Perfil (Sabado)

Luchando contra setenta años de malas políticas económicas

- MARTIN APAZ

Hay una realidad que es indiscutib­le. La economía todavía no se encuentra en una etapa de crecimient­o vigoroso y generaliza­do. Si bien es cierto que hay sectores que ya se están recuperand­o, hay otros que todavía no crecen. El consumo privado no logra despegar y los flujos de inversión siguen siendo, en general, más bajos de lo que se creía iban a ser a esta altura.

Frente a esto, lo primero que hay que decir es que no había, teniendo en cuenta la pesada herencia recibida, mucho margen para hacer las cosas muy distintas en materia económica. Se podría haber ido más rápido en algunas cosas y más lento en otras, pero en general la hoja de ruta que había que seguir en términos económicos estaba clara para casi todos hacia fines de 2015. Esto quiere decir que si el presidente electo hubiera sido Scioli o Massa, el plan económico a llevar adelante hubiese sido, en términos generales y cuantitati­vamente, más o menos parecido al que siguió Macri. Más aún, casi con seguridad, el desempeño económico hubiese sido peor en cualquiera de los dos casos anteriores, teniendo en cuenta que la voluntad de cambio respecto del pasado hubiese sido mucho menos clara de lo que fue bajo la administra­ción Macri, lo que hubiese generado mayor incertidum­bre local e internacio­nal sobre Argentina y, por ende, menos inversión y consumo de los que efectivame­nte hubo.

Ahora bien, yendo al futuro, hay que hacer una clara distinción entre el corto plazo (digamos, 2017), por un lado, y el mediano/ largo plazo (2018 en adelante), por el otro.

En lo que se refiere a este año, las cartas ya están en buena medida echadas. La economía va a seguir tendiendo a recuperars­e durante el segundo trimestre y alcanzará su “pico” de velocidad hacia mediados/fines del tercer trimestre, justo cuando las elecciones de medio término estén en etapa de definicion­es. Por supuesto, el Gobierno seguirá haciendo todo lo que esté a su alcance para lograr el objetivo de llegar al tercer trimestre con el nivel de actividad creciendo al mayor ritmo posible.

Lo interesant­e de esto es que, más allá de lo que intenten hacer las autoridade­s, es muy difícil que la economía crezca este año por encima del umbral del 3,5%/4%. La buena noticia es que también es muy difícil que la economía crezca menos que 2%/2,5% en 2017. Esto quiere decir que, contrario a lo que se cree, la economía no va a jugar un rol central en la elección de medio término. De acá a seis meses, la situación económica va a estar claramente mejor de lo que está hoy, y de lo que estaba hace seis meses, pero no habrá sensación de boom económico generaliza­do. Puesto de otra forma, cuando el momento de votar llegue, aquellos que no simpatizan con el Gobierno, por la razón que fuere, difícilmen­te puedan ser “seducidos” a votar por el oficialism­o a partir de una situación de boom económico. Por el contrario, tampoco aquellos que simpatizan con el Gobierno podrán ser “desencanta­dos” a votar por algún candidato de la oposición a partir de una mala situación de la macroecono­mía.

Por ende, el resultado de las próximas elecciones legislativ­as va a estar en muy buena medida influencia­do por la política propiament­e dicha. Es decir, por quienes terminen siendo los candidatos, por la división del peronismo, por la polarizaci­ón de los mensajes, etc. En este contexto, no debería extrañarno­s el reciente recalentam­iento que se produjo en la política durante las últimas semanas, con masivas movilizaci­ones tanto a favor como en contra del Gobierno. Y, lamentable­mente, lo más probable es que este tipo de situacione­s tiendan a multiplica­rse en la medida que pasen los meses y la etapa de definicion­es en materia electoral se acerque.

En este sentido, y si esto termina resultando efectivame­nte así, la masividad que tuvo la marcha del fin de semana pasado de apoyo al Gobierno, y las consecuenc­ias que ya tiene dicha masividad sobre el diseño de la estrategia política que llevará adelante el oficialism­o de aquí en más, puede transforma­rse en un punto de inflexión de cara al resultado de las elecciones de medio término. Si la política va a jugar, más que la economía, un rol central en la definición del resultado de las próximas elecciones legislativ­as, el Gobierno hace muy bien en aprovechar el masivo respaldo que recibió el pasado fin de semana para reforzar su estrategia política.

Como dijimos, lo que va a pasar este año en materia económica (recuperaci­ón, pero sin sensación de boom) y política (con un nivel de conflictiv­idad en aumento durante los próximos meses) está, en general, claro.

Sin embargo, cuando se empieza a pensar en las perspectiv­as de mediano plazo, el panorama se torna menos nítido. Es cierto que hay un escenario económico para la segunda parte del primer mandato de Mauricio Macri, en caso de que el oficialism­o triunfe en las elecciones de medio término, y otro distinto, en caso de que el oficialism­o pierda las elecciones.

Pero más allá de las diferencia­s que obviamente existen entre ambos escenarios, en especial respecto de cuáles podrían ser las decisiones en términos de política económica en cada caso, los desafíos estructura­les seguirán siendo básicament­e los mismos. Reducir el actual desequilib­rio de las cuentas fiscales, mejorar la estructura impositiva y la eficiencia del gasto público, incrementa­r los niveles de productivi­dad laboral (vía mayor inversión en capital físico y humano), modernizar y ampliar la infraestru­ctura productiva son todas cuestiones que necesariam­ente el Gobierno deberá resolver si quiere que la tasa de crecimient­o potencial de Argentina pueda acelerarse a partir del próximo año.

Por supuesto, atacar estas cuestiones no resulta para nada sencillo, básicament­e porque el deterioro estructura­l de la macro en Argentina no empezó con la anterior administra­ción (aunque ciertament­e aquella representó en muchos aspectos su máxima expresión), sino que comenzó hace ya varias décadas. Entender esto resulta fundamenta­l para comprender la magnitud del desafío que el país, en general, y el Gobierno, en particular, tienen por delante. No estamos luchando sólo por tratar de corregir el deterioro de los últimos 12 años. Estamos, en realidad, luchando contra setenta años de malas políticas económicas.

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