Perfil (Sabado)

EN LA TIERRA DE LA BACHATA

Ingenios que hoy son campos de pastoreo; playas cercadas por Trujillo, ahora abiertas al público, y esa música del bajo que ya es emblema nacional. En República Dominicana todo puede cambiar.

- NELL MCSHANE WULFHART* SANTO DOMINGO

Amenudo pasada por alto en favor de centros vacacional­es de playa como Punta Cana o Puerto Plata, Santo Domingo es una ciudad que merece más atención. Su intensa vida nocturna –con bachata constante– y su ubicación idílica en el Caribe son apenas dos de los elementos destacados. Los impactante­s edificios centenario­s, las boutiques de la Zona Colonial, una nueva franja de restaurant­es elegantes y la acogedora actitud de los capitaleño­s son sobrados motivos para hacer de la ciudad más que una parada de tránsito camino a la playa.

Día 1. Iniciación cultural y milhojas de concón.

Empiece en la extensa Plaza de la Cultura. Sáltese el Museo de Historia Natural, con sus empolvadas instalacio­nes de taxidermia, para dirigirse al Museo del Hombre Dominicano. Parecería que no hubiera recibido un visitante desde que abrió sus puertas en la década de 1970, pero se interioriz­ará sobre las coloridas exhibicion­es sobre los taínos (la cultura aborigen aniquilada por los españoles), el comercio de esclavos y la cultura criolla. El más animado Museo de Arte Moderno tiene impresiona­ntes obras nuevas de artistas dominicano­s. Lleve cambio para los boletos de entrada (50 pesos, o US$ 1,05 a un tipo de cambio de 47 pesos por dólar, por museo). Si existe una “nueva cocina dominicana”, entonces la encontrará en Travesías, en el vecindario chic de Naco, zona de restaurant­es. Pruebe las torrecitas de mangú (US$ 6,2), las torres de puré de plátano coronadas con huevo y salpicadas con salsas de un tono casi neón, y el milhojas de concón (US$ 51).

Día 2. Desayuno con pastel de tres leches.

Los dominicano­s arrancan el día con algunos favoritos locales como arroz con frijoles, estofado de carne o las berenjenas cocinadas en leche de coco. Villar Hermanos es el lugar ideal para probar todos los clásicos dominicano­s. Los meseros, con corbatas de moño llevan el pedido a su mesa, y no se olvide del delicioso pastel de tres leches coronado con crema batida. Luego, viaje en un auto privado reacondici­onado como vehículo público. Los “conchos” carecen tanto de aire acondicion­ado como de cinturones de seguridad, pero son la forma más divertida, aunque imprudente,

Viaje en auto privado reacondici­onado como vehículo público

de desplazars­e. Pare uno en avenida Independen­cia, pague al conductor alrededor de 25 pesos y bájese en el Parque Independen­cia, la entrada a la preciosa Zona Colonial, donde se ubican lado a lado las vistas más antiguas y las tiendas de moda. Alquile una bicicleta verde azulada (300 pesos la hora), y pedalee hasta el Alcázar de Colón (100 pesos, incluida la guía de audio), la hermosamen­te restaurada casa de Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón. Desde ahí, pedalee hacia el sur con dirección a la Catedral Primada de América (40 pesos), con su mezcla de estilos. Finalmente, pare en el Museo Memorial de La Resistenci­a Dominicana (150 pesos). Las fotos y la documentac­ión de la resistenci­a y el eventual derrocamie­nto de la dictadura de treinta años de Rafael Trujillo son fascinante­s. Tiendas y cafeterías nuevas están haciendo que la Zona Colonial se convierta rápidament­e en la parte más sensaciona­l de la ciudad. Primera parada, La Alpargater­ía, una zapatería de moda donde jóvenes artesanos hacen coloridas alpargatas. La tienda se conecta con una tranquila cafetería que tiene arte local en las paredes, abundantes rincones para descansar y un patio, donde podrá hacer una pausa para disfrutar de un fresco jugo de mango (115 pesos). Casa Alfarera, una tienda de cerámica artesanal, está a tres cuadras al sur, sobre la Calle Padre Billini. Si recorre El Conde, una animada calle peatonal, busque una de las pocas tapas de alcantaril­la estampadas con “C. Trujillo” (“C” de “ciudad”). Son remanentes de cuando el dictador renombró

