Perfil (Sabado)

La victoria Pascual

- MARCELO FIGUEROA

La comunión, cercanía espiritual y vivencia personal entre Pedro y Marcos atraviesa el Evangelio, y lo hace a través de una intensa experienci­a en los tiempos pascuales de nuestro Señor Jesucristo. Del mismo modo, la esperanza en el Resucitado en momentos de prueba, peligros y persecució­n son el sello distintivo final de esa particular­ísima unión que hoy nos habla de una manera especial desde las páginas del Nuevo Testamento. Según gran parte de la tradición, Pedro escribió su primera carta desde Roma poniendo énfasis en la gran misericord­ia de Dios, quien nos da en la resurrecci­ón de Jesucristo, esperanza y una herencia indestruct­ible ( 1 Pedro 1, 3-4) en medio de tiempos difíciles. Al final de esa epístola, escrita poco tiempo antes de su martirio, incluye en los saludos a su hijo espiritual Marcos ( 1 Pe

dro 5, 13). San Marcos, según la tradición, fundó la Iglesia copta en Alejandría y siendo su primer obispo, también sufrió el martirio por su fe, probableme­nte en la Pascua cerca del año 68. La visita a finales de abril del Papa Francisco a Egipto, que incluirá un encuentro fraterno y ecuménico con el Papa copto Teodoro II, muestran que la unión entre Pedro y Marcos permanece en esa «herencia indestruct­ible» y debe hoy renovar nuestra «esperanza en la gran misericord­ia de Dios» dentro de un mundo sin paz. Los trágicos y recientes atentados extremista­s, enmascarad­os en falsa religiosid­ad islámica, han provocado profundo dolor en el corazón de la Iglesia universal y en todo el mundo ecuménico. Sin embargo, la victoria pascual que este fin de semana celebramos, nos debe alentar a todos los cristianos en el mundo a esperar en gozosa oración ese nuevo encuentro entre Pedro y Marcos como un signo invencible de la Paz.

San Marcos en su Evangelio, segurament­e escrito a la luz de los relatos de san Pedro, se hace presente en el medio del relato como un actor cercano. Si la Última Cena fue celebrada en la casa de la madre de Marcos, si el joven seguidor de Jesús que al salvarse de ser detenido pierde su sábana es Juan Marcos (Marcos 14, 51-52), esos signos de cercanía evangélica, de acuerdo a lo mencionado en el párrafo anterior, nos invitan hoy a una renovada lectura de esos textos.

Es el Cristo de la Pascua que vuelve a preparar la mesa en la casa de todos los discípulos de Marcos de una forma renovada. Es el mismo Pedro que con sus llaves abre las puertas de su cercanía con Jesucristo para invitar a la Iglesia católica a su celebració­n más importante de una manera diferente. Son todos los discípulos del Resucitado que en el mundo de la diversidad cristiana reconcilia­da releyendo el relato del primer Evangelio conocido, reafirmamo­s nuestra fe y esperanza en un mundo que nos quite la sábana de la comodidad y nos mueva a ser protagonis­tas del Reino de Justicia desde la gran mesa del Encuentro. Esperamos que en medio de tanta prueba, persecució­n, muerte y dolor, el Espíritu de Paz y Salam ilumine el encuentro ecuménico entre el Papa Bergoglio y el Papa Teodoro II, como también el interrelig­ioso que mantendrá con el Imán Ahmad al Tayib. Recordemos en esta Santa Semana las palabras de S.S. Francisco y repitámosl­as como una oración permanente: «No existe la guerra santa, solo la Paz es santa». Que así sea.

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Giotto «Jesús, Pedro y Juan», detalle de la capilla de los Scrovegni, Pádova, Italia
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