Macri avanza contra sindicalistas
Fortalecido por el 1A y tras el paro, revisará cuentas y poder
El Gobierno se endurece y planea ir a fondo. Apuntará a las finanzas de las mutuales y los antecedentes penales de algunos líderes gremiales. Impulsa una ley contra la reelección. Diálogo sin reunión pública.
La marcha del 1º de abril actualizó la fe macrista, tanto en el rumbo elegido como en la táctica de la polarización. Y a la pasada desactivó la imagen de un oficialismo en crisis y sin respaldo, según se entusiasman en Casa Rosada. Con Marcos Peña convertido en una suerte de policía malo en la rivalidad con el kirchnerismo, en adelante el Gobierno radicalizará su speech. Y lo hará al punto de volverse la contracara exacta de todo aquello que suene K: gremialistas, paros de la CGT, piqueteros y jueces de Justicia Legítima. Como beneficio indirecto, el macrismo busca seducir a los votantes de un massismo que
massismo
considera diluido, en el contexto de una pulseada cada vez más bipolar.
“Cada vez se nota más quiénes queremos construir un futuro y quiénes se aferran al pasado”, resumió ayer Mauricio Macri, durante la presentación de una línea de créditos hipotecarios a treinta años. Al paro de la CGT directamente lo ninguneó. “Ayer no paró el país”, dijo en el acto realizado en el edificio del Banco Nación, al que cruzó caminando desde Casa Rosada. ¿Gesto espontáneo del Presidente? Más bien fue una ocurrencia de su team comunicacional, que grabó el momento y lo difundió por Snapchat. A poco más de cuatro meses para las PASO, su equipo de marketing insistirá con una fórmula probada en 2015: mostrar a un Mauricio Macri –y desde ya a una María Eugenia “Mariu” Vidal– siempre empático y cercano.
En el segundo piso de la Casa Rosada, donde un ejército sub 30 se dedica a medir el cli- ma en las redes sociales, se celebró como un gol propio que el hashtag #ElParoFracaso haya sido Trending Topic desde el jueves al mediodía. La primera plana macrista también festejó la amenaza del jefe del sindicato de peones de taxis, Omar Viviani, hecha poco antes de que empezara el paro. Ante su propuesta brutal de “dar vuelta los coches” de los choferes que trabajaran, Marcos Peña retomó su papel de duro. El jefe de Gabinete acusó al gremialista de “violento, extorsivo e intolerante”. Y una vez terminada la huelga, redujo la movida a un simple “paro del transporte”.
En el reparto de roles interno, al jefe de Gabinete le toca el de funcionario combativo, dejando a Macri en un plano más conciliador. O al menos un poco más medido. La performance de Peña arrancó con su exposición en el Con- greso, hace dos semanas, en el instante en el que le exigió a Axel Kicillof: “¡Háganse cargo!”.
El lunes pasado, en la primera reunión de análisis tras la marcha del 1A, Peña ratificó que ése era el rumbo adecuado: profundizar el tono de contraste entre pasado (peronista) y futuro (PRO). Una estrategia de objetivo doble: desdibujar al Frente Renovador y desprestigiar al FpV. Así, todavía sin demasiados logros económicos de los que jactarse, la batalla oficialista se libra en el campo de la política. Una paradoja no del todo buscada, tras 16 meses de gestión macrista. “Fue un gran espaldarazo”, sintetizó Peña en ese encuentro, sobre el apoyo recibido el sábado pasado. En el primer piso de la Rosada, Jaime Duran Barba aportó que “a la gente le gusta participar de primera mano sin sentirse llevada”. El elogio a la movilización callejera requirió de un ajuste doctrinario, en un partido que nunca creyó en el poder de los actos masivos.
Para el oficial ismo, sin embargo, no se trata de una contradicción: tanto las redes, como los medios y (desde hace una semana) también la presencia callejera son meras herramientas para ganar su batalla cultural contra el populismo. Las encuestas que manejan en la Rosada tienden
a confirmar esa convicción. Según reveló un asesor presidencial, en las últimas dos semanas Macri recuperó ocho de los diez puntos que había perdido su imagen. Y para Isonomía, la consultora habitual del Gobierno, casi un 60% de los argentinos (encuestados) rechazó el paro de la CGT.
Ayer, tras el anuncio de los créditos hipotecarios, Macri partió rumbo a la quinta de Olivos. De buen humor, charló por teléfono con sus consejeros. Según el Presidente, la lista de motivos para mantenerse optimista incluye: los casi mil empresarios que asistieron al World Economic Forum, en el Hotel Hilton de Puerto Madero, el interés de los inversores externos y los guiños amistosos que recibe de parte del establishment político y económico internacional. Pese al respaldo del 1A, Macri todavía siente un desacople entre ese mundo favorable y los cuestionamientos que persisten a nivel local. Y si bien esas críticas desconciertan al Presidente, no alcanzan para modificar la hoja de ruta oficial. Lo confirmó Macri: “No hay plan B”.