“Dame una cerveza vestida de novia” significa que sea bien fría

la ciudad (y muchas otras cosas) en su propio honor. En República Dominicana no hay ningún lugar donde no se pueda iniciar una fiesta. Métase a cualquier “colmado” (estas tiendas de convenienc­ia venden de todo, desde papel de baño hasta tragos de ron, y encontrará una en casi cualquier calle) que esté reproducie­ndo música. Tome una silla de plástico y pida al dueño: “Dame una cerveza vestida de novia”, lo que significa una cerveza tan fría que viene cubierta de escarcha. Suba por Calle Hostos hasta Lucia 203, un espacio evocador para eventos con un bar y un patio al aire libre que los jueves y sábados por la noche presenta un grupo musical enorme. Las melodías de son y merengue clásico en vivo producen una pista de baile rebosante de energía.

Día 3. ¡A la playa!

El domingo es cuando los residentes locales van a la playa. Empiece con un desayuno en La Dolcerie, una panadería y bistró chic situada en el adinerado Piantini. Haga una parada en el Ingenio Boca de Nigua, los conservado­s restos de una plantación de caña de azúcar, actualment­e habitada exclusivam­ente por vacas y uno que otro caballo viejo, que fue el sitio de una histórica rebelión de esclavos en 1796. Está reproducid­a en el conmovedor mural que adorna una pared. A 20 minutos de Boca de Nigua está Najayo, una sección de costa atestada de restaurant­es atiborrado­s que sirven pescado y botellas extragrand­es de Presidente. El mar está lleno de gente que nada en la sección cercada por Trujillo, quien solía vacacionar aquí con sus amantes; puede ver su casa en la colina. La bachata se escucha en todos los restaurant­es; las familias locales y los grupos de amigos llevan botellas de ron para mezclar con gaseosa cola, y los vendedores deambulan despacio vendiendo todo tipo de cosas. Boca Chica, la turística playa ubicada al este de San Domingo, atrae a más visitantes, pero sus estafadore­s y prostituta­s menores de edad hacen que Najayo sea una opción mucho más agradable. Si todavía sigue en la ciudad, las ruinas de un monasterio del siglo XVI cobran vida cada semana gracias al Grupo Bonyé, una banda que toca un animado merengue, usando instrument­os tradiciona­les como la güira, para una multitud de cientos de personas en el Monasterio de San Francisco.

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FOTOS: SHUTTERSTO­CK
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THE NEW YORK TIMES / TRAVEL PASA EL CARRO. (Izq.) La Cámara de Turismo organiza paseos urbanos. (Sup.) Sobre el Malecón, Obelisco de 40 m.
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ARTESANOS. (Sup.) En el área antigua, no sólo hay vendedores al paso y locales de moda sino también hermosos patios para descansar. La playa Najayo, más tranquila que Boca Chica.
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PASEOS. En verano hace mucho calor, son más recomendab­les en invierno.
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SHUTTERSTO­CK ZONA COLONIAL. Es la parte original de la primera ciudad que fundaron los imperios europeos en América. Desde 1990 es Patrimonio de la Humanidad. Los restaurant­es y hoteles están sobre las calles El Conde y Las Damas.
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FOTOS: THE NEW YORK TIMES / TRAVEL
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AL TOQUE. (De izq. a der.) Barra Payán, de los años 50. El Alcázar de Colón, construido por el virrey Diego, hijo de Cristóbal, en 1510.

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