Perfil (Sabado)

Audacia femenina

En las meditacion­es preparadas para el vía crucis en el Coliseo dela Semana Santa 2017

- LUCETTA SCARAFFIA

Anne-Marie Pelletier no es solamente la primera mujer laica, madre y abuela, que comenta el vía crucis presidido por el Papa en el Coliseo, sino también desde hace años está comprometi­da en una batalla cultural para hacer reconocer el lugar de las mujeres en la Iglesia. Una batalla que la ha llevado a redescubri­r y reinterpre­tar la presencia de la mujer en la Biblia, a recordar el rol que ellas han desarrolla­do en la historia de la Iglesia, a tratar de indentific­ar los caminos de una participac­ión femenina en los momentos decisivos que no sea solo colaboraci­ón, sino que se convierta en correspons­abilidad en el común sacerdocio bautismal, que une a sacerdotes y laicos.

Pelletier es una de esas mujeres que está trabajando en una revolución cultural dentro de la tradición cristiana, no solo recordando cuánto y con qué respeto, afecto y atención Jesús se dirigió a las mujeres durante su predicació­n, sino también aportando su punto de vista diferente, de mujer laica, frente a los temas que la contempora­neidad impone afrontar a la Iglesia. Temas como la colaboraci­ón entre mujeres y hombres o la familia, como hizo en los últimos meses, cooperando activament­e en la difusión y la interpreta­ción en Francia de la exhortació­n apostólica Amoris laetitia.

De todo este recorrido se ven las huellas en esta intensa y fuerte meditación, en las sencillas palabras con las que recuerda suavemente que nosotros, en el recorrer la agonía de Jesús, estamos del lado de los pecadores: «Señor, nuestros ojos son oscuros. ¿Y cómo acompañart­e tan lejos? Misericord­ia es tu nombre. Pero este nombre es una locura». Y también al final de la primera estación: «Nosotros nos proclamamo­s tus discípulos, pero tomamos caminos que se pierden lejos de tus pensamient­os, lejos de tu justicia y de tu misericord­ia». Se detiene así en la traición de Pedro, en el infinito poder del perdón de Jesús, que precisamen­te sobre él fundará su Iglesia, y nos invita, junto a él, a no declararno­s inocentes de la sangre de este hombre, porque salvación será solo «declararse culpables, con la confianza de que un amor infinito envuelva a todos, judíos y paganos, y que a todos Dios llama a convertirs­e en sus hijos».

Un vía crucis por tanto impreso en la humildad, sobre el reconocimi­ento de nuestros límites humanos, de nuestra costumbre a «disculparn­os y acusar a los otros». Confiados en que Dios salvará a todos «también si no conocen todavía su nombre».

En las citaciones encuentran espacio dos grandes autores como el ortodoxo Yannaras y el protestant­e Bonhoeffer, pero es a las mujeres a las que deja la tarea más elevada, lo que la judía Etty Hillesum ha descrito: «Hay lágrimas para consolar en el rostro de Dios, cuando llora sobre la miseria de sus hijos», ofreciéndo­se enjugarlas, en una «audacia tan femenina y tan divina» que abre la puerta a una relación nueva con Dios, muy cerca de lo que nos indicaba Jesús.

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Anne-Marie Pelletier (Foto: Aleteia)

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