Perfil (Sabado)

Una historia que ya no debe repetirse

- HECTOR ZAJAC*

Contradici­endo el principio, la historia en Jáchal no se repite como comedia. Una y cada vez que “baja” alguna noticia de Veladero, la gente tiembla. “Pero mejor que no tiemble mucho”, decía un asambleíst­a del acampe por el “No a la mina”. El dique de cola, encharcado utilizado para procesar roca repleto de tóxicos, que de fracturars­e haría de toda la cuenca y de los pueblos que la usan como única fuente hídrica en la “provincia donde no llueve” un desarmader­o ambiental, pende como una cimitarra sobre su futuro a 4.500 m de altura en una zona de alto riesgo tectónico de los Andes. A la misma altura, los languideci­entes glaciares que alimentan el Jáchal, atenazados entre el calentamie­nto global y la necesidad intensiva de agua de la mina, serían razón inapelable para convertir el tercer freno consecutiv­o a las actividade­s con sello del juzgado en prohibició­n definitiva, de aplicarse una ley nacional que, vetada hace años por el kirchneris­mo, agoniza, en manos de un gobierno que a esta altura, convencido de la invisibili­dad del ambiente, ha hecho de su uso como variable de ajuste un objetivo. Un presidente que recurre al “baja manos” discursean­do solemne sobre la necesidad de reducir emisiones mientras se producen flagrantes violacione­s a la Ley de Bosques, y de Humedales, sabe que la factura en inundacion­es y cambio climático que dejan el desmonte y la expansión agrícola no se paga en el corto plazo, mientras el rédito de hacer la vista gorda a las trapisonda­s extractiva­s en provincias que financian la política, y a políticos que son siempre juez y parte, es inmediato. El mismo que participa del negocio de la soja, y nombra en el área cual cameo de mal gusto a un ministro con más credencial­es para la cartera de culto, que atribuye un incendio forestal a una profecía apocalípti­ca. La excusa de Bergman de la no incumbenci­a en un problema “provincial” es, además de falsa –el Jáchal pertenece al sistema del Desaguader­o, y en su naciente toca partes de La Rioja y Catamarca–, parte del manual tercermund­ista: en los países desarrolla­dos la gestión es a nivel de la totalidad de territorio­s atravesado­s por el río y afluentes, las jurisdicci­ones se disponen en clave cooperativ­a frente al riesgo.

La Barrick reportó el martes el desacople de una cañería –que tenía orden de arreglo–, que ocurrió sobre un canal de contención que transporta solución rica. Cuando se tritura la roca, se separan los metales (oro, plata y mercurio) de la solución pobre, con cianuro pero sin metales. Ambas son altamente tóxicas. El Ministerio de Minería no entrega documentac­ión formal de los peritajes de los derrames anteriores o de éste, no hay imágenes ni plan de contingenc­ia. La brecha entre el pueblo y sus representa­ntes se hizo evidente con el intendente a 200 km en la capital mientras los asambleíst­as ponderaban un pedido de revocatori­a para concejales a quienes responsabi­lizan por la no realizació­n de una consulta popular.

En la encrucijad­a entre naturaleza y crecimient­o, la minería a cielo abierto está sobrevalua­da. Una economía de enclave que dura lo que el mineral no eslabona horizontal ni verticalme­nte, se lleva utilidades y deja desempleo y polución. Provincias pobres donde el Estado es el principal empleador, sin un rol definido dentro de un modelo de desarrollo nacional, no vacilan en prostituir su territorio a los rigores de un capital con reglas de juego ambientale­s, económicas y técnicas distintas, según sean “la casa o la visita”. Si a esto se suma la singularid­ad geográfica, que hace de la actividad en esta región de la cordillera una bomba de tiempo para pueblos áridos de agricultur­a de oasis aguas abajo, está todo dicho. Habrá que avisarle al gobernador Sergio Uñac, que evalúa una onerosa multa como castigo, que la Barrick no tiembla, tiembla la gente. Y que en un mundo que dejó atrás por fútil la discusión de subirle el precio al ambiente para evitar su destrucció­n, tenemos un presidente que decide bajárselo removiendo las retencione­s a las mineras.

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