Perfil (Sabado)

De Odebrecht a Monsanto: cuando la marca es un lastre

Qué hacen las compañías cuando su nombre se vuelve sinónimo de sobornos o contaminac­ión. Por qué un logo llega a ser inviable.

- JAIRO STRACCIA

Cada vez que aparece una nota sobre los escándalos de corrupción en Brasil y se menciona a Marcelo Odebrecht, empresario detenido y en plena delación de coimas pagadas a distintos gobernante­s, la reputación de la compañía que lleva su apellido se hunde un poco más. A tal punto que, por ejemplo, hasta la Casa Rosada debe salir a buscar cómo sacarle las obras que lleva adelante en nuestro país para escapar a la mancha venenosa. A otra escala, con cada derrame de cianuro en los últimos meses, por otro lado, una minera como Barrick también derrama considerac­ión pública incluso entre quienes defienden la explotació­n metalífera. Y en esa línea, tras años de denuncias de organizaci­ones ambientale­s contra Monsanto por la contaminac­ión con agroquímic­os, la semillera estadounid­ense muy probableme­nte termine siendo absorbida por su flamante compradora Bayer, ya que, aunque no lo dirán nunca, la consideran una marca “inviable” en términos de imagen.

Más allá de rankings como los de la consultora española Merco que miden la reputación corporativ­a y tienen en su última medición a Monsanto en el puesto 84, a Odebrecht en el 94 y a Barrick ni si quiera entre los 100 primeros, la mala fama de las empresas dificulta abrir nuevos negocios, complica los ya existentes y, en definitiva, cuesta dinero. Un ejemplo: en sólo horas, la aerolínea United perdió US$ 600 millones de capitaliza­ción bursátil tras viralizars­e el maltrato a un profesor chino en uno de sus aviones.

“Hay marcas que están enfermas y otras que son terminales, donde no hay más plan que el cambio de marca”, resume Laura Ivaldi, socia de la consultora IM Consumer Intelligen­ce. “Cuando los clientes de una empresa con imagen dañada son otras organizaci­ones, como firmas o gobiernos, es más sencillo recuperar reputación, porque la toma de decisiones es más racional”, añade. “Salvo que esas otras empresas tengan políticas de ética que les impidan contratar con determinad­as compañías”, explica la también profesora de la Universida­d Argentina de la Empresa (UADE).

“Como mecanismo de defensa, la primera reacción es echar a los directivos involucrad­os y a ese nivel con una purga de alta dirección se puede restablece­r la reputación”, apunta Damián Pedemonte, director de la carrera de Comunicaci­ón de la Universida­d Austral. Salvo que el culpable sea el fundador, como en el caso de Odebrecht. “En ese caso te salpica hasta un escándalo personal o familiar”, apunta Ivaldi, para quien las empresas “multimarca” tienen más herramient­as para diluir las crisis. Amor-odio. En las marcas se construyen vínculos profundos. Hay quien puede llevar en la luneta del auto una pipa de Nike o una manzana de Apple porque siente una total identifica­ción. Asimismo, se puede odiar el emblema de los transgénic­os o hacer a una constructo­ra un genérico del soborno. “No sé si la gente tenía en el radar una marca como Odebrecht, pero seguro la empezó a tener en el radar por lo negativo luego del escándalo”, apunta Mariano Mazos, socio de la agencia publicitar­ia Italia. “El caso Monsanto es interesant­e, porque habría que ver en qué punto esa empresa hizo las cosas tan mal respecto de las otras de la misma categoría, como que es el sinónimo de los agroquímic­os y otras marcas que hacen lo mismo pasan desapercib­idas”, apunta.

Así y todo, “la gente perdona”, apunta Ivaldi. Por lo que sugiere que “con una buena estrategia de comunicaci­ón” se puede sacar adelante una marca, si “hay un cambio también serio en los procesos

La relación con muchas marcas es humana: se puede amar Apple y odiar una semillera

internos”. Cita el ejemplo de la automotriz alemana Volkswagen, que en 2015 enfrentó el dieselgate: se reveló que mentía en informes sobre emisiones contaminan­tes. “Pidió disculpas, porque eso humaniza, corrigió y ahora duplicó sus ganancias”, completa, pero aclara: “Si la marca está enferma es una cosa, pero si la marca es terminal, hay que hacerla desaparece­r; si vas co- rriendo el Monsanto, si Bayer lo cubre con marca paraguas, eso puede ocurrir”, añade.

—¿Pero la gente se puede dar cuenta de que es una estrategia comunicaci­onal?

—En la era del marketing digital tiene que ser genuino. Mirá La Serenísima, siempre entre las cinco mejores marcas, ha tenido denuncias, pero sale y comunica, y tiene resto, siempre la duda es a favor.

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FOTOS: CEDOC PERFIL EN EL CASCO. Marcelo Odebrecht, una marca que llegó a prisión.
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EN LAS MARCHAS. La semillera protagoniz­ó varias movilizaci­ones.
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EN LOS ANDES. La minera canadiense derrama cianuro e imagen.
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FUE Y VINO. Golpeada por el “dieselgate”, dobló ganancias.

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