“Hoy no existe un enemigo muy claro”
A sus 80 vitales años, el director, maestro y teórico reivindica la mística del trabajo multicultural y en compañía. No quiere herederos en el arte.
El Odin Teatret, mítico grupo teatral dirigido por el italiano Eugenio Barba, está en Buenos Aires, donde desplegó, durante una semana, en una actividad febril envidiable, talleres y espectáculos, en el Centro Cultural Recoleta y en el Teatro 25 de Mayo. En este último (Av. Triunvirato 4444), hoy a las 18 y mañana a las 11, el público podrá disfrutar de Las grandes ciudades bajo la luna, con algunos de los más famosos actores de esta compañía multicultural, fundada en 1964 y radicada desde 1966 en Holstebro, Dinamarca. Ellos, como grupo, resumen la tradición teatral del siglo XX y las innovaciones de sus propias investigaciones, a la vez que demuestran una continuidad de trabajo artístico en equipo casi única en el mundo. Barba da cuenta de ello.
— Se están cumpliendo treinta años de su primera visita a la Argentina, a la que siguieron otras. ¿Qué recuerda de entonces y qué cambios percibe hoy?
—En 1986, Kive Staiff nos había invitado al Teatro San Martín. Recuerdo el miedo. Yo entraba en el espacio de la pasada dictadura, que conocía sólo a través de la lectura. En los 70, me habían llegado car tas de A rgentina, donde las personas me contaban sus sueños, su situación terrible y cuánto significaba para ellos saber que existía un grupo como el Odin Teatret. A mí y a mis compañeros también hoy nos significa mucho saber que hay grupos como La Candelaria en Colombia, Yuyashkani en Perú, El Baldío aquí en la Argentina, que tienen esa obstinación para continuar con esa pequeña célula de vida que es un grupo teatral. La diferencia es que los jóvenes de los 70, 80 y 90 tenían muy presente la situación histórica precedente y la lucha asumida por el teatro. Hoy no existe un enemigo muy claro, concreto. Pero se siguen acercando, creo [a nosotros], quienes siempre consideramos el oficio y el compromiso del actor y del director.
—¿Qué lo motiva a seguir trabajando? ¿Buscar un teatro mejor, un actor mejor, un mundo mejor?
—Ninguna de esas cosas, sino el esfuerzo para mantener en vida al grupo que hace espectáculos para sesenta, cuarenta, veinte espectadores, lo cual es una especie de demencia, en un tiempo que dice “debes ser útil, debes hacer todo rápidamente”. No tengo motivaciones generales: un mundo mejor, hacer la revolución, luchar contra el racismo, no, no. Aunque, cla- ro, sí, lucho contra el racismo porque he creado una pequeña comunidad con gente de todos los países, que vota por partidos diferentes y cree en dioses diferentes.
—¿Qué pasará con el Odin Teatret cuando ustedes ya no estén?
—Hace unos 15 años, hicimos testamento: el nombre del Odin va a desaparecer cuando el último de los actores históricos no quiera más hacer teatro o se muera. Sólo quedará el Nordisk TeaterLaboratorium [Laboratorio Nórdico de Teatro], donde hay jóvenes que están trabajando autónomamente. No quiero dejar herederos, ni viudas, ni viudos, ni hijos. Sí puedo decir que me considero heredero de Stanislavski, Meyerhold, Brecht, Vajtángov. Ellos me han dado un capital de conocimiento, ideas, estímulos, me siento atado a ellos. Soy heredero de ellos a pesar de que, por supuesto, somos diferentes.