Perfil (Sabado)

CON WALSH Y POR GUITA

- IGNACIO FUSCO

El ajedrez no mentiría si mañana lanzara un spot en el que asegura que libros como Las maquinaria­s de la noche, Los mundos reales y El espejo que tiembla son gracias a él. Sería un video concreto, sencillo, apenas una escena y dos informacio­nes que habría que precisar. La primera: es 1991 y la novela Crónica de un iniciado se acaba de publicar. La segunda ya sería más desafiante, tortuosa. Abelardo Castillo vive lo que alguna vez ha llamado “el infierno blanco”, un momento en el que siente que las palabras han desapareci­do, sencillame­nte no están más.

La escena, luego, corre rápido. Abelardo (hay nombres –como Román, como Diego– ante los que los apellidos se deben callar) se sienta a su escritorio, enciende la computador­a, abre un programa de ajedrez. El programa se llama Chessmaste­r y es para dos, un sistema operativo que es la Mirtha Legrand de la computació­n. Abelardo ha guardado partidas suyas ahí, y acaso porque siente que nunca más escribirá ficciones, se pone a revisarlas. En un momento se encuentra con una jugada 11 de un ataque Max Lange; en el spot, entonces, aparecerá un flash: el escritor recuerda un torneo en el que, mientras un rival pensaba un movimiento, él se ausentó 45 minutos tomando un café. “Yo podría haber salido, matar a toda mi familia y, al volver, La imagen tiene la potencia de la tapa de un libro. De un lado de la mesa, con su cara hecha de roca, Abelardo Castillo. Del otro, con sus lentes inmortales, Rodolfo Walsh. Están en La Academia –el bar que está sobre Callao, a media cuadra de Corrientes– jugando al ajedrez. Castillo había llegado con el escritor Vicente Battista. Apenas entraron, vieron al autor de Operación Masacre, que estaba con su editor, Jorge Alvarez, jugando al ajedrez. Alvarez les propuso que se desafiaran por guita. Battista apostó por Abelardo. Alvarez, por Walsh. “Un hombre que siente que el ajedrez no es como la vida, sino ‘la vida’, seguro gana”, dijo alguna vez Abelardo. Aquella noche sintió eso: que el ajedrez era la vida, nomás.

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FOTOS: CEDOC PERFIL UNA PASION. En la mesa del living de su casa tenía un tablero listo para la acción. También jugaba en la computador­a.

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