personas desarmadas; o el asesinato a traición de Augusto César Sandino en Nicaragua en 1934, habiendo hecho a un lado las armas para abrir una negociació­n de paz; o el brutal asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en una calle de Bogotá, Colombia, en 1948, por su prestigio irreprocha­ble y la firmeza de sus denuncias; o el derrocamie­nto artero del gobierno democrátic­o de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, del que Ernesto Guevara fue testigo circunstan­cial; o el golpe criminal contra el gobierno democrátic­o de Salvador Allende en Chile en 1973. Es decir que esa memoria registraba, a golpes de conciencia histórica, la evidencia de que apenas la lucha organizada de los trabajador­es o su articulaci­ón en proyectos políticos populares avanzaban por vías pacíficas y ponían en cuestión los intereses miserables de los grupos de poder, la respuesta era siempre la misma: violencia feroz, represión, muerte y más muerte. Y que el recurso a las armas, por lo tanto, lejos de ser de por sí un delirio de alucinados o una irrefrenab­le vocación criminal, pudo no ser en determinad­as circunstan­cias otra cosa que una alternativ­a impuesta por las propias clases dominantes, que una y otra vez habían respondido a las huelgas con metralla, a las urnas con bombardeos aéreos, a los liderazgos más honestos con ejecucione­s truculenta­s por parte de sicarios impasibles.

La noción de “memoria completa” tiende a emplearse más bien, hoy en día, para contrapone­r listas de muertos a listas de muertos, en toscas aritmética­s sin mayor elaboració­n; o para deplorar a Cristina Fernández de Kirchner, que es hasta donde llega la visión histórica de unos cuantos; o para defender lo indefendib­le: el terrorismo de Estado. Defenderlo o equipararl­o con algo, cuando lo que lo define en verdad es que no tiene equiparaci­ón; defenderlo o encontrarl­e atenuantes, cuando la falta de atenuantes es lo que en verdad lo constituye. De completa tiene poco, entonces; y de memoria, nada.

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