“SIGO AMANDO LA DANZA”
—¿Cuándo sentís que aquel muchacho oriundo de Munro, que muchas veces describiste como intempestivo, que se llevaba el mundo por delante, se convirtió en esta persona reflexiva que es hoy, capaz de esperar y de tomar grandes decisiones? —A partir de los 35 años empecé una transformación, al pensar una decisión clara en relación con el retiro, con cerrar esa etapa maravillosa y arriesgar a encontrar alguna cosa que quizás no me gustara tanto, a ir a un lugar que ni yo sabía. Fui viendo y desarrollando otra sensibilidad, que el tiempo y el aprendizaje te van dando. Cuando tomé la compañía, no tenía ni idea. Era un grupo de gente grande, todos estables, tenían su cargo de por vida. De esa estructura ahora sólo quedan cinco personas, a quienes estamos ayudando en el proceso de retiro para reordenar la compañía sin dejarlos tirados. Es parte de lo que uno ha hecho siempre: que la danza sea popular y darles posibilidades a más bailarines. La diferencia es que estoy del otro lado y puedo empujar un poco más. —¿Qué te gusta de la danza hoy? —Es algo que me nace, es una sensación, un sentimiento. Sigo amando la danza y sigo disfrutando. Cuando se levanta el telón y veo las líneas perfectas que hemos logrado con el trabajo de la compañía me da placer. Me da placer no sólo lo que se ve en el escenario, sino la conducta, como cuando fuimos a España: cómo se comportaron en el vuelo, en el hotel, en el teatro. Eso es parte de ser un buen artista, y disfrutar de eso me da mucho placer en el día a día. —¿Qué bailarines admiraste y qué bailarines, más allá de los del Sodre, admirás hoy? —[Vladimir] Vasiliev siempre ha sido un grande... Y de mi generación: Manuel Legris, José Manuel Carreño, la Ferri [Alessandra]. Hoy: [Herman] Cornejo, Marianela [Núñez], Ludmila [Pagliero]: tienen personalidad, técnicamente son muy buenos, artísticamente han crecido muchísimo. Independientemente de que sean argentinos, el trabajo, los logros, son de ellos.